viernes, 15 de agosto de 2025

El BDSM como camino de autoconocimiento y empoderamiento

 


El BDSM, más allá de todas esas cuerdas, látigos y órdenes que parecen instrucciones castrenses, puede convertirse también en una vía reveladora para conocerse a uno mismo. No hace falta tener una mazmorra en casa ni saber hacer nudos marineros para empezar a explorar. Lo primordial es la curiosidad, el respeto y, sobre todo, el consentimiento. Si conocéis el BDSM ya sabréis que no se trata de sufrir por sufrir, sino de comprender que es aquello que nos mueve y qué nos libera. Porque el BDSM nos hace sentir vivos… aunque sea con una venda en los ojos y alguien diciéndote que ni se te ocurra mover ni uno solo de los músculos de tu cuerpo.

Las personas descubren en el BDSM aspectos de sí mismas que ni la terapia ni los retiros espirituales logran sacar a la luz. Hay algo en todo esto de jugar con el poder, en cederlo o tomarlo, que desvela patrones emocionales, heridas antiguas y deseos que estaban escondidos detrás de la cortina del “yo soy normal” o "no tengo ningún problema". Spoiler: nadie es normal y todos tenemos problemas. En eso consiste vivir. Porque en el juego del BDSM (es un juego, contempladlo siempre así) uno aprende a poner límites, a comunicarse con claridad y a confiar, que no es poca cosa en estos tiempos donde hasta pedir un café descafeinado con leche de avena puede generar conflicto y ansiedad.

Volviendo al tema de los "juegos", el BDSM tiene algo que pocas prácticas ofrecen: la posibilidad de reírse de uno mismo. De acuerdo, hay momentos intensos, pero también hay palabras de seguridad que suenan a broma, posturas que desafían la lógica del cuerpo humano y silencios incómodos cuando la persona dominante ha olvidado el guante de látex en el microondas. Y en medio de todo este festival de lo ridículo, uno se empodera. 

Elegir cómo, cuándo y con quién explorar tu deseo es un acto de soberanía personal. Cuando la gente empieza en la sumisión, gente joven, los demás (aquellos que conocen su "secreto") piensan que es un acto de rebeldía sin entender que, por muy joven que uno sea, la responsabilidad con uno mismo está construida en base a la exploración, el conocimiento, el descubrimiento de otros placeres y las emociones. 

Así que no, no es solo un juego raro de adultos con tiempo libre. Es una práctica que, bien llevada, puede ayudarte a conocerte mejor, a sanar, a conectar y, por qué no, a descubrir que tu versión más auténtica aparece justo cuando te quitas la máscara… o te la pones. 

Los que intentamos analizar el BDSM desde un punto de vista pragmático, siempre nos topamos con la misma pregunta: ¿somos mas auténticos cuando llevamos la máscara o cuando nos la quitamos? Es decir ¿el rol nos libera o es un juego que nos ayuda a liberarnos cuando no estamos en el rol? Volveré a plantearlo de forma aun mas simple: quien es mas nuestro yo ¿cuándo asumimos el rol o cuando no?

He tenido la oportunidad de conocer a mujeres que, en el ámbito del BDSM, se identificaban como sumisas, mientras que en su vida cotidiana desempeñaban roles de gran responsabilidad, tanto en el entorno laboral como en el familiar. Eran personas acostumbradas a tomar decisiones complejas, con implicaciones que a menudo les generaban una carga emocional considerable. Para ellas, adoptar una posición sumisa no representaba una contradicción, sino una forma legítima de descanso psicológico: una pausa voluntaria en la exigencia constante de tener que sostenerlo todo, de tener que ser la mejor, la exigencia de ser mujer y no equivocarse.

Esto plantea una pregunta interesante: ¿Eran más auténticas, en su rol de mujeres empoderadas o en su vivencia como sumisas? Tal vez la respuesta no esté en elegir entre una u otra, sino en reconocer que ambas facetas pueden coexistir con coherencia. El problema surge cuando se parte de la premisa errónea de que una mujer que se somete voluntariamente ha renunciado a su autonomía, a su individualidad o a su libertad. Esta visión ignora un aspecto fundamental: esa mujer ha elegido conscientemente la dinámica de la sumisión porque en ella encuentra seguridad, afirmación y poder. El acto de someterse, lejos de ser una negación de sí misma, puede ser una forma subconsciente de ejercer control sobre tu propia experiencia emocional y física.

Cuando finalizo una sesión siempre pregunto a la otra persona como se siente. Minutos después se sienten felices pero también agotadas, removidas por dentro... si repites la misma pregunta al cabo de unas horas esa persona te dirá que se siente poderosa. Es una pauta común, no se puede generalizar pero sucede demasiado a menudo. ¿Por qué perder la libertad cómo un juego de rol puede empoderarnos? El el título de este texto "El BDSM como camino de autoconocimiento y empoderamiento" no está puesto porque si: es una realidad absoluta.

Siempre que hagas las cosas bien... eso si. 

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Si quieres saber más sobre este tema o proponerme algún tema sobre el que escribir, puedes contactar (discretamente) conmigo a través de INSTAGRAM @dopplerjdb / TELEGRAM @jdbbcn2 / eMAIL john_deybe@hotmail.com



martes, 12 de agosto de 2025

Una nueva forma de adrenalina: BDSM y parques temáticos



En los últimos años (y ya van demasiados) ese milenario país que es Japón ha vuelto a captar la atención global por una tendencia social curiosa y provocadora: el BDSM recreativo en parques de atracciones. Lo que comenzó como encuentros esporádicos organizados por comunidades alternativas, de repente, se ha masificado en eventos temáticos organizados y hasta autorizados dentro de algunos recintos de entretenimiento.

Pero la auténtica pregunta aquí no es si eso es algo normal o no, aquí la única pregunta es por qué llamamos a Japón cultura milenaria cuando prácticamente todos los países tienen una cultura milenaria. Es como lo de los ninjas... si muchos países tienen cultura de ninjas y solo conocemos a los japoneses... ¿eso no sería porque son los peores y no saben esconderse?

Perdón por la dispersión, volvamos al BDSM recreativo. ¿Qué diablos es eso? El BDSM se practica (tradicionalmente) en entornos íntimos y consensuados, es decir, en la intimidad de tu hogar o en oscuras mazmorras con aroma a látigo y lubricante. Sin embargo, en Japón, país conocido tanto por su cultura del respeto como por su tolerancia a las más diversas formas de expresión sexual y estética, es donde ha surgido esta nueva versión: el BDSM como experiencia lúdica y estética, ambientada en espacios controlados. Y es que en Japón, el BDSM en Japón es toda una industria (como cualquier cosa relacionada con el sexo). Un país de marcados tintes patriarcales donde, curiosamente, lo que mas abundan son las dominatrix. Al japonés le gusta ser humillado por una mujer. ¿Por qué? Responder a esta pregunta no es el propósito de este texto, pero tenemos que tener en cuenta, antes de nada, la paradoja de lo publico y lo privado como dos caras de una misma moneda. En lo privado hay centenares de Bondage Bars donde miles de hombres poderosos (ya sea económica o socialmente) buscan la dominación femenina.

Los eventos relacionados con el BDSM tanto en los Bondage Bars como en los parques temáticos de BDSM no implican actividad sexual e incluso evitan el contacto explícito. Se centran en la estética del dominio/sumisión, el vestuario fetichista, y dinámicas cercanas a la performance como "caminatas con correa", juegos de roles, simulaciones de castigos suaves y especialmente el shibari o bondage, todo en clave teatral y con consentimiento estricto.

Es decir: mientras en los Bondage Bars actúan de forma privada, en los parques BDSM actúan en publico mostrando prácticas menos explicitas. Un lugar donde exhibirse y ser visto... lo que toda la vida hemos conocido como exhibicionismo solo que aquí, además del componente BDSM hay otro aun mas importante: está tolerado por las autoridades. ¿Os imagináis a una mujer llevando una correa con un hombre caminando a cuatro patas en una ciudad española? Yo tampoco.

Y de ahí pasamos a este nuevo escenario: los parques temáticos que son esa exhibición publica relacionada con el BDSM pero en un entorno tematizado. 

Algunos parques temáticos como Yokohama Cosmo World y recintos más alternativos en Osaka han comenzado a ofrecer noches temáticas exclusivas para adultos, donde el BDSM recreativo se convierte en parte de la atracción. Montañas rusas con "jaulas VIP", carruseles con sillas de restricción ligera y recorridos inmersivos con dominatrix actuando como guías forman parte del paquete recreativo

"Queríamos ofrecer una experiencia única, algo que combine adrenalina física y emocional", explica Naoko Shimizu, directora de marketing de un parque en Chiba que han hecho noches fetichistas. "Los visitantes no participan a menos que lo deseen, y todo está supervisado por expertos en seguridad y psicología."

Aunque sigue siendo un fenómeno de nicho, el BDSM recreativo ha ganado notoriedad y aceptación, especialmente entre adultos jóvenes interesados en explorar nuevas formas de autoexpresión, fuera de los cánones tradicionales. En realidad es una forma de liberar el estrés y jugar con los límites de forma segura. O al menos mas segura que en un local a puerta cerrada. Para muchos de esos jóvenes no es una práctica sexual sino que es algo estético, emocional, incluso artístico.

Sin embargo, no todo es aprobación. Grupos conservadores (que en Japón los hay... y muchos) han cuestionado la ética de este tipo de espectáculos en espacios que originalmente habían sido diseñados para una diversión en familia. Algunas asociaciones de padres han expresado su preocupación por la posible "normalización de prácticas sexuales en espacios públicos".

Japón no prohíbe expresamente este tipo de actividades, mientras se realicen dentro de los límites legales del consentimiento, la decencia pública y el respeto a terceros. Los parques que organizan estas experiencias establecen zonas delimitadas, horarios nocturnos y políticas de entrada exclusiva para adultos mayores de 20 años. Como un parque de atracciones al uso, vamos: zonas, horarios y control de edad... 

Los expertos en cultura japonesa señalan que este fenómeno se inserta dentro de una tendencia mayor: el cruce entre el entretenimiento temático y la exploración personal. En un país donde lo privado y lo público conviven de una forma que los occidentales no comprendemos, el BDSM recreativo en parques no parece tan raro como podría serlo en otras sociedades porque en Japón, existe una larga tradición de performance, máscaras sociales y rituales. El BDSM recreativo puede verse como una continuación de eso, adaptado a los gustos contemporáneos.

Lo que para algunos es provocación, para otros es una forma legítima de juego y autoexploración. En los parques de atracciones de Japón, el BDSM recreativo ha encontrado un terreno donde el placer, la ficción y la diversión convergen. ¿Y no es eso lo que buscamos todos al salir del trabajo? Y aunque no está exento de polémica, demuestra una vez más la capacidad del país del sol naciente y el ramen para reinventar la forma en que experimentamos el deseo, el arte y el entretenimiento.

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domingo, 10 de agosto de 2025

BDSM en la historia: de los rituales antiguos a la cultura pop




Hay placeres que no se gritan, son ese tipo placeres que nacen de una palabra susurrada al oído. También existen placeres que no se enseñan, sino que descubrimos (quizás por casualidad) sobre nuestra piel. Son momentos inesperados (aunque soñados) que nos hacen despertar de golpe. Una vez despiertos, queremos saber un poco mas sobre el BDSM desde la seguridad de la soledad, leemos cuales son las prácticas habituales, vemos esas mazmorras que aparecen en internet y creemos que el BDSM es llegamos a la conclusión de que el BDSM es algo oscuro y relativamente moderno.

Vale, puede que esté de moda, pero moderno no es porque el BDSM no nació en un club oscuro en los años 50 ni tampoco en una novela barata. El BDSM nació cuando el primer ser humano sintió que el poder podía resultar excitante, que el dolor podía acariciar, que la entrega podía liberar. Y eso no sucedió hace cuatro días, ni cuatro años, ni cuatro décadas. Hace siglos que el ser humano practica BDSM, pero solo fue hasta mediados del siglo XX donde se le puso un nombre. 

Este texto pretende ser un viaje por siglos de rituales donde el cuerpo era el altar y el gemido, la oración. Desde diosas que exigían sumisión hasta pueblos que celebraban el fetichismo, el BDSM ha sido mucho más que sexo: ha sido un símbolo. Si vas a seguir leyendo esta breve (y posiblemente errónea) historia del BDSM, debes saber que mi intención es que contemples eso que conoces como “deseo” con otros ojos. Porque la historia del BDSM no se lee con la mente, se siente con el cuerpo.

