Lo más curioso de todo es que no siempre sé qué estoy escribiendo. A veces es una idea brillante (la menor de las veces, lo reconozco). A veces es una lista de la compra que lleno de adjetivos innecesarios como "pan delicioso" o "fruta sabrosa". Quizás solo esté escribiendo una frase que en mi cabeza suena espectacular pero que no significa nada. ¿Por qué apunto todo eso? No lo sé, pero lo apunto, por si acaso. He intentado desintoxicarme sin recurrir a ninguna clínica especializada, como esos que dicen que han dejado las sustancias solo con fuerza de voluntad, repitiéndome “Hoy no escribas nada”. A los cinco minutos estoy escribiendo un texto sobre cómo se siente uno cuando no escribe. Y lo peor de esta maldición es que me encanta. Me gusta tanto que sospecho que esto no es una adicción, sino una forma de vida. Una condena.
viernes, 14 de noviembre de 2025
No puedo parar de escribir
La (nada) sutil diferencia entre la filosofía y filosofar
Me gusta hablar. Mucho. Hablo en la ducha, hablo en el coche cuando conduzco, hablo en voz baja cuando leo los ingredientes del champú. Hablo mucho porque me gusta escucharme, es lo que tiene ser un egocéntrico de marca blanca. Cuando estoy frente a alguien y no dejo de decir tonterías, me interrumpen con (casi) admiración diciendo “¡Qué filosófico!”. Yo sonrío, asiento e inmediatamente rezo porque no tengamos que hablar de filosofía de verdad. Porque lo que mejor se me da es construir frases que he leído en algún lado y montar un delicado andamiaje con ellas que espero que no se desmorone. Ayer una persona me pregunto si me gustaba la filosofía y le contesté inmediatamente que sí, pero creo que no fue la mejor de las respuestas porque la cruda realidad es que no tengo la menor idea, me gusta, la leo ocasionalmente y la comprendo, pero sigo siendo un ignorante. ¿El motivo? En parte es debido a mi escasa capacidad de retención y también por culpa de mi desmesurado ego que me hace creer que mis conclusiones filosóficas son mejores que las de los mejores filósofos de la historia. Como ese machirulo que está comiendo doritos sentado en su sofá viendo como Messi falla un gol y grita “¿Cómo puedes fallar eso, si lo meto hasta yo?” cuando en realidad lo único que ha metido en los últimos quince días es la pata cuando le preguntó a su vecina con sobrepeso si estaba embarazada.
Las cartas sobre la mesa: no
tengo ni idea de filosofía. Pero filosofar, eso sí que lo hago, de maravilla,
como el mejor actor del mundo.
Filosofar no es citar a Platón en
latín ni conocer el significado de “ontología” (he tenido que ir a buscar una
palabra aparente, lo reconozco… y sigo sin saber qué significa). Filosofar es
preguntarte cosas que no tienen respuesta fácil. Es quedarte embobado mirando el tambor de la lavadora dando vueltas con tu ropa dentro y preguntarte que sucedería si el alma tuviese un programa de lavado rápido. Filosofar es jugar con conceptos e ideas como quien juega con fuego. Soy muy juguetón, lo reconozco.
Demasiado.
Lo he confesado antes, me gusta
hablar. Mucho. Incluso me gusta hablar sin saber. Pero ojo: soy consciente de mi propia ignorancia. Y ahí está la magia: filosofar no exige tener respuestas, exige tener
preguntas. Y yo tengo muchas. ¿Por qué nos enamoramos de quien no nos conviene?
¿Por qué el tiempo pasa más rápido cuando estás en el baño que en una cena
familiar? ¿A dónde van a parar los calcetines que se pierden? ¿Por
qué nos estimula intelectualmente una persona desconocida?
Voy a hacer un grandioso ejercicio de ignorancia y estupidez: no saber de filosofía me libera.
No tengo que respetar escuelas, corrientes ni recordar nombres. Puedo inventar
mis propias teorías basadas en memes que he visto en Instagram. Puedo decir que
el sentido de la vida es tener la bateria del móvil siempre al 100%. Y si alguien
me corrige, sonrío irónicamente y digo: “Gracias por tu aporte, Sócrates”.
