jueves, 27 de marzo de 2025

Mujer de mirada infinita (poema)

 



Alcanzada por distinguidos secretos,

donde tu piel besada por la última luz, 

donde tu mirada extraviada en un horizonte, 

buscando contradicciones

a la pregunta que formula nuestro secreto. 

 

Tu cabello es un oscuro río 

derramado sobre tus delicados hombros, 

venciendo al velo de la tibia noche, 

la promesa del deseo 

que ninguno de los dos nos atrevemos. 

 

Los labios firmemente sellados, 

esbozando indivisibles memorias,

ya sea un murmullo no nacido, 

ya sea el eco de una caricia futura

que calienta ahora la piel. 

 

Hay algo en ti que hipnotiza, 

una pausa entre latidos, 

una poderosa melodía inexistente

que se palpa en el ambiente 

como un ahogado gemido.

 

Las plantas a tu espalda 

parecen inclinarse hacia ti, 

como si reconocieran tu esencia, 

como si quisieran tocar 

lo que mis manos no han rozado. 

 

Somos fuego contenido, 

un relámpago atrapado en un instante, 

Eres belleza envuelta en misterio, 

sensualidad en su forma más pura, 

eres la noche antes de la tormenta.

 

Temo al fuego que en mis venas arde, 

susurro callado que grita tu nombre, 

el dulce vértigo de desearte en silencio, 

el abismo entre mi piel y la tuya.


lunes, 24 de marzo de 2025

El dilema de la piel

 


Me sucede algo, casi desde que tengo uso de razón: cuando conozco a alguien del sexo opuesto (mis disculpas por ser heterosexual de firmes convicciones) siempre imagino como será esa persona haciendo el amor. Follando, vamos. Y no solo eso, sino que siento un deseo irrefrenable de acostarme con esa persona (aunque no me parezca atractiva) solo una vez.

Lo de parecer atractivo o no es algo subjetivo porque, como alguien que sufre el mal de ser sapiosexual, mi cerebro ve atractiva a una mujer que me parezca estimulante intelectualmente, independientemente de su físico.

Antes que nada pedir perdón por parecer un salido, un machista cosificador o un acosador cuando digo que nada más conocer a una mujer ya quiero acostarme con ella. La (sobre)explicación que viene a continuación intentará justificar el deleznable ser que soy aunque, con toda seguridad, solo conseguiré parecer a vuestros ojos aún peor.

Para mi, hacer el amor con alguien, no es solo es un acto físico que da vueltas alrededor del placer físico que representa. El mito de que la mayoría de las personas busca el orgasmo como la culminación de toda esa subida al Everest que significa conocer a alguien y acabar revolcándote con ella en un lecho, es tan solo eso: un mito. Hacemos el amor (o follamos) porque nos gusta querer y sentirnos queridos y follar (o hacer el amor) es la forma de intimidad más potente que existe. Pero para mi eso no es lo importante. Tampoco es prioritario el placer (aunque sea importante). La necesidad de acostarme con una mujer cuando la conozco es la necesidad de pasar por una etapa que establezca una confianza, una complicidad y un conocimiento del otro que traspasa la amistad en sí misma. 

Cuando ves a alguien desnudo, jadeando o retorciéndose, es cuando mejor conoces a esa persona. Porque no es solo un desnudo físico, ni un jadeo donde te quedas sin respiración, no es un retorcerse de placer. Para nada. Cuando hundes tu cabeza entre las piernas de la otra persona y saboreas su intimidad, cualquier barrera se derrumba. Es evidente que un cunilingus no te conducirá a hasta esa llave que abre el armario de los secretos, anhelos, dudas o cualquier otra cosa que esconda el otro, firmemente guardada en su cabeza. Pero cuando os vistáis, cuando os sigáis viendo en posición horizontal y rodeados de otros seres humanos también vestidos, el grado de confianza será tal que toda esa firmeza se desmoronará y comenzarás a conectar de una forma diferente a la de la amistad.

Es una obviedad: follar acerca a las personas. Pero no solo hablo de cuerpos, hablo de mente, de emociones, de cruzar la mirada con esa persona que está rodeada de otros amigos y amigas y sonreír porque conoces algo de ella que nadie conoce (o pocos). Porque habéis follado: habéis conectado de una forma tan íntima que asusta.

Para mi, follar con una persona que acabo de conocer me parece tan necesario como hablar, reír, descubrir, compartir o llorar juntos. Y no hablo de introducir mi pene en la vagina de otra persona. Hablo de meterme en la cabeza de la otra persona y derribar cualquier muralla moral que nos pueda separar. Es frustrante ser un sapiosexual radical. Lo se. Porque, como el escorpión que pica a la rana sobre la que va sentada: ¿que puedo hacer si ese es mi auténtico carácter?

Por eso, y aunque parezca la excusa mas tonta del mundo masculino, follar con una mujer que me parece una persona interesante es la mejor forma que encuentro para conocerla.

Lo se, suena a excusa para el polvo fácil. 


miércoles, 19 de marzo de 2025

Arena, calor y deseo (relato)

 



Ella es pequeña, pero su presencia es grandiosa, como si la arena sobre la que está tumbada reflejara su escondida esencia, iluminando toda la playa aun más que el propio astro Sol. Su piel, de un tono canela profundo, brilla bajo el sol abrasador, perlada por diminutas gotas de sudor. Reclinada sobre una toalla de colores vivos cierra los ojos y deja que el calor la envuelva como un abrazo. Sus cabellos oscuros caen en ondas suaves sobre su espalda, movidos apenas por la brisa marina. En su muñeca, unas pulseras doradas tintinean con cada leve movimiento, un eco de lugares lejanos. Sus pies, pequeños y delicados, juegan distraídamente con la arena, deslizándola entre los dedos mientras el murmullo de las olas la arrulla en una calma absoluta. Entre sus labios se dibuja una sonrisa apacible. Es un instante perfecto, suspendido entre el sol y el mar, entre su toda una vida y ese breve instante. Va vestida tan solo con la parte inferior del bañador, sus pechos, apretados sobre la toalla, están ahora al resguardo de miradas ajenas de toda esa muchedumbre que la rodea, de una playa repleta de gente, resguardada de mi obscena mirada.

Estoy escondido tras un árbol en el linde de la playa. La observo en silencio, observo sus piernas de piel oscura, torneadas, sus nalgas apretadas bajo ese breve espacio de tela, su espalda arqueada y su sonrisa mientras lee un libro, recostada boca abajo sobre la toalla.

Una erección lucha por salir de mis pantalones. ¿Qué se supone que estoy haciendo? La he seguido hasta allí y ahora la estoy espiando. La culpa me pesa como una piedra fría. No es mi intención cruzar esa línea, pero la curiosidad (quizás algo más oscuro) me atrae y arrastra hacia ella. No es solo curiosidad: es deseo de acercarme a ella de una forma que no me corresponde. 

Ahora, escondido en la penumbra de esos cuatro árboles que no se atreven a ser ni el comienzo de un bosque, siento que estoy traicionado algo sagrado. No a ella, sino a la versión de mí mismo que era antes de saber de su presencia. Ojalá retroceder, borrar esa sensación punzante en el estómago, esa vergüenza que me hace vibrar cuando recibo un mensaje suyo. Porque ella sigue siendo la misma: luminosa, confiada, inteligente… pero yo, en cambio, ya no estoy seguro de quién soy. Soy arcilla moldeada entre deseos reprimidos y unas pocas frases esparcidas en el tiempo.

Deslizo una mano dentro de mi bañador y comienzo a frotarme el pene, suavemente, como un preludio de una masturbación que me apetece demasiado. Entonces ella se da la vuelta y muestra sus dos pechos, no son pequeños para lo pequeña que es ella, dos maravillosos pechos con un pezón grande y oscuro. Ella parece girarse hacia mi para mostrármelos aun mejor, eso no es posible, no sabe de mi presencia allí.

Saco mi pene del bañador y comienzo a masturbarme con fuerza, sin poder dejar de mirar esos pechos, esas piernas, ese estómago, esa sonrisa... entonces reparo en que me está mirando. ¿Puede verme realmente? La mujer sonríe, se levanta y comienza a caminar lentamente hacia mi, arrastrando los pies sobre la arena casi a cámara lenta. Dejo de masturbarme, pero soy incapaz de moverme, mis músculos están cincelados en piedra, soy la estatua de un mirón sosteniendo una polla erecta. La mujer llega a mi altura, vestida tan solo con la minúscula braguita de bikini, ahora puedo ver sus pechos mejor, su piel tostada y perlada de sudor. Su magnífica sonrisa.

-¿Por qué has parado? -pregunta

Vuelvo a masturbarme mientras ella coloca suavemente una de sus manos bajo mis testículos, masajeándolos lentamente. Alargo yo la otra mano y acaricio uno de sus pechos.

-Dale fuerte, quiero ver la leche salir disparada -ordena ella.

Sigo acariciándola, seguimos acariciándonos. Entonces ella se arrodilla e introduce mi pene en su boca, comienza a chuparlo sin dejar de mirarme a los ojos. Le cojo con fuerza de esos cabellos desordenados y comienzo a follar su boca mientras la mujer, arrodillada, coloca sus manos en su espalda en actitud abiertamente sumisa. Ambos sabemos lo que somos y con lo que fantaseamos. La diferencia es la distancia entre un sueño y la vigilia. En nuestras prolíficas mentes, todo es posible. En nuestras respectivas realidades, todo tiene consecuencias.  La fantasía es un mundo que carece de los límites propios de la moral, un maravilloso lugar donde los deseos más escondidos se despliegan sin barreras. En la fantasía todo fluye con perfección, sin miedo al rechazo, sin riesgos emocionales, sin el peso de la responsabilidad. Son creaciones privadas, escenarios diseñados para el placer sin interrupciones ni imprevistos. El mismo placer que su boca y su lengua están proporcionándome en ese preciso instante. La mujer a la que había contemplado durante todos esos meses de deseo reprimido es ahora una servil sumisa a mi servicio. 

El deseo se mezcla con el nerviosismo, la torpeza, la duda. Lo que en la mente parece perfecto, en la vida real puede volverse impredecible, incluso incómodo. No obstante, ahora, en aquel lugar, nosotros dos… todo es perfecto. Un paréntesis tan grande como los árboles que nos rodean. Siento que voy a correrme y así se lo hago saber.

-Córrete en mi boca -ordena ella sacándosela de la boca durante unos instantes- quiero tragármela toda, quiero volver a la arena con el sabor de tu semen en mis labios.

Pero la imperfección de la realidad donde se esconde su belleza. Porque a diferencia de la fantasía, lo real puede tocarse, sentirse, vivirse. Y aunque nunca será tan ideal como en la imaginación, es lo único que puede ser genuinamente compartido. Me corro sin poder evitarlo mientras ella habla, lanzando oleadas de semen sobre su hermoso rostro, en sus labios. Ella rápidamente abre la boca y traga lo que queda. Luego, ante mi sorpresa, recoge con los dedos lo que ha caído en su cara y se los mete en la boca. 

Después se levanta y, sin decir más, vuelve a su lugar en la playa.

Continúo observándola, tumbada sobre la toalla, la imagino saboreando los últimos restos de mi semen. ¿Ha ocurrido realmente o ha sido tan solo el fruto de mis delirios bajo el ardiente solo y ella nunca se había levantado de la toalla?

Ella gira la cabeza para mirarme, yo saludo con una mano, como el inocente escolar que se despide en el autobús escolar. Ella rompe a reír. Después coge su teléfono móvil y comienza a teclear algo. Un mensaje llega a mi móvil.

“Ahora vuelve a tu casa, no echemos mas gasolina al fuego. Volveremos a quedar y me follaras bien fuerte por todos lados ¿comprendido? Ah... y quiero volver a tragarme tu leche, me gusta su sabor.”

Mis piernas comienzan a flaquear, voy a perder el sentido.

“Si, mi ama” contesto al mensaje sin darme cuenta de lo que acabo de teclear

Definitivamente, aquella mujer única acaba de convertir mi voluntad y mi firmeza en una toalla mojada con la que golpearme.

Y yo encantado de ello.

martes, 18 de marzo de 2025

Animales heridos bajo la lluvia (relato)

 


La lluvia tamborilea sobre el techo del coche, con una cadencia casi musical. El interior, donde estoy esperando, es un refugio íntimo, ajeno al caos de la tormenta. Espero con el motor encendido y el aire cargado de expectativas. Veo tu silueta acercarse a través del parabrisas empañado. Cuando abro la puerta, entras como alguien caído desde las alturas. Un leve perfume a jazmín y madera lo envuelve todo, mezclándose con el cuero del asiento y mi propia impaciencia.

Suspiras, acomodándote, sin mirarme demasiado. Puedo ver esa maravillosa sonrisa dibujada al óleo en tu rostro. Algo flota en el aire entre ambos, algo peligroso, algo que nunca debería mencionarse. Mis dedos tamborilean en el volante, acomodándome al sonido de las gotas, acompañando tu sonrisa con mi sonrisa que es más un desafío que una cortesía.

—¿Cómo ha ido el turno? —pregunto con voz grave, arrastrando las palabras.

Tú te recuestas contra el asiento, con la vista perdida en las luces de la ciudad.

—Estoy cansada.

Giro mi cabeza y te observo de perfil. Tan frágil pero tan fuerte, tu pelo lacio, tu cuello de piel tostada expuesto, el reflejo de las farolas en tus labios húmedos. Podría seguir sentado ahí durante horas, observándote sin más. Pero hemos acordado que te pasaría a buscar para conducir hasta tu casa y alejarme sin preguntas. 

Es la primera vez que nos vemos después de meses de hablar en la virtualidad.

Eres tan hermosa que ni quiero poner el coche en marcha, en cambio, apoyo un brazo en el respaldo de tu asiento, inclinándome apenas hacia ti.

—Siempre he pensado que las noches son mejores bajo la tormenta —murmuro.

Tu giras el rostro lentamente y nuestras miradas se encuentran, por vez primera. Es un instante que lo dice todo.

La lluvia arrecia. 

Dentro del coche, el aire se vuelve denso, pesado. Afuera, la ciudad sigue su curso, ajena a lo que está a punto de ocurrir.

Me acerco y te beso en el cuello suavemente, hueles levemente a sudor, a perfume y a café. Lo siguiente que recuerdo es que estas sentada sobre mí, te has despojado de los pantalones y yo también de los míos. Estamos sentados en los asientos traseros del coche, haciendo el amor delicadamente o follando como dos animales heridos bajo una tormenta. Las dos cosas y ninguna. Siento mi pene entrando en tu sexo húmedo, una y otra vez. Algo inevitable. Puede que hubiésemos sido capaces de esperar unas semanas o unos meses más. Pero la certeza de que sucedería era algo tan firme que ni nuestros mayores miedos podían vencer nuestros deseos. Mis manos se deslizan bajo tu camisa de trabajo, intentando entrar bajo tus sostenes, lo consigo, acaricio tus pezones erectos. Tus pechos son mas grandes de lo que imaginaba. Quiero lamerlos, quiero saborearlos. Pero ahora es imposible porque nuestras lenguas son una solo. Tu sigues saltando sobre mi pene mientras te cogo por las caderas. Con el olor a sexo impregnando cada una de las esquinas del coche. 

Sexo, sudor y lágrimas de placer. La tercera guerra mundial está a punto de desatarse.

Media hora más tarde estamos estacionados a dos calles de tu casa. Continúa la lluvia, seguimos dentro del coche. Tu me regalas una de esas sonrisas que tanto conozco de haberlas visto en foto, mi corazón está a punto de estallar de gozo. Eres tan hermosa, tan inteligente, tan perfecta que casi ni puedo creer que existas.

-No volveremos a follar -dices antes de darme un beso en la mejilla e irte.

No volveremos a follar, repito una y otra vez mientras saco mi pene del pantalón y comienzo a masturbarme con fuerza, con el olor de tu sexo y tu sudor aún impregnados por todos lados, necesito correrme antes de que ese olor se desvanezca.

No volveremos a follar. 

Me repito una y otra vez mientras nos imagino en la habitación de un hotel, completamente desnudos, haciendo el amor. 

No volveremos a follar, nunca en el coche. 

Pero volveremos a hacer el amor en un hotel como dos amantes furtivos, como dos animales heridos.

Es peligroso pero es demasiado tentador...

sábado, 15 de marzo de 2025

¿La vida son dos o tres días?


Cada dia soy mas consciente de que la vida son dos dias y, aparte de los días que pasamos durmiendo, el resto de días los pasamos solucionando problemas en el trabajo, en casa, con la familia, la pareja, etc. reduciendo el disfrute puro a ocasionales momentos de calma entre tormentas. Pasan los años y comienza el inevitable peso de todo cuanto no hemos podido hacer y la consciencia de que hay cosas que ya nunca podremos hacer ahora son certezas. Y eso es normal: a eso se le llama vivir.

Momentos donde la realidad nos supera, donde los problemas pesan tanto que ahogan nuestra respiración. Instantes cuando deseo con todas mis fuerzas que la locura se apodere de mi vida, aunque sea solo durante una hora, aunque sea solo ese insignificante grano de arena en la playa. Paréntesis donde me es indiferente si mis actos son correctos o no, la moralidad de los mismos deja de tener eso específico. 

En esos momentos solo existo yo y mi deseo de evadirme e imaginar que soy otro. El BDSM me ayuda a eso.

¿Y las consecuencias? Hay que asumirlas, pero prefiero afrontar las consecuencias de ser un inmoral a las consecuencias de transitar por un desierto buscando un oasis. Dicen que la vida son dos días, sabed que eso es mentira, si consigues traspasar la normalidad, si consigues sobrellevar la inmoralidad... la vida pueden ser tres días, incluso cuatro. El secreto consiste en saber llevar una mochila cargada de moral judeocristiana.

Principios Claves de la Moral Judeocristiana:

  1. La dignidad del ser humano – Se considera que el ser humano es creado a imagen y semejanza de Dios, lo que implica un valor intrínseco y derechos fundamentales.
  2. Los Diez Mandamientos – Son la base de la ética judeocristiana, con preceptos como "No matarás", "No robarás", "Honrarás a tu padre y a tu madre" o "No darás falso testimonio".
  3. La Regla de Oro – "Ama a tu prójimo como a ti mismo" (Levítico 19:18, Mateo 22:39), promoviendo el respeto y la empatía.
  4. La importancia de la familia – Se valora el matrimonio, la fidelidad y el respeto a los padres.
  5. El perdón y la misericordia – Especialmente resaltado en el cristianismo, con la enseñanza de Jesús de "poner la otra mejilla".
  6. La justicia y la caridad – Se enfatiza la ayuda a los necesitados y el respeto a la justicia social

¿Mi opinión sincera sobre esta moral que forma parte de nuestra educación desde la más tierna infancia? Aqui la teneis: vuestra vida es vuestra, por lo tanto esa moralidad que constriñe nuestras vidas debería ser algo subjetivo. 

Yo soy un ser profundamente amoral, mea culpa. Pero me niego a que la vida sean dos días tan solo.

lunes, 10 de marzo de 2025

Lo inalcanzable

Peeping Tom (Michael Powell, 1960)


Que jodido es estar todo un fin de semana junto a alguien inalcanzable. Que jodido es no ser correspondido (ya sea para bien o para mal) porque tienes miedo a dar un paso. Que jodido es no dar un primer paso porque crees que todo se derrumbará a tu alrededor. Que jodido es que lo inalcanzable siempre implique a terceras o cuartas personas. Que jodida es la química del cerebro. Que jodido es vivir. 

Pero que maravilloso es mirar y admirar, aunque sea en silencio. Cada mirada furtiva se convierte en un poema no recitado, cada palabra contenida es un latido ahogado. Imaginas conversaciones que nunca tendrán lugar, roces que nunca sucederán, futuros que solo existen en el teatro de tu mente. Que maravilloso es imaginar. La tragedia del amor no declarado. La tragedia de de que la otra persona jamás sepa que, en algún rincón del mundo, alguien ve en ella un universo entero.

(Respecto a la imagen que acompaña este texto, si aun no habeis visto la película de 1960 llamada "Peeping Tom" debéis verla... es una auténtica obra maestra)

sábado, 8 de marzo de 2025

Tan sucio, tan limpio (relato)

 




La lluvia cae con una cadencia hipnótica, cada gota encarna una húmeda promesa que recorre mi piel sin tocarla, erizándola. Es un grito primitivo, el murmullo que despierta mi cuerpo desde dentro. El sonido de las gotas deslizándose por el cristal es el mismo escalofrío que se desliza por mi espalda, una caricia que aviva el deseo de convertirme en el lobo de la siempre eterna caperucita.

El aroma que envuelve la ciudad bajo la lluvia se convierte en un conjuro embriagador, una promesa de dos pieles calientes encontrándose en la penumbra, el sudor de ambos se entremezcla con el agua de la lluvia formando una película entre los cuerpos. 

El viento trae consigo el peso de lo inevitable, una corriente eléctrica que eriza mi piel y enciende mi sangre. Siempre ha sido así y ya he tirado la toalla, no hay explicación lógica a lo ilógico. La tormenta ruge a lo lejos, y en su eco resuena mi anhelo: la necesidad de perderme entre tus brazos, desbordar mi pasión y permitir que esa provocativa lluvia me consuma con su danza salvaje.

Escucho la lluvia caer, los truenos rompiendo el cielo en la lejanía. Imagino tu cuerpo desnudo y mis labios recorriendo cada rincón, mordiendo, sorbiendo, lamiendo, saboreando… absolutamente todo.

Imagino lo más sucio convirtiéndose en lo más tierno y viceversa. Imagino un polvo rápido en el callejón trasero a un restaurante, lleno de cajas de cerveza vacías, un cubo de basura que huele a eso, sucios canalones que descienden desde los pisos allá a lo alto, transportando sus miserias hasta las hediondas cloacas mientras el agua cae sobre nuestros cuerpos y yo, a cada embestida, entro más en tu cuerpo, susurrándote al oído que debemos ser inmorales, debemos mentir, debemos ser sucios y debemos ser todo cuando nos han dicho que no seamos.

Escucho la lluvia caer y nos imagino en la habitación de un hotel, haciendo el amor sobre unas impolutas sábanas blancas mientras la ciudad nos observa a través de unos grandes ventanales pintados de gotas de agua. Imagino naufragar en tu mirada y besarte delicadamente mientras digo que te quiero.

Un nuevo trueno me hace imaginar el sexo sucio en el hotel y el sexo amoroso en el sucio callejón. La lluvia transmuta mi voluntad en un vaso lleno de gelatina.

Me gustaría sentarme frente a ti para mirar esos ojos y escuchar tu voz durante horas. Pero sucede que en un día de lluvia como hoy lo que realmente mi alma de lobo feroz desea es arrancarte la ropa, morderte en un hombro, sorberte los pezones, hundir mi cabeza entre tus piernas, penetrarte por todos lados, correrme en cualquier parte de ti, luego ducharnos juntos y volver de nuevo a correrme en otro lugar. Escuchar tus gritos de placer, llevarte al orgasmo tantas veces que las matemáticas carezcan de toda lógica. Ser sucio, tan sucio que ni bañándonos en salfumán consiguiésemos limpiar nuestras almas.

Quiero ser sucio y quiero admirarte. Quiero que la lluvia cese y que nunca deje de llover.