Cuentan que, en la antigua Mesopotamia, la diosa Inanna (también conocida como Ishtar, diosa sumeria del amor, el sexo, la guerra y el poder.) descendió al inframundo, despojándose de todo (incluido sus ropas, su poder y su ego) para enfrentarse a la muerte armada tan solo de su deseo, con la intención de renacer más fuerte. O sea, como esos idiotas que están todo el día en el gimnasio. En los rituales en Mesopotamia, el sexo era sagrado: una forma de comunión con lo divino, los rituales de Inanna incluían travestismo, sumisión y placer ritual. Si, hemos dicho “sumisión” y “sexo”. ¿Os suena de algo? No, no os equivoquéis, no estamos hablando de pornografía sino de teología. Dejad los juicios de valor a un lado.

Y ahora vayamos hasta Esparta, done los jóvenes eran azotados frente a la estatua de Artemisa, mientras las sacerdotisas les observaban. A este rito se le llamaba "diamastigosis", una ceremonia en la que jóvenes efebos eran azotados públicamente mientras intentaban robar quesos del altar de la diosa. Que si... ¡quesos! Pero incluso así, no se trataba de un simple juego: era una coreografía de dolor, poder y mirada. Los látigos no solo marcaban la piel, sino también el carácter. La sangre derramada se ofrecía como tributo, y las sacerdotisas observaban con solemnidad, mientras el público asistía como si se tratara de un teatro sagrado. Este ritual, aunque nacido en un contexto religioso y militar, comparte similitudes con el BDSM moderno. El dolor como herramienta de transformación y la entrega como forma de poder. Aunque con una diferencia: en Esparta, el sufrimiento era impuesto; en el BDSM, se negocia. 

Pero en ambos casos, el cuerpo habla un lenguaje que va más allá del placer o del castigo: es el lenguaje del deseo ritualizado. Sumisión, sexo, azotes y voyerismo… progresamos adecuadamente.

¿Os acordáis de Pompeya? Eso es: esa ciudad que inspiró decenas de malísimas películas gracias a un volcán que pilló a todo el mundo con el pie cambiado. Pues deberíais saber que entre los muros de una de sus casas podíamos encontrar escenas de flagelación y entrega. ¿Por qué lo sabemos? La “Villa de los Misterios” es una de las residencias romanas mejor conservadas de la ciudad. En una habitación silenciosa de esta villa, a las afueras de Pompeya, el deseo se pintó en las paredes con pigmentos que aún resisten al tiempo. Allí, entre columnas y sombras, se celebraba algo más que arte: un rito. Mujeres en trance, sacerdotisas con látigos, cuerpos en danza, miradas que no temen el éxtasis. No era teatro. Era iniciación. El culto a Dionisio, dios del vino y la pérdida de control, exigía entrega. La flagelación no era castigo, sino purificación. El dolor, una llave. El placer, una revelación. En ese espacio, el cuerpo se volvía símbolo, y el juego de poder, una forma de renacer. Lo que hoy llamamos BDSM ya estaba allí, disfrazado de religión, de mito, de ceremonia. Porque mucho antes de que se escribieran manuales o se diseñaran arneses, ya se entendía que el deseo puede ser ritual, que la sumisión puede empoderarte, que el control puede liberarte.

Y ahora viajemos unos cuantos cientos de años hasta la Edad Media, esa época oscura donde el deseo se disfrazaba de penitencia y el cuerpo se ofrecía no al amante, sino a Dios. En monasterios y alcobas, la (auto)flagelación se practicaba como acto de purificación. No era castigo impuesto, sino elección. Los flagelantes recorrían ciudades y pueblos, desnudándose de cintura para arriba, entonando cánticos a la virgen mientras se azotaban con cuerdas, cadenas o escorpiones (flagelos con puntas metálicas que desgarraban la carne), convencidos de que el sufrimiento físico podía redimir los pecados del mundo, que el dolor era una vía directa al favor divino.

Nos sigue sonando a algo... ¿verdad?

Pero no todo era religión. El amor cortés, tan celebrado en la poesía de trovadores, nos ha dejado ejemplo de una dinámica de sumisión donde el caballero se humillaba ante su dama, le suplicaba, le obedecía. Ella decidía, él se entregaba. Era devoción, sí, pero también juego de poder. Una forma de BDSM envuelta en versos y mallas ajustadas. Vamos, una ama y un sumiso.

Y entonces llegó la Ilustración y con ella, un nombre conocido en la cultura popular: Donatien Alphonse François de Sade, Ese, el Marqués. Educado entre jesuitas y guerras, refinado por la aristocracia y corrompido por su propia imaginación, Sade convirtió el deseo en filosofía y el dolor en su literatura donde el cuerpo se convierte en campo de batalla ideológico. El placer no se suplica: se impone. La moral no se respeta: se destruye. Sade no inventó el sadismo, pero lo nombró y lo convirtió en categoría. En sus textos, el látigo ya no es redención religiosa (como en la edad media) sino la afirmación de una práctica. La dominación ya no es metáfora sino un manifiesto. Su legado literario abrió una puerta que ya no se cerraría.

Hasta aquí todo claro, pero todo mal: aun no existía el consenso.

Del monasterio al salón libertino, del cilicio al corsé, del gemido piadoso al grito erótico: el deseo siguió su curso. Y el cuerpo, siempre sabio, siguió buscando formas de decir lo que la sociedad no quería escuchar hasta que un grupo de hombres (de la comunidad gay) decidió, en pleno siglo XX, usar las siglas BDSM y sacar las prácticas de los sótanos. En Berlín, Nueva York, San Francisco, nacieron templos de cuero y látex. El fetichismo se convirtió en identidad. Las comunidades leather (ropas de cuero), los clubes privados, los manuales de juego seguro. El consentimiento se volvió ley. Porque aquí, el dolor no se impone: se ofrece. Se negocia. Se desea.

Ahora si.

Y entonces, la cultura pop se rindió con ese sinsentido que significó llevar el BDSM a las estanterías de los centros comerciales. Estamos hablando de “50 sombras de Grey”, claro. Lo que antes era tabú, ahora se mostraban en pasarelas, en videoclips y en novelas (bastante malas, todo sea dicho) que se leen con una mano bajo la sábana.

Seamos claros: el BDSM no es una moda. Es un susurro que viene desde los tiempos más remotos. Un pacto entre cuerpos que se desean sin miedo. Porque en cada cuerda, en cada mordaza, en cada palabra segura, hay historia. Hay arte. Hay fuego. Hay deseo. Y hay diversión. Mucha diversión.


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lunes, 21 de julio de 2025

El amor: ese complejo experimento químico que confundimos con poesía




Confundimos el amor con toda clase de sentimientos semejantes: cariño, deseo, amistad, hambre emocional y, a veces, incluso con el hambre o el sueño. No nuestra culpa: el amor no es un sentimiento puro, sino más bien una especie de cóctel emocional del que no existe receta. Basta que nos crucemos la mirada con alguien, que esa persona nos haga reír o nos abrace cuando estamos medio rotos, para que el cerebro —ese bromista bioquímico— declare con entusiasmo: “¡Estoy enamorado!”

A veces, ni siquiera es complejo. Un poco de afecto y ya hay quien asume que hay amor de por medio. “Si me das cariño, es que me amas”, decimos, como si los gestos humanos vinieran con etiquetas. La realidad es una hermosa confusión afectiva, generada por siglos de poesía, películas de sobremesa y ese hábito ancestral de romantizar hasta los buenos días de una persona desconocida en un ascensor.

Si nos ponemos en modo científico —y aquí viene la parte donde arruinamos la magia—, todo se reduce a química. Tu corazón no se rompe por amor; se activa una serie de neurotransmisores y reacciones hormonales que hacen que sientas que se te parte el alma. Spoiler: los corazones rotos nunca se rompen. Esa sonrisa que te derrite podría no ser más que un estímulo visual que tu cerebro interpreta como una señal para liberar dopamina, oxitocina o, en términos más directos, “el pack básico del enamoramiento”.

Pero ha sido solo una sonrisa, tan solo un buenos días en el ascensor, tan solo un mensaje de whatsapp con un emoticono lanzando un beso. La química del cerebro es nuestro peor enemigo.

Y cuando te atrae un rostro hermoso, lo que estás admirando, en realidad, es una estructura compleja de átomos que forman tejidos, músculos, huesos y, con suerte, una expresión simpática. Lo romántico sería decir “me encanta tu sonrisa”; lo científico sería: “me fascina cómo tus células epiteliales se organizan para generar un patrón facial simétrico con activación emocional positiva”.

En resumen, podríamos desromantizar absolutamente todo si aplicamos el filtro de la ciencia. Somos básicamente recipientes de agua con carbono —ya lo definían así en Star Trek antes de que fuera cool—, deambulando por la vida, obsesionadas con otras bolsas de agua que nos activan la amígdala cerebral.

Y aun así… ves una sonrisa, y el universo frena de golpe. Desearías que esa persona girase en torno a ti como si fueras el centro de su sistema solar emocional. Quieres reemplazar a otro en su cama, en su vida, en su playlist de favoritos. ¿Eso es amor? ¿Deseo? Quién sabe. Lo cierto es que todo eso —el “te quiero”, el “me muero por verte”, el “te echo de menos”— no son más que procesos químicos muy eficientes que, por alguna razón, nos hacen sentir que vivir tiene un poco más de sentido.

Aunque seamos, al final del día, átomos con sentimientos... o sentimientos con exceso de átomos.

Y, a pesar de eso, gracias a Dios, sigue siendo emocionante, excitante e incluso prohibido. O gracias a la química, si no creéis en Dios.

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sábado, 19 de julio de 2025

Mazmorras de peluches: Orejitas, látigos y abrazos que dan cosita




¿Quién dijo que el placer tenía que ser oscuro, agresivo, sucio y envuelto en cuero negro? En Alemania, ese país que nos dio lo peor (ese señor con bigote y predisposición a exterminar) y lo mejor (la cerveza) han llevado el BDSM a un nuevo nivel de… ternura. No hablamos de osos amorosos, sino de osos dominantes, zorros con látigos de colores y conejitos que no viven una película Disney sino que están atados a una cruz de peluche mientras ronronean (o chillan, según el acuerdo previo). Se trata de clubs donde se combina el mundo furry (ese universo de personas que se disfrazan de animales gigantescos) con un BDSM más suave que un abrazo de Alex Gibaja. ¿Pero esto existe? Por supuesto, vivimos en un mundo en que cualquier cosa es posible. Imagina entrar a una mazmorra, pero en vez de sentir miedo, sientes un impulso incontrolable de sonreir. Todo está cubierto de telas suaves, luces de colores, música electrónica relajante y personajes mullidos que se tratan con respeto… pero también con látigos de terciopelo. No hay gritos, hay gruñiditos. Las esposas tienen orejitas. Los látigos tienen pompones. Y los “castigos” incluyen cosquillas o la tortura de cantar una canción infantil. Todo consensuado, claro.

Detrás de esta combinación tan adorable como desconcertante, hay un  movimiento de exploración identitaria, libertad sexual y ganas de pasarlo bien sin prejuicios. Es el espacio perfecto para quienes quieren jugar con roles, poder y sumisión, pero sin dejar de sentirse como si estuvieran en una de esas fiestas de pijama que vemos en las película americanas. Vamos, quieren jugar con fuego pero sin temor a quemarse. Como el que dice que es campeón de boxeo... y solo lo ha sido en un videojuego. No duele, no sientes la violencia. Todo huele a caramelito de fresa y nata.

Algunos lo utilizan para desestresarse después de una ardua semana de trabajo, ¿qué mejor que dejar de ser jefe de cocina y convertirte en un zorro que grita “¡castígame, osito, he sido muy malo!”? (si, es un chiste en referencia a la famosa serie de televisión).

Si hay un país donde uno puede entrar a un club vestido de unicornio BDSM y nadie parpadea, es Berlín. Una ciudad, que quienes conocemos el mundo BDSM, somos conocedores de que lleva años en la vanguardia de todo, desde el BDSM mas extremo y peligroso... al mas inocente y achuchable. Estos alemanes siempre van un paso por delante, incluso para perder todas las guerras que comienzan.

Puede parecer una locura, pero en el fondo, estas mazmorras nos enseñan algo: el deseo humano no tiene límites… ni forma. Puede venir envuelto en cuero negro o en un panda con arnés de arcoíris. Y eso, reconozcámoslo, es maravilloso. Y eso nos enseña otra cosa aun mas importante: el BDSM no tiene porque ser algo violento, ni agresivo, ni te tiene que poner contra la pared. El BDSM también puede ser algo suave y mullido donde los roles se respeten y todo fluya como el sirope de fresa sobre un helado.

Así que ya sabes: si te cruzas con un conejo de dos metros con mirada de deseo y un látigo en la mano, no huyas. Podría estar invitándote a una noche de BDSM suave y mullidito.

lunes, 7 de julio de 2025

El Subspace y el Topspace: estados psicológicos en el BDSM


 


En este blog he escrito ampliamente sobre las experiencias emocionales y psicológicas profundamente transformadoras que pueden surgir al practicar BDSM. Durante una sesión (en especial, al finalizarla) sientes que, momentos antes, alcanzaste niveles emocionales que ni siquiera sabías que existían. Hay una liberación, una apertura que revela cosas de ti que estaban latentes o escondidas. En este contexto hay dos conceptos clave que son el “subspace” y el “topspace”. Ambos describen estados alterados de conciencia y percepción que pueden ocurrir durante una sesión. ¿Pero que son y por qué son tan importantes?

Vayamos, como siempre con las etiquetitas en inglés, de uno a uno

 

SUBSPACE

El “subspace” es un estado psicológico alterado que puede experimentar una persona sumisa durante una escena BDSM. Un estado que puede compararse con un tipo de trance, meditación profunda o incluso un “viaje” emocional.

Se caracteriza por una (parcial) desconexión realidad donde la persona sumisa puede sentir como si estuviera flotando o fuera de su cuerpo. Exacto, como fumarse un buen truja solo que sin haberlo fumado. Además, debido a la liberación de endorfinas y otras sustancias neuroquímicas, el umbral del dolor puede aumentar. He visto a lo largo de mi vida a muchas personas que me han descrito esto como una sensación de paz, amor profundo, entrega total o incluso un desconocido éxtasis. Y repito, no iban fumadas.

Parece genial ¿pero lo es? No siempre porque el “subspace” también puede dejar a la persona emocionalmente expuesta, sensible y necesitada de cuidados posteriores. Ese viaje fragiliza y puede romperte emocionalmente de la misma forma que una droga liberadora.

Drogas, drogas, drogas... claro: hablamos de la química del cerebro.

Te preguntarás como alcanzar este estado alterado tan maravilloso. Malas noticias: no todas las personas lo experimentan. Generalmente surge en un contexto de confianza emocional, intensidad física (o psicológica) y conexión profunda entre dominante y dominado. Es decir, es complejo de navegar por el subspace en una primera sesión, pero existe y, con el tiempo y la confianza necesarias, puedes llegar a experimentar este tipo de emociones que muchas personas no son capaces de describir.

Y si no, ya sabes: te lias un buen...

 


TOPSPACE

El “topspace” es el estado mental que puede experimentar una persona dominante durante una escena. ¡Ah vale! Entonces el “subspace” de los sumisos es el “topspace” de los amos. Pues no exactamente. O, mejor dicho: no. Es más, muchas personas dominantes han visto como la persona a la que dominan ha alcanzado el “subspace” pero son desconocen que ellos también al alcanzado el” topspace”.

Menudo lio ¿verdad? Pues tampoco: es mas fácil de lo que parece. En el “topspace” la persona dominante puede sentir un estado de concentración extrema, donde todo gira en torno al control, la seguridad y la conexión con la persona sumisa. De repente, sus acciones se automatizan y son precisas, como si estuvieran fluyendo sin esfuerzo. A menudo se combina con una sensación de responsabilidad intensa hacia el bienestar del sumiso/a. Se potencia el rol de amo hasta límites que escapan al rol y puede sentirse una especie de euforia asociada al ejercicio de ese control consensuado.

Un profesional, que diría Manquiña.

Pero toda cosa buena conlleva cosas no tan buenas. El "topspace" tiene sus riesgos pues el hecho de que una persona dominante lo alcance puede llevar a eso que se conoce como “la bajona”. En ingles es “master drop” pero me niego a traducir literalmente ese concepto cuando “bajona” lo describe a la perfección porque estamos hablando de una bajada emocional del dominante que ocurre después de la escena, donde la energía y euforia desaparecen, dejando lugar a emociones como tristeza, culpa o vacío.

La bajona despues del truja. Todo cuadra ¿no? Volvemos a lo mismo: la química del cerebro.


Resumiendo: el subspace y el topspace no son simplemente "modas" dentro del BDSM, tampoco son etiquetas (aunque lo sean) sino que son formas de poner en contexto manifestaciones reales de estados mentales y emocionales profundos. De esta manera podremos comprenderlos para practicar BDSM de forma segura, consensuada y emocionalmente saludable.

Seguro que si habéis practicado BDSM habréis experimentado esas sensaciones sin haberlas etiquetado de ninguna forma. De eso se trata: de experimentar. Las etiquetas ya las ponemos los que nos encargamos de escribir sobre el tema y así quedamos como unos pedantes que etiquetamos todo en inglés porque así creemos que parecemos más experimentados.

Pero no, soy el tonto de siempre, creedme. ¿Será este final bajonero del texto un “master drop” en toda regla?

Seguro que una cerveza lo soluciona, bendito alcohol. O un buen truja... ¡Hasta la próxima!

Pd: cuando tengáis sesiones nada de drogas del tipo que sean. Una cosa es el humor y otra cosa es hacer las cosas bien hechas desde la lucidez.


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domingo, 6 de julio de 2025

Una oda a los switch, los multitarea del BDSM



Desde la psicología contemporánea, ser capaz de ocupar distintos roles (relacionados entre si) significa poseer una alta función ejecutiva: es decir, la habilidad para cambiar de perspectiva, empatizar, adaptarse al contexto y regular las emociones propias. Desde una perspectiva de desarrollo, el switch no contradice su identidad, sino que la expande, además, esta dinámica satisface distintas partes de su personalidad: una que necesita control y expresión del poder. La otra que busca rendición y entrega. El hecho de no limitarse a un solo rol refleja integración interna más que conflicto, aunque nosotros, visto desde la distancia, lo entendamos como indefinición.

La psicología humanista destaca al switch como parte de un proceso donde conocer y abrazar múltiples facetas de uno mismo. Un switch tiene la capacidad de entrar en distintos “yoes” sin perder el sentido de quién es, encontrando significado no solo en la fisicidad de la sesión, sino en la posibilidad de habitar múltiples versiones de sí mismo.

Ser switch no es estar confundido, ni carecer de identidad clara. Es tener la capacidad de habitar la complejidad. Disponen de inteligencia emocional y adaptativa.

Desde la psicología contemporánea, ser capaz de ocupar distintos roles (que están relacionados entre sí) significa tener una buena función ejecutiva. No hablamos de usar Excel ni de llevar traje gris: hablamos de cambiar de perspectiva sin explotar emocionalmente, empatizar con los demás sin perder la paciencia y regular tus emociones sin tener que gritarle a una almohada. En términos más humanos: un switch puede ir de “Mando yo” a “Mándame tú” sin perder el hilo de quién es. Todo esto mientras mantiene la compostura, el consentimiento, y hasta la playlist que suena de fondo. Nota mental: escuchar a Melendi durante una sesión BDSM debería tener pena de cárcel. 

Desde la psicología del desarrollo, ser switch no es una contradicción, es una expansión de la personalidad. Como si tuvieras dos apps abiertas al mismo tiempo: una versión de ti necesita control, estructura y sentir que el universo obedece tus órdenes. La otra quiere soltarse, rendirse y dejar que alguien más lleve el volante (y ojalá tenga manos firmes).

La psicología humanista incluso aplaude esto asegurando que el switch está en proceso de descubrir y abrazar las múltiples capas de su yo. Lo que para otros es “¿pero eres dominante o sumiso?” para el switch es: “Hoy soy todo eso... y además traigo pizza y cervezas”. Ser switch no es estar confundido. Es tener la flexibilidad emocional de un camaleón con inteligencia emocional, adaptabilidad, autoconocimiento… y quizás una pequeña colección de collares y esposas en el cajón.

Lejos de ser una crisis de identidad con látigo incluido, esto demuestra integración y paz interna, no confusión. En otras palabras: no estás hecho un lío, simplemente tienes varias versiones funcionales y sexy de ti mismo, y sabes cuándo usar cada una.

Si me preguntáis que opino desde el tema, quizás mi opinión os sorprenda: nunca he entendido a los switch. Me esfuerzo por entenderles pero no lo consigo. Mi cerebro es binario, mil disculpas.

Lo que no significa que haya dominado a muchas switch y haya disfrutado como nunca de la experiencia.