Filosofar es construir la torre Eiffel
con palillos. A veces la construcción es elegante, aparente, hermosa incluso. Otras
veces es un despropósito que apenas se mantiene en pie, construido con preguntas sin respuesta. Yo soy mas de lo segundo. Pero, y aquí está el secreto,
si al final alguien se queda pensando, aunque sea un segundo, ya has generado
una corriente filosófica, aunque sea tan insignificante como el cerebro de ese
señor de pelo naranja que quiere dominar el mundo.
No tengo estudios de filosofía, tampoco una pipa a la que dar profundas caladas sentado en un sofá frente a una chimenea para parecer profundo. Pero tengo curiosidad, ganas de hablar y cero miedos a decir tonterías con estilo. Y eso, sabedlo ahora, es filosofar. Lo siento, mentí cuando dije que me gustaba la filosofía… lo que me gusta realmente es filosofar.
miércoles, 12 de noviembre de 2025
¿Puede una Inteligencia Artificial sustituir a un dominante en una relación BDSM?
En el BDSM, el dominante no es solo quien manda. Es quien cuida, observa, escucha y se adapta al consentimiento y bienestar de la persona dominada. No es un jefe cabreado, sino un terapeuta con órdenes firmes y agenda emocional. Requiere empatía, intuición, responsabilidad afectiva y una lectura constante del lenguaje verbal y no verbal. Es una práctica profundamente humana lo que implica emocionalidad e intelectualidad.
Algo que no puede hacer un Excel con voz sexy (lo siento, tenía que hacer la bromita).
¿Entonces puede una IA simular a un dominante? Por supuesto que sí: con scripts, algoritmos y respuestas adaptativas. Ya existen dóminas virtuales que dan órdenes, corrigen comportamientos y hasta ofrecen “aftercare” digital. Pero todo está preprogramado. No hay deseo genuino, ni conciencia, ni responsabilidad. Es como jugar al ajedrez con Siri: puede ganar, pero no disfruta humillándote.
La clave esta en la pregunta: ¿puede una IA simular a un
dominante? Puede simularlo, pero siempre será una simulación. Lo se, he hecho trampa al solitario, la pregunta original habla de "sustituir", no de "simular", pero como no soy una IA, necesito de recursos literarios torticeros para seguir mi relato.
Ahora las buenas noticias: la IA siempre está disponible,
incluso a las 3:00 AM cuando te sientes traviesa. Además, se adapta a tus
gustos con precisión quirúrgica porque una IA esta programada para darte
siempre la razón, para hacerte feliz. Además, una IA no juzga, no se cansa, no
te deja en visto en whatsapp. Un escenario ideal para quienes quieren explorar
sin exponerse emocionalmente. Pero cuidado: lo que empieza como una fantasía
controlada puede acabar en una relación emocional con un chatbot que no sabe que
es el sudor, los gemidos o el roce de la piel. El ser humano reacciona al olor,
al miedo, a la duda, al roce o al silencio incómodo. La IA no, no existe reciprocidad
real. Es como bailar bachata con una tostadora.
¿Queréis saber algo? Tinder ya usa IA para mejorar los
matches. ¿Qué impide que un día te salga un perfil que diga: “Soy DomGPT? Te
haré cumplir tus límites. Swipe si aceptas el contrato”? La IA podría analizar
tus fotos, tus emojis, tus respuestas y hasta tus memes para adaptar su estilo
dominante. Pero… ¿Quién tiene el control? ¿Tú, el algoritmo de la IA o la
empresa que lo entrena? La pregunta da miedo, lo se. Pero es ese miedo irracional que tenemos todos a la IA. Un miedo que, en cierta forma, se asienta en el miedo a ser reemplazados.
Aquí entra el dilema ético: si el consentimiento es simulado, ¿la relación también lo es? Pues sí. Un dominante virtual NO es un dominante. Es una performance sin alma, sin límites y sin responsabilidad.
Desde el punto de vista psicológico, la IA puede ser útil
para explorar fantasías en un entorno seguro. Pero también puede crear una
falsa sensación de seguridad y acabar en una adicción emocional a una
simulación. Es como enamorarse de un holograma que te dice “te amo” cada vez
que pulsas enter.
Si estás comenzando y quieres información sobre BDSM o quieres jugar un poco con la IA para ser sometido/a... hazlo. Ese entorno seguro puede que te ayude. Pero recuerda siempre: eso no es BDSM, es otra cosa.
¿Y si desarrollamos nuestra propia IA dominante? Perfecto.
Pero cuidado con el nombre: no la llamemos DOMINABOT, que ya existe el
DOMINOBOT… y juega al dominó. No queremos confusiones. Imagínate que en vez de
azotes te propone una partida.
jueves, 16 de octubre de 2025
Dirty talk en el BDSM: lenguaje como herramienta de control
En el mundo del BDSM, donde el “sí” se negocia y los roles se reparten, el lenguaje no es solo picante… es estrategia. El famoso “dirty talk” (ese hablar sucio que a veces nos sale sin pensar) aquí se convierte en una herramienta que sirve para provocar, ordenar, conectar y hasta construir personajes dentro de una escena (roles dentro de una sesión). Porque no es lo mismo soltar un “qué bueno estás” en medio del frenesí que decir “eres mío, perro” con toda la intención de marcar territorio (aunque sin mearnos, claro). A su vez, la sumisión verbal (responder con “sí, señor/a” o simplemente pedir permiso para hablar) puede ser una forma de entrega total, incluso más intensa que la física. En el BDSM, esas frases se cocinan a fuego lento: se pactan, se afinan y se lanzan como flechas con un único propósito. No es improvisación, es arte verbal con látigo incluido. El dirty talk en BDSM no se tira al aire como confeti, necesita contexto, consenso y una buena dosis de juego mental. Pero que sepas que nadie te va ayudar a aprender esto del "dirty talk" porque no son simplemente frases caliente que puedes aprender... esto va de crear mundos.
Este “hablar sucio” en el BDSM activa mecanismos psicológicos profundos. Según expertos en sexualidad, el lenguaje explícito puede desencadenar estados de trance erótico, aumentar la vulnerabilidad emocional y reforzar la confianza mutua. En este contexto, la voz del dominante puede convertirse en un ancla emocional, una guía que sostiene al sumiso en momentos de intensidad física o emocional. Siempre he defendido el uso de la voz en el BDSM, es, quizás, la mejor arma de la persona dominante. El saber que decir y como decirlo.
Además, el uso de palabras específicas que van de lo cariñoso a lo humillante, dependiendo del acuerdo, nos permite explorar fetiches, fantasías y límites de forma segura. *El lenguaje se convierte así en un espacio de juego simbólico donde se negocia el placer y el poder. Por ejemplo, si la persona sumisa disfruta siendo humillada y controlada pero no soporta el dolor, a veces el lenguaje es una forma de sustituir lo físico consiguiendo el mismo efecto.
Pero como toda práctica BDSM, el dirty talk debe estar enmarcado en el consentimiento explícito. No todas las palabras son bienvenidas, y lo que para una persona puede ser excitante, para otra puede resultar desencadenante o doloroso. Por eso, la importancia de establecer previamente listas de palabras seguras, frases prohibidas o códigos de detención verbal.
El dirty talk también puede ser una vía para explorar dinámicas de humillación erótica, degradación o adoración, siempre dentro de los límites pactados. En estos casos, el lenguaje no solo excita: *construye una narrativa compartida que puede ser tan poderosa como cualquier atadura o castigo físico*.
Dominar el dirty talk en el BDSM requiere sensibilidad, creatividad y escucha activa. No se trata de repetir frases cliché, sino de leer el cuerpo del otro, interpretar su respiración y las emociones para modular el tono, el ritmo y el contenido del discurso. Reaccionar para provocar. Un susurro puede ser más dominante que un grito; una pausa, más intensa que una orden. Es quizás la parte mas desconocida del BDSM pero, desde mi experiencia, la mas poderosa, la mas efectiva y, por que no… terriblemente divertida.
En definitiva, el dirty talk en el BDSM no es un accesorio: es una herramienta central para ejercer control, provocar placer y profundizar la intimidad. Siempre decimos que las palabras se las lleva el viento, en el caso del BDSM, las palabras sucias atan.
martes, 14 de octubre de 2025
El ángel caído, el demonio renacido
Hoy os quiero hablar de N.
Conocí a N. hace muchos años, cuando yo me creía un demonio errante, sediento de dominio, y ella se aparecía como un ángel recién caído, un alma tan pura que merecía ser colocada con mimo frente al vitral de una iglesia, como ofrenda de luz. Pero la vida, con su ajustada ironía, nos desnudó de las máscaras con las que nos mostrábamos: ni yo era tan oscuro, ni ella tan celestial. Chocamos como dos bestias heridas, olfateando en el otro la promesa de un refugio. Porque hay heridas que no se curan en soledad, y hay lenguas que saben consolar mejor que el silencio de una casa vacía. Ella buscaba explorar los pliegues de su entrega, mientras huía de una realidad que le pesaba como un abrigo mojado. Yo buscaba todo lo que ella encarnaba: ese ángel dispuesto a descender, a rendirse, a ser gozado sin medida, sin horario, sin pudor. Pero no era solo un juego de roles, no todo orbitaba alrededor del BDSM. La realidad era la la dicha de estar acompañado por alguien cuya sola presencia te enciende, te eleva, te devuelve al mundo con los ojos brillando. Y es que no hay nada mas feliz que hacer feliz a otra persona. Yo intenté eso. Cuidarla, mostrarle el BDSM, escucharla e intentar comprender una vida diferente a la mía, su vida llena de contradicciones. No se si lo conseguí, me gustaría pensar que la ayudé tanto como ella me ayudó a mi sin darse cuenta. Aunque a la vista de ambos aquello era pasarlo bien, tener un lugar donde convertirnos en dos malditos y después sentarnos en el sofá a ver la tele. Porque incluso los ángeles, incluso los demonios, necesitan de cierta cotidianidad y compañía.
No puedo negar que su recuerdo me visita con esa nostalgia dulce y punzante que te susurra al oído: “hazlo de nuevo, aunque sea una sombra de lo que fue.” Hay memorias que no se conforman con ser pasado; se convierten en deseo, en eco, en promesa. Y aunque el tiempo las haya cubierto de polvo, basta una chispa —una mirada, un gesto, un silencio compartido— para que el cuerpo recuerde y el alma anhele repetir el rito, aunque sea en una versión lejana, imperfecta, pero viva.
Muchas almas han cruzado mi vida, algunas con el peso suficiente como para dejar cicatrices. Y sin embargo, es N. una de las que permanecen, como una agradable melodía que no se apaga y te invita a bailar en silencio, susurrando su nombre en el aire. ¿Por qué ella? Tal vez porque nos quedó pendiente una última conversación, esa que nunca ocurrió, una incomodidad que es una página sin escribir dentro de un libro. Necesito saber si está bien, si alguno de sus sueños (aquellos que acariciaba con palabras) se han cumplido. Quería ser escritora, y lo era ya, en su forma de mirar, en su manera de callar. Era poeta, incluso cuando no escribía. Rezo, sin saber a quién, para que su vida sea plenitud, sea fuego, sea calma.
Y sí, confieso que me gustaría tenerla de nuevo a mi servicio, sentir esa entrega que era también un juego de espejos. Pero no volvería a verla por todo eso. Volvería a verla solo por el temblor de su sonrisa tímida, por el sonido de su voz, que aún parece buscarme en los rincones del recuerdo.
viernes, 15 de agosto de 2025
El BDSM como camino de autoconocimiento y empoderamiento
El BDSM, más allá de todas esas cuerdas, látigos y órdenes que parecen instrucciones castrenses, puede convertirse también en una vía reveladora para conocerse a uno mismo. No hace falta tener una mazmorra en casa ni saber hacer nudos marineros para empezar a explorar. Lo primordial es la curiosidad, el respeto y, sobre todo, el consentimiento. Si conocéis el BDSM ya sabréis que no se trata de sufrir por sufrir, sino de comprender que es aquello que nos mueve y qué nos libera. Porque el BDSM nos hace sentir vivos… aunque sea con una venda en los ojos y alguien diciéndote que ni se te ocurra mover ni uno solo de los músculos de tu cuerpo.
Las personas descubren en el BDSM aspectos de sí mismas que ni la terapia ni los retiros espirituales logran sacar a la luz. Hay algo en todo esto de jugar con el poder, en cederlo o tomarlo, que desvela patrones emocionales, heridas antiguas y deseos que estaban escondidos detrás de la cortina del “yo soy normal” o "no tengo ningún problema". Spoiler: nadie es normal y todos tenemos problemas. En eso consiste vivir. Porque en el juego del BDSM (es un juego, contempladlo siempre así) uno aprende a poner límites, a comunicarse con claridad y a confiar, que no es poca cosa en estos tiempos donde hasta pedir un café descafeinado con leche de avena puede generar conflicto y ansiedad.
Volviendo al tema de los "juegos", el BDSM tiene algo que pocas prácticas ofrecen: la posibilidad de reírse de uno mismo. De acuerdo, hay momentos intensos, pero también hay palabras de seguridad que suenan a broma, posturas que desafían la lógica del cuerpo humano y silencios incómodos cuando la persona dominante ha olvidado el guante de látex en el microondas. Y en medio de todo este festival de lo ridículo, uno se empodera.
Elegir cómo, cuándo y con quién explorar tu deseo es un acto de soberanía personal. Cuando la gente empieza en la sumisión, gente joven, los demás (aquellos que conocen su "secreto") piensan que es un acto de rebeldía sin entender que, por muy joven que uno sea, la responsabilidad con uno mismo está construida en base a la exploración, el conocimiento, el descubrimiento de otros placeres y las emociones.
Así que no, no es solo un juego raro de adultos con tiempo libre. Es una práctica que, bien llevada, puede ayudarte a conocerte mejor, a sanar, a conectar y, por qué no, a descubrir que tu versión más auténtica aparece justo cuando te quitas la máscara… o te la pones.
Los que intentamos analizar el BDSM desde un punto de vista pragmático, siempre nos topamos con la misma pregunta: ¿somos mas auténticos cuando llevamos la máscara o cuando nos la quitamos? Es decir ¿el rol nos libera o es un juego que nos ayuda a liberarnos cuando no estamos en el rol? Volveré a plantearlo de forma aun mas simple: quien es mas nuestro yo ¿cuándo asumimos el rol o cuando no?
He tenido la oportunidad de conocer a mujeres que, en el ámbito del BDSM, se identificaban como sumisas, mientras que en su vida cotidiana desempeñaban roles de gran responsabilidad, tanto en el entorno laboral como en el familiar. Eran personas acostumbradas a tomar decisiones complejas, con implicaciones que a menudo les generaban una carga emocional considerable. Para ellas, adoptar una posición sumisa no representaba una contradicción, sino una forma legítima de descanso psicológico: una pausa voluntaria en la exigencia constante de tener que sostenerlo todo, de tener que ser la mejor, la exigencia de ser mujer y no equivocarse.
Esto plantea una pregunta interesante: ¿Eran más auténticas, en su rol de mujeres empoderadas o en su vivencia como sumisas? Tal vez la respuesta no esté en elegir entre una u otra, sino en reconocer que ambas facetas pueden coexistir con coherencia. El problema surge cuando se parte de la premisa errónea de que una mujer que se somete voluntariamente ha renunciado a su autonomía, a su individualidad o a su libertad. Esta visión ignora un aspecto fundamental: esa mujer ha elegido conscientemente la dinámica de la sumisión porque en ella encuentra seguridad, afirmación y poder. El acto de someterse, lejos de ser una negación de sí misma, puede ser una forma subconsciente de ejercer control sobre tu propia experiencia emocional y física.
Siempre que hagas las cosas bien... eso si.
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Si quieres saber más sobre este tema o proponerme algún tema sobre el que escribir, puedes contactar (discretamente) conmigo a través de INSTAGRAM @dopplerjdb / TELEGRAM @jdbbcn2 / eMAIL john_deybe@hotmail.com
martes, 12 de agosto de 2025
Una nueva forma de adrenalina: BDSM y parques temáticos
En los últimos años (y ya van demasiados) ese milenario país que es Japón ha vuelto a captar la atención global por una tendencia social curiosa y provocadora: el BDSM recreativo en parques de atracciones. Lo que comenzó como encuentros esporádicos organizados por comunidades alternativas, de repente, se ha masificado en eventos temáticos organizados y hasta autorizados dentro de algunos recintos de entretenimiento.
Pero la auténtica pregunta aquí no es si eso es algo normal o no, aquí la única pregunta es por qué llamamos a Japón cultura milenaria cuando prácticamente todos los países tienen una cultura milenaria. Es como lo de los ninjas... si muchos países tienen cultura de ninjas y solo conocemos a los japoneses... ¿eso no sería porque son los peores y no saben esconderse?
Perdón por la dispersión, volvamos al BDSM recreativo. ¿Qué diablos es eso? El BDSM se practica (tradicionalmente) en entornos íntimos y consensuados, es decir, en la intimidad de tu hogar o en oscuras mazmorras con aroma a látigo y lubricante. Sin embargo, en Japón, país conocido tanto por su cultura del respeto como por su tolerancia a las más diversas formas de expresión sexual y estética, es donde ha surgido esta nueva versión: el BDSM como experiencia lúdica y estética, ambientada en espacios controlados. Y es que en Japón, el BDSM en Japón es toda una industria (como cualquier cosa relacionada con el sexo). Un país de marcados tintes patriarcales donde, curiosamente, lo que mas abundan son las dominatrix. Al japonés le gusta ser humillado por una mujer. ¿Por qué? Responder a esta pregunta no es el propósito de este texto, pero tenemos que tener en cuenta, antes de nada, la paradoja de lo publico y lo privado como dos caras de una misma moneda. En lo privado hay centenares de Bondage Bars donde miles de hombres poderosos (ya sea económica o socialmente) buscan la dominación femenina.
