miércoles, 28 de agosto de 2024

Sexo Oral Vs Sexo Oral en el BDSM

 



El sexo oral en el BDSM es una práctica cargada de simbolismo, poder, control y mucha saliva. Comúnmente creemos que arrodillarse y abrir la boca o ver a una ama con las piernas abiertas esperando a ser lamida es algo que también sucede en el sexo “normal” (o eso que conocemos como “sexo vainilla” que nada tiene que ver con los sabores de helado), creemos que es algo conocido: comer o ser comido (o comer y ser comido), pero, como ocurre con otras prácticas en el BDSM, el sexo oral se puede explorar de maneras diferentes y es ahí donde deja de ser una práctica meramente sexual, y se convierte en un acto de obediencia o sumisión además de ser una herramienta de castigo o recompensa. La profundidad emocional es lo que diferencia el sexo oral en el BDSM del sexo oral en el sexo. Si somos dominantes, utilizaremos el sexo oral para expresar poder y control sobre el dominado. El acto de dar o recibir sexo oral puede simbolizar la entrega de uno y la autoridad del otro. Además, para la persona dominada, hacer sexo oral se convierte en un acto de adoración, obediencia o devoción. Al mismo tiempo, la persona dominante, observando a su mascota, perdón... observando a su sumisa o sumiso haciéndole sexo oral, siente una reafirmación del control sobre su propiedad. Es decir: un acto simple y conocido que, dentro de un contexto de roles, amplia el sentido de absolutamente todo.

El dominante decide cuándo, cómo y en qué condiciones se realiza. Esto puede incluir órdenes explícitas, restricciones de tiempo, posiciones específicas, o incluso el uso de cuerdas o antifaces, también puede convertirse en un juego donde el dominante controla si el sexo oral es recompensado con un orgasmo o si se detiene antes de llegar a ese punto (ya sea por pasiva o por activa). Además, como en otras prácticas de BDSM que también son prácticas “habituales” fuera del BDSM, el sexo oral puede ser “vainilla” pero también mucho más intenso y agresivo, incluso humillante, dependiendo de la escena y el acuerdo mutuo. El BDSM permite todo ese abanico de colores que en otros escenarios sería impensable.

Podemos sumar la práctica del ahogamiento (también conocido como "breath play") y combinarla con el sexo oral. Esto implica controlar la respiración de la persona sumisa durante la felación o el cunnilingus, a menudo como un acto de poder extremo, aunque requiere un alto nivel de confianza y experiencia. Otras prácticas asociadas son la garganta profunda o también el cómo utilizamos el semen en el sexo oral (eyaculando en la cara de la persona dominada para humillarla, o en su boca obligándola a tragarlo, aunque no quiera, etc). Porque el sexo oral puede ser usado como castigo si se obliga al sub a realizar sexo oral bajo ciertas condiciones que podrían ser humillantes (siempre de previo y mutuo acuerdo). Como recompensa, el sexo oral puede ser una forma de gratificación cuando el sumiso ha cumplido con las órdenes del dominante o ha mostrado obediencia y dedicación. Y aquí hay que decir, que ciertas personas utilizan en el BDSM el sexo oral como recompensa en ambos sentidos: del dominante al dominado o del dominado al dominante.

El sexo oral en el BDSM puede ser una práctica llena de significado, complejidad y conexión emocional. No es solo sexo oral… probadlo si tenéis la oportunidad (aunque solo suceda eso en vuestra primera sesión) porque es una buena forma de comenzar, conectando íntimamente con la otra persona en una práctica que conocéis y es familiar, lo que coloca esa práctica en una zona de confort conocida. El resto consiste en añadirle matices poco a poco… ah, y tener un mullido cojín a mano para que las rodillas de la persona dominada no sufran mas de lo necesario...


martes, 20 de agosto de 2024

Dolor y placer (en la vida y en el BDSM)

 


Dolor y el placer son dos experiencias que, a priori, consideramos como contrarias. No obstante, están conectadas de forma tan compleja que una simple frase no es suficiente. Intentaré explicarlo sin naufragar en el intento.

En nuestro cerebro, las áreas que procesan el dolor también están involucradas en la sensación de placer. Esta primera afirmación nos ayudará a comenzar a comprender porqué dolor y placer no son opuestos, sino que pueden coexistir y alimentarse. Esta conexión es perceptible (o al menos yo la he percibido) en prácticas donde el dolor se convierte en una fuente de placer, como ocurre en algunos aspectos del BDSM. Lo primero: si alguien te asegura que el BDSM es esencialmente dolor entonces deberías tomas la decisión de salir corriendo en cualquier dirección para alejarte de esta persona. Nada en el BDSM es esencialmente algo porque el BDSM es la adopción de un rol (dominante o dominado) donde somos los implicados quienes consensuamos que practicas hacer. Y si rechazamos el dolor eso no excluye que podamos disfrutar del BDSM. Por supuesto que hay BDSM placentero sin dolor.

