miércoles, 18 de diciembre de 2024

La primera vez en el BDSM (con alguien conocido)



¿Cómo enfrentarte a una primera sesión de BDSM con alguien que conoces desde hace tiempo?

Por partes: comencemos especulando con que te gusta el BDSM, sientes curiosidad o ya lo has practicado antes. De repente, descubres que alguien de tu entorno también lo practica y sientes la mínima complicidad o curiosidad para sugerirle que podríais tener una sesión. ¿Cómo decirlo equivocarte? Ese es otro problema. Imaginemos entonces que los dos estáis interesados y ambos sois consciente de esa atracción (cómo hemos llegado hasta aquí es lo de menos), y esta curiosa realidad plantea un escenario que lo cambia todo. 

De repente esa persona con la que habías compartido unas risas, una cerveza o una confidencia, esa persona de tu entorno te va a someter o tú te vas a someterla a ella. ¿Conseguireis meteros en el rol sin que se os escape una sonrisa? Podéis. Es más, posiblemente va a funcionar mejor que si fueseis dos desconocidos. Porque el problema no es la primera vez con un conocido sino los días posteriores. El momento funcionará de maravilla ¿pero después? La realidad es que os volveréis a encontrar fuera del rol con familia, amigos o compañeros de trabajo. Y esa persona que os sometía o a quién os habéis sometido, vuelve a ser esa persona de risas, cervezas y confidencias. ¿Podréis seguir comportándoos como siempre? 

Complicado responder a eso porque es vuestras dinámicas habrán cambiado después de la sesión (o sesiones). La complicidad entre vosotros se habrá multiplicado exponencialmente, igual que la atracción. Y eso, si podéis manejarlo, es maravilloso. Es una sensación genial estar rodeados de personas, cruzarte una mirada con tu dominante o tu dominado y esbozar una media sonrisa cómplice. Algo que solo os pertenece a vosotros.

Resumen: funciona.^

Pero en todo cuento con final feliz hay siempre un villano: la cosa se complica cuando existe cierto componente “peligroso“ en la ecuación del tipo "soy el dominante o el dominado de la pareja de alguien que conozco".

De acuerdo, ese no es el mejor de los escenarios, ahí debemos tener más cuidado, tanto por pasiva como por activa. Pero ojo: también es MUCHO MÁS divertido. Lo reconozco, soy un amoral. Y a mucha honra. Vosotros también. Aunque os esforcéis en asegurar lo contrario. La fidelidad está sobrevalorada.

¡Toma ya!


domingo, 15 de diciembre de 2024

Sucio a ojos de los unos y luminoso a ojos de los otros

 


Tratar a cualquier ser humano con respeto es fundamental en cualquier interacción, sea del tipo que sea, que tengamos con los demás. No obstante, si lo que buscamos (y si estás leyendo esto es porque quizás lo busques) es explorar dinámicas consensuadas que involucren roles o fantasías específicas, como las relacionadas con el BDSM o juegos de roles, es crucial que hacerlo de manera abierta, segura y con mutuo acuerdo. ¿Que tiene que ver el respeto con todo esto cuando la imagen que tienes es la de una persona usando a otra? Cualquier dinámica, incluso en el ámbito BDSM debe basarse en una conversación abierta sobre límites, expectativas y deseos. Siéntate a hablar sin tapujos, exponiendo tus intereses, hablando de cómo te sientes al respecto y cuáles son tus límites. Lo mejor del BDSM es que nadie te juzgará por tus deseos, aunque te parezcan oscuros y enfermos, lo máximo que te puede pasar es que la otra persona no quiera explorar esa práctica. Tan solo eso. Pero recuerda que, aunque se trate de un juego de roles, la base debe ser siempre el respeto. Incluso en un contexto de fantasía, es crucial que ambas partes se sientan valoradas y cuidadas. Y eso incluye intentar comprender al otro y no juzgarle. ¿Que la otra persona te pide que la escupas y la abofetees? Si eso es algo que la otra persona desea y a ti no te molesta: hazlo. Pero hazlo recordando que las personas no son objetos ni están ahí para satisfacer tus caprichos. Puede parecer un contrasentido pero tratar a alguien de manera humillante o degradante es aceptable, es sano y es divertido… si es lo que desea la otra persona.

Y llegados a este punto, si has llegado hasta aquí por casualidad y estás leyendo con el ceño fruncido podrás decir “este tipo de personas son unos enfermos”. De acuerdo, puedes hacer ese juicio rápido desde la ignorancia de quienes somos y qué hacemos.Yo mismo te estoy juzgando y no te conozco. Prejuzgar es normal. Pero tenemos que tener la suficiente inteligencia para seguir conociendo y pasar del prejuicio al juicio con argumentos.

Has de saber que quienes practicamos BDSM nos divertimos desde el consenso y sin juzgar a los demás. Estableciendo límites, explorando esos límites, jugando, disfrutando y emocionandonos con algo que ninguna otra práctica existente puede ofrecernos: la absoluta libertad de ser nosotros mismos sin miedo a ser juzgados.

El placer tanto físico como intelectual en su forma más luminosa y divertida.

miércoles, 4 de diciembre de 2024

El borde del acantilado (relato)

 


La mujer se pregunta qué diablos hace arrodillada frente a ese hombre, se pregunta cómo diablos ha llegado hasta esa situación. Diablos, diablos y diablos. Preguntas, preguntas y mas preguntas sin respuesta. Ahora sólo queda decidirse por la opción A o por la opción B, no hay más opciones. Y, llegados a este punto, la mujer siente todo lo idiota que ha sido por tener dudas cuando las opciones se han reducido a tan solo dos. ¿Y ahora qué? De nuevo diablos, diablos y media docena más de diablos. La intuición sabe lo que quieres antes de que lo racionalices así que solo debe cerrar los ojos e imaginar haber elegido una de las opciones. Bueno, eso será fácil, ya lleva una venda en los ojos. 

Opción A: abrir la boca y permitir que el pene de aquel desconocido entre y salga de su boca hasta la explosión final.

Opción B: arrancarse la venda de los ojos, levantarse, pedir perdón (o no pedirlo) y salir corriendo de allí.

La opción A desagrada a todo su ser pero estimula a su parte más sumisa y depravada. La opción B le hace sentir temor a defraudar a aquel tipo, necesita su aprobación por encima de todo. ¿La necesita realmente?

Quizás debe simplificarlo todo: ¿le apetece chuparle la polla a aquel tipo? Por supuesto que sí. Por supuesto que no. Si tomar una decisión fuese tan sencillo no existirían ni los debates electorales ni los divorcios.

La mujer permanece en silencio con la boca cerrada. Imagina al hombre frente a ella, con el pene erecto, con un rictus de confusión dibujado en su cara. Imagina que la decepción comienza a instalarse en el alma de aquel tipo que iba a ser su amo. O que es su amo. O que será su amo. Imagina que el tipo estará pensando en que ella siente miedo y va a salir corriendo de allí. Quizás tenga razón.

Opción C: decirle al hombre que quiere hablar un momento antes de comenzar.

No, eso debería haber sucedido antes. Además, ella es consciente de que comenzar a hablar rompería toda la dinámica que la ha traido hasta aqui. Le ha costado demasiado reunir el valor para hacerlo. Detenerse ahora lo único que conseguiría sería volver a empezar.

¿Quiere ser sumisa? ¿Quiere ser una perra arrastrada como la llama aquel tipo? ¿Quiere olvidarse de su bonita vida, de su pareja, de sus amigos... y sentir que es otra durante unas horas? La mujer quiere todo eso y quiere aún más. Pero sigue sintiendo que está al borde del precipicio, un lugar donde no es capaz de ver el fondo. El vacío frente a ella parece ahora inmenso, pero también hipnótico. No es el miedo lo que la mantiene estática, sino la mezcla de emociones que la ha llevado hasta allí. Esa es la clave. no es miedo. Una vida repleta de de decisiones tomadas para complacer a los demás, de sueños postergados por responsabilidades ajenas, la ha empujado hasta el borde del acantilado. Ha llegado el momento de tomar la decisión de complacer, pero hacerlo de forma consciente y salvaje.

La mujer abre la boca.

El hombre mete su pene hasta el fondo de su garganta, haciéndola toser, ahogándola.

-Buena perra arrastrada -dice el hombre.

La mujer, aun con el pene ahogándola, sonríe. Cayendo al vacío desde el borde del acantilado. 

sábado, 30 de noviembre de 2024

La violencia consentida

 



En el BDSM, una de las muchas prácticas que existen es el uso de la violencia ya sea verbal o física. Vaya por delante, y como medicamento para los posibles ofendiditos: estamos hablando de algo que se hace dese el consentimiento de todas las partes. Es más, es algo que se hace porque produce placer.