Los eventos relacionados con el BDSM tanto en los Bondage Bars como en los parques temáticos de BDSM no implican actividad sexual e incluso evitan el contacto explícito. Se centran en la estética del dominio/sumisión, el vestuario fetichista, y dinámicas cercanas a la performance como "caminatas con correa", juegos de roles, simulaciones de castigos suaves y especialmente el shibari o bondage, todo en clave teatral y con consentimiento estricto.
Es decir: mientras en los Bondage Bars actúan de forma privada, en los parques BDSM actúan en publico mostrando prácticas menos explicitas. Un lugar donde exhibirse y ser visto... lo que toda la vida hemos conocido como exhibicionismo solo que aquí, además del componente BDSM hay otro aun mas importante: está tolerado por las autoridades. ¿Os imagináis a una mujer llevando una correa con un hombre caminando a cuatro patas en una ciudad española? Yo tampoco.
Y de ahí pasamos a este nuevo escenario: los parques temáticos que son esa exhibición publica relacionada con el BDSM pero en un entorno tematizado.
Algunos parques temáticos como Yokohama Cosmo World y recintos más alternativos en Osaka han comenzado a ofrecer noches temáticas exclusivas para adultos, donde el BDSM recreativo se convierte en parte de la atracción. Montañas rusas con "jaulas VIP", carruseles con sillas de restricción ligera y recorridos inmersivos con dominatrix actuando como guías forman parte del paquete recreativo
"Queríamos ofrecer una experiencia única, algo que combine adrenalina física y emocional", explica Naoko Shimizu, directora de marketing de un parque en Chiba que han hecho noches fetichistas. "Los visitantes no participan a menos que lo deseen, y todo está supervisado por expertos en seguridad y psicología."
Aunque sigue siendo un fenómeno de nicho, el BDSM recreativo ha ganado notoriedad y aceptación, especialmente entre adultos jóvenes interesados en explorar nuevas formas de autoexpresión, fuera de los cánones tradicionales. En realidad es una forma de liberar el estrés y jugar con los límites de forma segura. O al menos mas segura que en un local a puerta cerrada. Para muchos de esos jóvenes no es una práctica sexual sino que es algo estético, emocional, incluso artístico.
Sin embargo, no todo es aprobación. Grupos conservadores (que en Japón los hay... y muchos) han cuestionado la ética de este tipo de espectáculos en espacios que originalmente habían sido diseñados para una diversión en familia. Algunas asociaciones de padres han expresado su preocupación por la posible "normalización de prácticas sexuales en espacios públicos".
Japón no prohíbe expresamente este tipo de actividades, mientras se realicen dentro de los límites legales del consentimiento, la decencia pública y el respeto a terceros. Los parques que organizan estas experiencias establecen zonas delimitadas, horarios nocturnos y políticas de entrada exclusiva para adultos mayores de 20 años. Como un parque de atracciones al uso, vamos: zonas, horarios y control de edad...
Los expertos en cultura japonesa señalan que este fenómeno se inserta dentro de una tendencia mayor: el cruce entre el entretenimiento temático y la exploración personal. En un país donde lo privado y lo público conviven de una forma que los occidentales no comprendemos, el BDSM recreativo en parques no parece tan raro como podría serlo en otras sociedades porque en Japón, existe una larga tradición de performance, máscaras sociales y rituales. El BDSM recreativo puede verse como una continuación de eso, adaptado a los gustos contemporáneos.
Lo que para algunos es provocación, para otros es una forma legítima de juego y autoexploración. En los parques de atracciones de Japón, el BDSM recreativo ha encontrado un terreno donde el placer, la ficción y la diversión convergen. ¿Y no es eso lo que buscamos todos al salir del trabajo? Y aunque no está exento de polémica, demuestra una vez más la capacidad del país del sol naciente y el ramen para reinventar la forma en que experimentamos el deseo, el arte y el entretenimiento.


