sábado, 19 de julio de 2025

Mazmorras de peluches: Orejitas, látigos y abrazos que dan cosita




¿Quién dijo que el placer tenía que ser oscuro, agresivo, sucio y envuelto en cuero negro? En Alemania, ese país que nos dio lo peor (ese señor con bigote y predisposición a exterminar) y lo mejor (la cerveza) han llevado el BDSM a un nuevo nivel de… ternura. No hablamos de osos amorosos, sino de osos dominantes, zorros con látigos de colores y conejitos que no viven una película Disney sino que están atados a una cruz de peluche mientras ronronean (o chillan, según el acuerdo previo). Se trata de clubs donde se combina el mundo furry (ese universo de personas que se disfrazan de animales gigantescos) con un BDSM más suave que un abrazo de Alex Gibaja. ¿Pero esto existe? Por supuesto, vivimos en un mundo en que cualquier cosa es posible. Imagina entrar a una mazmorra, pero en vez de sentir miedo, sientes un impulso incontrolable de sonreir. Todo está cubierto de telas suaves, luces de colores, música electrónica relajante y personajes mullidos que se tratan con respeto… pero también con látigos de terciopelo. No hay gritos, hay gruñiditos. Las esposas tienen orejitas. Los látigos tienen pompones. Y los “castigos” incluyen cosquillas o la tortura de cantar una canción infantil. Todo consensuado, claro.

Detrás de esta combinación tan adorable como desconcertante, hay un  movimiento de exploración identitaria, libertad sexual y ganas de pasarlo bien sin prejuicios. Es el espacio perfecto para quienes quieren jugar con roles, poder y sumisión, pero sin dejar de sentirse como si estuvieran en una de esas fiestas de pijama que vemos en las película americanas. Vamos, quieren jugar con fuego pero sin temor a quemarse. Como el que dice que es campeón de boxeo... y solo lo ha sido en un videojuego. No duele, no sientes la violencia. Todo huele a caramelito de fresa y nata.

Algunos lo utilizan para desestresarse después de una ardua semana de trabajo, ¿qué mejor que dejar de ser jefe de cocina y convertirte en un zorro que grita “¡castígame, osito, he sido muy malo!”? (si, es un chiste en referencia a la famosa serie de televisión).

Si hay un país donde uno puede entrar a un club vestido de unicornio BDSM y nadie parpadea, es Berlín. Una ciudad, que quienes conocemos el mundo BDSM, somos conocedores de que lleva años en la vanguardia de todo, desde el BDSM mas extremo y peligroso... al mas inocente y achuchable. Estos alemanes siempre van un paso por delante, incluso para perder todas las guerras que comienzan.

Puede parecer una locura, pero en el fondo, estas mazmorras nos enseñan algo: el deseo humano no tiene límites… ni forma. Puede venir envuelto en cuero negro o en un panda con arnés de arcoíris. Y eso, reconozcámoslo, es maravilloso. Y eso nos enseña otra cosa aun mas importante: el BDSM no tiene porque ser algo violento, ni agresivo, ni te tiene que poner contra la pared. El BDSM también puede ser algo suave y mullido donde los roles se respeten y todo fluya como el sirope de fresa sobre un helado.

Así que ya sabes: si te cruzas con un conejo de dos metros con mirada de deseo y un látigo en la mano, no huyas. Podría estar invitándote a una noche de BDSM suave y mullidito.

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