La mente humana es, con toda seguridad, el instrumento más complejo creado jamás por el universo (o creado por Dios si es que habéis abrazado la fe más alucinógena). La mente humana es tan perfecta que incluso el más idiota de los mortales posee una mente más compleja que el más inteligente de los animales. Y, a pesar de habérsenos regalado una mente que puede alcanzar cualquier propósito (desde llegar a la luna a concursar en "la isla de las tentaciones") seguimos gastando neuronas en conseguir abrir ese rebelde envoltorio de CD o maquinando planes para tener más dinero que nuestro vecino.
Lo cual me lleva a otra reflexión: todos tenemos una mente, pero no todos la utilizamos en la misma medida. O de la misma forma. No obstante, nuestra personalidad (que es la que marca ese nivel de uso) también reside dentro de la mente. Es como si todos los coches se impulsasen con gasolina, sin embargo, no todos llegasen al mismo destino. ¿Por qué sucede eso? La respuesta (mi respuesta) radica en eso que denominados "aprendizaje" (ya sea constructivista o conductista).
Algunas personas creen que tengo una mente superior solo
porque escribo bien o porque reflexiono sobre lo que ellas no reflexionan. Permitidme
que desmonte esta teoría al tiempo que echo paladas de tierra (e incluso cal) sobre mí mismo:
escribo bien porque leo mucho. No hay más secreto. Cuando era pequeño, mientras el resto de los
niños iban en bicicleta o jugaban al fútbol, yo me encerraba en mi cuarto a
leer todos los libros que encontraba en casa. Y de la misma forma que los niños
que jugaban a fútbol se esforzaron en ser futbolistas, yo me esforcé en ser
escritor. No tiene tanto mérito el escribir bien si has leído mucho. Lo del fútbol ya es harina de otro costal. Como consecuencia de la continuada lectura, mi mente se desarrolló plagiando cuantas ideas leía. Resumen: no tengo una mente privilegiada, sino que soy un
burdo copión. Y no hablo desde el síndrome del impostor, hablo desde la
realidad de quien soy. Y es que todo ya está inventado.
Este primer texto sobre la mente humana es simple: no
podemos alcanzar a comprenderlo absolutamente todo, aún menos aquello que nos es ajeno.
Impostores somos muchos. Todo aquel que produzca ficción es un impostor por el
simple motivo de que es un mentiroso que pretende hacer lo más real posible
algo que nunca existió. Y yo soy de esos. También porque me encuentro más cómodo en la ficción que realidad (así de mal funciona mi mente).
Lo que me lleva al gran tema del que siempre me ha apasionado escribir: la mentira (aunque sea mintiéndonos a nosotros mismos que es la más perversa de las mentiras). Pero hoy no hablaremos de la mentira porque este texto va sobre algo que tenemos y que infravaloramos, que utilizamos de forma errónea y que nos mueve a equivocarnos constantemente. ¿Por qué sucede esto? Tenemos la mejor de las herramientas y la usamos mal: la mente humana. No hablo ahora de esos desajustes químicos del cerebro que hacen que desvariemos hacia lugares indeseables. Hablo de que, desde la lucidez y la salubridad mental más absolutas, continuamos desaprovechando nuestro cerebro y haciendo de la mente un instrumento menos valorado que, por ejemplo, nuestros genitales.
Tengo una teoría de por qué sucede eso. Los estudios dicen que la perfección asusta. Si tuviésemos una cara absolutamente simétrica, eso aterraría a los demás.
El cartel de "La huérfana" generaba terror porque es un montaje simétrico del rostro de la protagonista (una mitad espejo de la otra) |
La asimetría de nuestro rostro es atrayente. Se hicieron estudios con textos magníficos, recetas magníficamente cocinadas, películas aparentemente perfectas… y no eran tan valorados como aquellos que contenían imperfecciones. Está demostrado que el mejor escritor es aquel que escribe el texto perfecto y después lo llena de imperceptibles imperfecciones que lo humanizan.
Por eso nos gusta desaprovechar nuestro cerebro: porque nos
hace parecer más humanos, nos hace olvidarnos que podemos alcanzar cuanto deseemos y nos permite estar sentados en el sofá viendo películas de Netflix y eructando. Todo es cuestión de bajar tanto el listo que puedas conseguir la medalla de salto de altura dando un simple pasito.
Ser perfecto, además de provocar rechazo, es aburrido. Bienvenidas sean las mentes imperfectas.
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