viernes, 27 de junio de 2025

Por qué el BDSM no siempre es sexo (y por qué eso no lo hace menos intenso)

 



Cuando alguien escucha por primera vez la palabra BDSM, su mente se dispara hacia direcciones opuestas. Una dirección apunta a una película con guion lamentable y actuaciones cuestionables (sí, esa que empieza con “Cincuenta sombras… ”)  y la otra dirección apunta a una lóbrega mazmorra llena de látigos, cuero, y un nivel de sudor que haría palidecer el de cualquier gimnasio. En ambos casos, todos imaginan que incluye un encuentro sexual.

Pero hay otra gran verdad: el BDSM no está necesariamente ligado al sexo.

Lo repetiré por si alguien se atragantó mientras leía esto bebiendo su tercera kombucha del día: muchas prácticas BDSM no incluyen sexo en absoluto. En absoluto.

“¿Cómo que no hay sexo? ¿Entonces qué hacéis?”  te preguntas mientras corres a la cocina a coger una fregona... menudo desastre, todo el suelo lleno de kombucha.

Os contestaré: hacemos sudokus y cocinamos cupcakes... ¡Pues claro que no! Al margen del sexo hacemos muchas cosas, desde atar con cuerdas durante horas sin quitarse ni un calcetín (es decir, con la persona sumisa completamente vestida) hasta juegos de obediencia donde la única fricción es la emocional. El BDSM, lejos de ser un simple preámbulo al sexo, es una forma de relación, de juego, de poder y entrega, que puede O NO tener un componente sexual explícito. De hecho, para muchas personas (entre las que me incluyo) el foco está en la dinámica, no en los genitales.

Cosas que cuentan cómo BDSM sin sexo (y son intensas igual o más) pueden pasar por el control absoluto, por ejemplo: ordenar a la otra persona no hablar. ¿Quién necesita sexo cuando el silencio es tan erótico? También juegos de roles, desde sirvientas desobedientes hasta profesores estrictos. ¿Sexo? No siempre. Azotes, bondage, restricciones: la piel se enciende, pero eso no significa que haya penetración de ningún tipo. Obediencia, castigo y recompensa. Domesticación, servicio, rituales (a veces planchar una camisa puede ser más erótico que desvestir a alguien).

¿Os parece ridículo? A mi no, y no quiero decir con esto que me excite que una sumisa me planche las camisas vestida de colegiala. Para nada. Pero no por eso, pienso que sea ridiculo. Cada cual con cada que.

¿Entonces no hay excitación? Muchas prácticas BDSM son sexualmente estimulantes. Pero eso no significa que concluyan en sexo explícito porque nuestro cerebro es más complejo. Hay personas que tienen orgasmos con presión emocional, con dolor placentero, con sumisión profunda, con el juego mental. A veces, lo físico se queda corto frente a lo psicológico. He visto muchas veces a una sumisa llegar al orgasmo solo con tocarla, solo con ordenarle algo, solo con estar inmovilizada. ¿Alguna vez habéis alcanzado un orgasmo cuando os frotaban los pezones? Reconozco que el símil es burdo, pero por ahí van los tiros. ¿Es tocar los pezones de alguien tener sexo? A eso me refiero.

Incluso para otras personas, la excitación sexual (sin sexo) ni tan siquiera es parte de la ecuación. Puede ser espiritual, emocional o simplemente una forma de conexión íntima que no pasa por lo genital.

Decir que todo BDSM lleva al sexo borra una parte de la sociedad que practica BDSM como pueden ser las personas asexuales que aman el BDSM sin deseo sexual. O las parejas que han descubierto una nueva dimensión de su vínculo a través de la disciplina o el protocolo. O los practicantes que disfrutan del poder, la entrega o la contención sin necesidad de un clímax tradicional.

Es importante comprender que el BDSM no siempre es sexo porque rompe con esa idea de que todo lo que sea BDSM y no termine en una relación sexual, no es válido. Pero lo es. Y mucho. A veces el BDSM es más ropa, no menos. En vez de desnudar el cuerpo se desnuda el alma, el ego y el deseo de control o entrega. Y eso, es mucho más íntimo que el sexo con luces apagadas y sábanas revueltas. Así que la próxima vez que alguien diga: “¿BDSM? Ah, eso es sexo perverso ¿no?” podéis decirle con una sonrisa y una ceja levantada: “tú eres tonto, chaval”. O “tonta”, seamos igualitarios. O tonte, vale.

Si quieres saber más sobre este tema o proponerme algún tema sobre el que escribir, puedes contactar (discretamente) conmigo a través de
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