Recomendación: quizás haya gente que lea esto y juzgue a alguien que obtenga placer con la violencia como la consecuencia de un problema mental. Si esto es así, no hace falta que sigas leyendo, quedas liberado para seguir con tus tareas diarias sin la necesidad de perder el tiempo intentando comprender las reflexiones de quien, para ti, es un enfermo mental.

A partir de este párrafo vamos a intentar no diferenciar el tipo de violencia, si es verbal o física, de esta forma abreviaremos texto, evitamos repeticiones y lo tendremos todo mucho más claro. Por supuesto que la violencia verbal es diferente de la física: pero ambas son violencia. De eso estamos hablando.

¿Cómo es que alguien puede disfrutar siendo violento o recibiendo violencia? La clave está en el punto de vista. Querido/a lector, quizás te sorprenda pero tú has disfrutado muchas veces de la violencia. ¿No estás de acuerdo? Te lo explicaré desde mi púlpito de pretendida superioridad para iluminar tu triste vida: por ejemplo, tu has disfrutado cientos de veces con la violencia en película o en series. ¡No, eso es mentira! Argumentarás como primera defensa a este ataque. Claro, tu no has disfrutado con la extrema violencia que ves en series como "Juego de tronos" o "The walking dead", no disfrutas con la violencia en las películas de acción. Claro que si, tu nunca has disfrutado viendo violencia. 

De acuerdo, llegados a este punto en que te has dado cuenta de que realmente disfrutas con la violencia, te contaré algo: soy un tramposo. Estoy hablando de "violencia" sin tener en cuenta el contexto... hablo de violencia en la ficción o como forma de arte y eso, no tiene nada que ver con la violencia en si misma. ¿Verdad? Entonces déjame preguntarte algo: ¿por qué juzgas a dos personas que a modo de performance y metidos en un rol, juegan con la violencia consentida como parte de ese placer que es diferente pero parecido al que tu experimentas con la violencia en la ficción?

Ah, que la violencia es violencia solo si es real, da igual que sea consentida. Y para ti, la violencia es algo que criminalizas desde que tienes uso de razón.

No te convenzo ¿verdad? Permíteme entonces que de paso a alguien que sabe más que yo (algo bastante fácil, por otro lado)

"La comprensión contemporánea del sadismo y el masoquismo ha evolucionado más allá de las teorías de Freud y otros pioneros. Hoy en día, muchos psicólogos y sexólogos consideran que estas prácticas, cuando se realizan de manera consensuada, pueden ser formas saludables de explorar la sexualidad y la identidad personal.

Tanto las prácticas propias del sadismo como del masoquismo pueden ser expresiones de deseos y fantasías pero deben negociarse y acordarse entre adultos, de forma consensuada y responsable. En este sentido, la comunicación abierta y la confianza son fundamentales para asegurar que estas prácticas se realicen de manera segura y respetuosa.

Por último, destacar que el sadismo y el masoquismo siguen siendo temas fascinantes y complejos dentro del campo de la psicología. Al explorar estas prácticas con una mente abierta y una comprensión de sus raíces y manifestaciones, podemos apreciar mejor la diversidad de la experiencia humana y la profundidad de nuestras motivaciones psicológicas. En última instancia, lo más importante es reconocer y respetar los límites y deseos de todos los involucrados, asegurando que cualquier exploración de estos comportamientos se realice de manera consensuada y segura"

¿Y yo que opino de todo esto? Buena pregunta (dice quien ha hecho la pregunta en un ejercicio de ego infinito)

Como amoral que soy (entendiendo la amoralidad como que no sigue la moral establecida), no tengo ningún problema con la violencia en el BDSM. Si me preguntas si me gusta infringirla como amo te contestaré que no es mi práctica favorita a no ser que tenga claro que la otra persona disfruta con eso, en ese caso me encanta. No soy un sádico, no necesito eso en una sesión a no ser que la otra persona lo desee (con tendencias masoquistas) o desee probarlo. En ese caso, como en todo en la vida, me entrego a fondo. Y lo disfruto, claro, pero no por la violencia en si que, en cierta forma, rechazo aunque sea en un entorno consentido, la disfruto porque veo disfrutar a la otra persona.

De eso se trata todo.


martes, 26 de noviembre de 2024

El umbral (relato y reflexión)

 



La nueva sumisa se detuvo frente a la puerta, sintiendo el peso del aire frío del invierno envolviendola como una segunda piel. Sus dedos temblaban sosteniendo el teléfono, leyendo una vez más el mensaje. El edificio, una construcción antigua de ladrillos oscuros y grandes ventanales parecía contener secretos en cada balcón lleno de flores, en cada luz proyectada desde el interior. ¿Sería una de esas luces la de la casa del hombre? La nueva sumisa respiró hondo, intentando calmar el torbellino formado en su pecho. Su mente era un campo de batalla entre la obediencia que tanto había deseado desde que tenía uso de razón y el miedo, puro y visceral, a lo desconocido, el miedo a las consecuencias. El miedo a dar un paso que convirtiese todo en algo diferente. Había leído y fantaseado sobre esto durante días. Pero ahora que estaba allí, frente a aquella puerta, sentía que el mundo se le encogía bajo los pies. ¿Y si no era suficiente? ¿Y si su cuerpo traicionaba su voluntad? Miró el teléfono una última vez, buscando desesperadamente algún mensaje que suavizara la tensión, pero no había nada más. Todo estaba dicho. No habría más palabras, solo actos. 

Con un último suspiro, levantó la mano y oprimió el botón del portero automático, un zumbido sonó al cabo de unos instantes, formando un resonante eco en su propia mente. Empujó la puerta y sintió cómo se abría, pesada y lenta, revelando un pasillo luminoso al final del cual se veía la puerta de un ascensor.

La nueva sumisa avanzó un paso, y luego otro. La puerta del edificio se cerró detrás de ella con un sonido sordo, apartándola de su mundo, como la pesada puerta de madera de una mazmorra. Allí, esperando al ascensor, sólo quedó su respiración entrecortada y un miedo que no era terror, sino expectativa.

Al poco rato estaba frente a la puerta, entreabierta. La nueva sumisa la empujo, un pasillo iluminado la esperaba, no se veía a nadie más. A su derecha, como le había dicho el hombre, un antifaz colgaba del telefonillo del portero automático.

La nueva sumisa bajo la vista, observando sus zapatos, sus medias negras, la falda por encima de la rodilla, observó sus manos, su teléfono móvil. No podía ver más allá de ella misma. No quería mirar la decoración del pasillo. Finalmente cogió el antifaz y se lo colocó.

-Ya estoy, amo.

Unos pasos acercándose a ella, antes había visto y hablado con aquel hombre en otros momentos, nada que ver con el actual. ¿Cómo imaginar que aquel tipo era un amo? ¿Cómo habría adivinado el que ella sentía esa sumisión anclada en el pecho?

—Bienvenida -dijo él, con esa voz tan peculiar.

Y entonces la nueva sumisa supo que ya no había marcha atrás.

-

Muchas veces he escrito este mismo relato de diferentes formas. Quien me lea habitualmente creerá que estoy obsesionado con este escenario, el de una mujer que desea ser sumisa y que viene a mi casa a ser sumisa sin verme en ningún momento.

La primera impresión, repitiendo este relato puede ser la de que me gusta mostrar la fragilidad de la mujer, llenándola de dudas, al mismo tiempo que yo me pongo en una posición de poder, no permitiéndole ni mirarme a los ojos.

Muchas personas interpretarán este relato como una propuesta, otros como una fantasía, algunas personas lo verán como la descripción de algo que ha sucedido realmente.

La mayoría pensarán que es un escenario donde yo tengo más a ganar que ella.

Puede parecerlo… pero la realidad siempre ha sido completamente diferente. De la misma forma que una fantasía es diferente de la realidad.

Pero tú continúa en tu comodidad, di que sí.

lunes, 25 de noviembre de 2024

Premisa, certeza, reflexión, respuesta, conclusión, duda y consejo



Premisa: no es necesario verbalizar ciertas evidencias. Enumerar las verdades en voz alta puede doler, aunque seamos nosotros los únicos oyentes de cuanto estamos contando a los cuatro vientos.

Certeza: no soy una gran persona, nunca lo he sido ni lo seré. Y creo que no me importa demasiado, tampoco me duele verlo escrito. No soy bueno ni malo, soy yo.

Reflexión: A menudo, lo que consideramos "bueno" o "malo" es una construcción mental cuyos materiales son las normas culturales, experiencias personales y nuestra relación con los demás. No es mi caso. Tengo claro que no soy una buena persona, tampoco mala. Pero tengo claro que no hago nada por mejorar ciertos aspectos, por solucionar lo que se etiqueta como "malo". ¿Por qué? No tengo una desconexión emocional respecto a mis actos, los sufro como cualquier otro mortal. Negar mi maldad tampoco forma parte de un mecanismo de defensa. Aun menos infravaloro las normas o los juicios. No creo que hacer cosas mal me haga más auténtico.

Respuesta: tengo un sistema de valores diferente al que comúnmente se acepta, y por eso no tengo problema en actuar de manera que otros considerarán "mala".

Conclusión: la vida no consiste en encajar en un molde de buenismo sino en asegurarnos de que nuestras elecciones están alineadas con lo que somos o queremos ser.

Duda: ¿Y si eso afecta a quienes nos rodean?

Consejo: intenta que no les afecte de la misma forma que intenta que no te afecte a ti. En el equilibrio está la respuesta (también en la necesaria mentira).

El deseo: la linea entre el si y el no



Aceptar nuestros deseos es comenzar a caminar hacia la libertad. Vivimos en una sociedad donde se nos enseña a reprimir aquello que sentimos, aquello que desafía normas, expectativas o nuestra propia percepción de lo "correcto". Sin embargo, nuestros deseos son parte de cuantos somos. Nuestros deseos cuentan más de nosotros que todas esas certezas que verbalizamos a diario. 

Reconocer un deseo, sea cual sea, no significa actuar inmediatamente sobre él, sino comprenderlo. Tomarnos cinco minutos para preguntarnos de dónde viene ese deseo, como nos define y, sobre todo, detenernos para comprender también si es algo que queremos explorar o debemos dejar ir. Este proceso no es sencillo porque algunos deseos tiñen esa reflexión de miedo, culpa o vergüenza, sentimientos arraigados en creencias culturales o personales.

La maldita moral instaurada en la sociedad que etiqueta algunos deseos como perversiones, un término que carga con el peso del juicio social y/o moral. Sin embargo, lo que se considera una perversión no es más que una etiqueta cultural que varía el tiempo, lugar y las normas de cada sociedad. En esencia, nuestros deseos más profundos —incluso aquellos que podrían considerarse fuera de lo convencional— son una parte intrínseca de nuestro ser y de nuestra diversidad emocional y sexual. Aceptar nuestros deseos (sea "perversiones" o no) comienza con un acto de autocompasión. No se trata de ceder a todos los impulsos sin reflexión, sino de explorarlos con curiosidad y responsabilidad. Aceptar nuestros deseos implica valentía porque nos obliga a mirarnos sin máscaras, desafiandonos a aceptar nuestras luces y sombras, entendiendo que desear no nos hace débiles ni criminales... nos hace más humanos. Nos invita a construir un equilibrio entre lo que queremos y lo que consideramos ético, saludable y respetuoso, tanto con nosotros mismos como con los demás. Nos enseña a trazar una línea imaginaria donde a un lado hay un gigantesco "si" frente a otro gigantesco "no". 

Hace ya demasiados años conocí a una persona que me enseñó que todo deseo y/o fantasía debe ser aceptada, por muy terrible que nos parezca, por muy negativamente que nos defina. Porque en ese proceso es cuando nos conocemos. Podemos dejar para siempre ese deseo en el "no" pero en esa decisión habremos  reconocido una parte de nosotros en vez de negarlo. 

La verdadera liberación llega cuando dejamos de juzgarnos por lo que sentimos y empezamos a vivir en sintonía con nuestras emociones y necesidades, abriendo la puerta al conocimiento y al crecimiento. Quizá descubramos que nuestros deseos nos llevan por caminos inesperados, pero también hacia una versión más plena y honesta de nosotros mismos. Explorar nuestros deseos sin vergüenza nos ayudará a entendernos mejor, liberándonos de presiones externas que nos hacen sentir culpables por nuestra naturaleza. Aceptar no es rendirse, sino entender que la línea que separa el "si" del "no" es algo que podemos mover. Nos permite romper con esa represión que nos hemos impuesto y establecer relaciones más auténticas. Vivir en coherencia con uienes somos realmente. Y es que, al fin y al cabo, el mayor acto de amor propio es mirarnos al espejo, reconocer todos los aspectos de nuestra mente y corazón, y decirnos: "Está bien ser quien soy, con mis deseos, con mis perversiones, con mis defectos, con todo cuanto ya no estoy dispuesto a negar ni un dia mas."

Aprender y avanzar.