viernes, 24 de febrero de 2023

Tu sumisa del futuro (relato)

 

La mujer esta arrodillada sobre una cama, desnuda. Un hombre, tras ella, está follándola con fuerza. Esta situación, mas o menos normal, comienza a tomar otro cariz cuando observamos que la mujer tiene manos y pies inmovilizados por una especie de esposas de tela, otro hecho diferencial es que el hombre tira con fuerza del pelo de la mujer mientras la insulta, le da golpes por todo el cuerpo, la abofetea y la humilla sin compasión. La mujer parece un juguete en manos de ese hombre. ¿Sigue siendo normal? Dos horas antes ni se habían visto las caras. Habían quedado en un bar cercano a la casa de él. Habían estado hablando antes de como sería ese primer encuentro, ella vestiría falda y medias por eso la mujer había llegado al encuentro vestida con unos tejanos rotos y una camiseta vieja. No quiere demostrar que va a suceder nada. Lo que la ha movido a vestirse así ha sido una mezcla de orgullo, de miedo, de todas esas dudas que nos empuja al laberinto de la indecisión del que ya nunca conseguiremos escapar. La primera vez que ella ve al hombre sabe de inmediato, que de no ser un amo y ella pretender ser sumisa, nunca se habría acostado con él. Un punto mas a su favor, puede utilizar eso como excusa. Sin piel no hay sexo. ¿Pero ha venido en busca de sexo o de una experiencia como la que ahora mismo, dos horas después, está sufriendo?

-¿Quién eres? -pregunta el amo sin dejar de follarla.

-Me llamo L. -contesta ella.

De repente, el amo suelta un bofetón que hace que el rostro de la mujer gire hacia un lado sin descontrol. Esta follándola boca arriba y ella puede ver la cara del amo, impertérrita, mientras su pene entra una y otra vez en la vagina.

-¿Quién eres? -repite el amo

-Tu puta, tu perra, tu juguete… -contesta ella.

El amo sonríe mientras agarra su garganta y aprieta con fuerza. El aire comienza a entrar con dificultad en sus pulmones.

-Eres una inútil -continua él- que solo sirves para que me corra dentro de ti. Tienes tan poca personalidad que permites que un desconocido te folle por todos lados. Y sin pagarte… si, eres una puta, la más barata de la ciudad.

Dos horas antes, cuando después de saludarse en la puerta del bar con dos castos besos en la mejilla, ella ha pensado que era un hombre amable, atento, alguien con quien conversar tranquilamente. No ha visto a un amo, a su amo. Después han comenzado a charlar y una cosa ha llevado a la otra. La desconfianza se ha tornado en confianza, pero también el deseo se ha transformado en una inocua confortabilidad. De hecho, prefiere seguir charlando tranquilamente con ese hombre a que la use como sumisa. No porque no lo desee sino porque ahora mismo y allí mismo, solo desea seguir charlando. Lo que ella no sabe es que eso siempre sucede las primeras veces: la gente espera percibir el rol en la persona cuando rol y persona suceden en dos momentos diferenciados. Ella, sentada en el bar y bebiendo cerveza con aquel tipo, es incapaz de reconocerle como su amo con lo que ella es incapaz de reconocerse como sumisa.

¿Qué les ha llevado a acabar siéndolo dos horas mas tarde?

La respuesta a esa pregunta son cientos de enigmas. Porque el cerebro humano es imposible de comprender y aun menos de controlar.

Ella buscaba una experiencia, el buscaba una sumisa. Al final, algo les ha movido a arriesgarse pese a que no eran del todo capaces de ver en el otro a quien deseaban ver. ¿Qué podía salir mal? Muchas cosas, la mas inocua que a los cinco minutos parasen porque no funcionaba. Y es entonces cuando el deseo entra en la ecuación, un deseo de experiencias nuevas que nos hacen perder la razón.

El hombre sigue apretando el cuello de la mujer mientras ella llega al orgasmo, apenas puede moverse por los grilletes, pero su cuerpo se convulsiona mientras nota como el hombre afloja la presión. Por unos instantes ha estado a punto de perder el conocimiento, su rostro está rojo pero lo que le arde es el coño. El hombre saca el pene de su vagina, se mueve unos centímetros y lo mete en su boca. El pene sabe a sus propios flujos, es, en cierta manera, tan asqueroso como excitante. Ella le confesó al hombre que el sexo oral no es lo que mas le apasiona. Por eso ahora él está follándola la boca. Porque eso que a ella no la vuelve loca, en este nuevo contexto, es algo a lo que no puede negarse como sumisa.

Mientras el amo eyacula en su boca y mientras ella hace esfuerzos por no vomitar mientras intenta tragarlo todo, una idea pasa por su cabeza: ser sumisa es la excusa perfecta, así de simple.

Dos horas antes el amo le preguntó por que quería ser sumisa y ella solo supo contestar que siempre lo había querido ser, como si eso pudiese considerarse una respuesta. Si su yo del futuro hubiese viajado en el tiempo para ayudarla a contestar, ella se habría visto desnuda, con manos y pies atados, sudorosa y diciendo “eres sumisa porque es la excusa perfecte” mientas un hilo de semen escapa por la comisura de sus labios.

Y es que no hay mejor ánimo que el dejarse sorprender, a pesar de que tu yo del futuro sea una sumisa usada, humillada y golpeada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario