miércoles, 10 de abril de 2024

Las diferencias

 


En el perpetuo debate acerca de las diferencias entre sexos hay quienes, armados del mayor convencimiento, aseguran que fuimos, somos y seremos iguales. Otros argumentan lo contrario. Entre los segundos hay incluso quienes aseguran que las mujeres son inferiores a los hombres lo cual demuestra que, incluso los que llevan una esvástica tatuada en el pecho, se permiten opinar sosteniendo la sexta lata de cerveza entre sus manos. Y eso que aun no es ni mediodía.

Aun a riesgo de caer en el esperpento, voy a opinar sobre esto, en la sensatez de que diga lo que diga, siempre acabaré ofendiendo a alguien, sea quien sea. En eso consiste también opinar.

La experiencia me hecho conocer algunos hombres y mi conclusión es que no se parecen a las mujeres. Diría más: apenas se parecen entre ellos. De igual manera sucede con las mujeres. Nadie se parece a nadie, aunque sean gemelos. Y, aun y así, seguimos empeñándonos en que agua y aceite es la misma cosa únicamente porque ambos son líquidos. Somos diferentes, por descontado, pero no solo hombres y mujeres, tampoco lo son cualquiera de todos esos nuevos géneros (e incluso los sin género) que, por edad, ya no acierto a comprender. Me esfuerzo, pero las nuevas realidades me superan así que mi cerebro sigue esforzándose en ver el mundo de forma binaria.

Cada persona que encontré en mi camino tenía un motivo para hacer lo que hacía. La gente dominante también tiene sus motivos, por supuesto. ¿Qué actividad donde se juntan dos o más personas carece de motivo? He visto sumisas silenciosas y temerosas de todo que soportaban los castigos más extremos sin la menor duda, sin hacer gala de sus virtudes. He contemplado al agua y al aceite acercándose y alejándose y durante todos estos años he aprendido sobre la condición humana más que cualquier otra persona que conozca.

Y conozco a muchas personas. Incluso personas que no sabían ni que significaban las siglas BDSM. Y sigo siendo un ignorante que se equivoca. Y eso es bueno porque puedo seguir aprendiendo de cualquier con quien me cruce.

Disfrutad si os apetece, sin excusas ni miedos. Disfrutad imaginando de la misma manera en que otros disfrutamos recordando, escribiendo y construyendo una fantasía en base a una realidad que es desconocida para una mayoría.

No juzguéis a los demás, pero, sobre todo, no os juzguéis a vosotros mismos si algo que rechazáis u os atrae más de lo que imaginasteis. Porque ese es el cometido de la vida: sorprendernos.

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