Volvamos al aspecto biológico de todo esto: las endorfinas (neurotransmisores que se liberan en respuesta al dolor) también nos inducen sensaciones de euforia y bienestar, lo que explicaría por qué, en ciertos momentos (escenarios), el dolor también es placer. Esta respuesta biológica es una reminiscencia evolutiva que nos ayuda a lidiar con situaciones de estrés o daño físico, proporcionando una "recompensa" interna que contrarresta el sufrimiento. Como cuando un tiburón arranca de un gentil bocado el pie de un bañista, pero la víctima no se da cuenta de que los deditos de sus pies son la merienda del escualo hasta pasado buen un rato. Ese chute de endorfinas posterior al terrible mordisco le ayuda a sobrevivir y a sobrellevar el dolor. Como cuando tenemos un accidente grave y el verdadero dolor en nuestro cuerpo aparece transcurrido un tiempo, cuando desaparece ese necesario chute de endorfinas que nos ayuda a sobrellevar las crisis inesperadas.

En muchas culturas, el dolor se ve como un medio para alcanzar un estado superior de conciencia o placer utilizando ritos de paso, sacrificios físicos y ejercicios extremos para purificar el cuerpo y la mente, abriendo la puerta a experiencias placenteras o espirituales más profundas.

En el sexo, algunas personas experimentan placer a través del dolor consensuado. Aquí, el dolor no es el fin en sí mismo, sino una vía para intensificar la conexión emocional, la liberación de tensiones o el descubrimiento de nuevas sensaciones. Como cuando algunas personas practican sexo anal y la respuesta verbal es “me duele, pero me gusta”. 

Aunque debemos reconocer que esta frontera (o percepción) entre dolor y placer está influenciada por el contexto, las expectativas y nuestras experiencias en el pasado. Lo que es doloroso para una persona puede ser placentero para otra, dependiendo de su historia personal y de cómo su cerebro procesa esas sensaciones. Lo que explicaría porqué a unas personas el dolor las transporta hasta el placer y a otras las paraliza.

En nuestra vida diaria, el dolor (emocional) también puede llevar al placer. Superar dificultades junto a otra persona puede fortalecer los lazos afectivos, creando una sensación de logro y conexión profunda. Superar el dolor o la adversidad puede llevar a una mayor apreciación del placer y la felicidad en nuestra vida.

Dolor y placer en el sexo, en la cultura, en nuestra vida diaria... dolor y placer son esas dos caras de la misma moneda, inseparables. Explorar y entender la conexión entre ambos puede enriquecer nuestra vida, permitiéndonos experimentar todo ese catálogo de emociones y sensaciones que definen nuestra existencia. 

El escenario del BDSM es uno de los más óptimos (por el control) para conseguir esta nueva experiencia  con el dolor que puede ayudarnos a comprender un poco mejor nuestra auténtica esencia. 

Algunas personas que lean esto nunca habrá tenido una sesión BDSM porque les da miedo pero sí que se han tatuado el cuerpo. ¿Que diferencia hay? En esencia, ninguna. Cuando nos hacen un tatuaje, las agujas penetran en nuestra piel repetidamente, lo que provoca una respuesta natural de dolor. Sin embargo, durante este proceso, nuestro cuerpo también libera esas endorfinas que actúan como analgésicos naturales y que son responsables de la sensación de euforia. Saber que el dolor, cuando nos están tatuando, tiene un propósito puede transformar ese dolor en algo soportable e incluso deseable. La anticipación de obtener un tatuaje y el deseo de expresión personal nos llevarán a un estado mental en el que el dolor será interpretado de manera positiva, como parte de un ritual o logro personal. Saber que el dolor, cuando estamos en una sesion BDSM, tiene un propósito, será exactamente lo mismo.

Pero, como he dicho antes, ese dolor asociado al placer en el BDSM debemos explorarlo desde nuestra absoluta libertad y totalmente consensuado. ¿Mi opinión? Si sentís curiosidad, probadlo de forma segura, controlada y progresiva.

viernes, 2 de agosto de 2024

Estas cosas no son para mi

 



Casi todas la gente con la que he podido hablar sobre BDSM y nunca lo han practicado, defienden este hecho argumentando que “estas cosas no son para mí”. Ningún reproche por mi parte. Cuando veo gente intentando escalar el Everest, buceando en alta mar, paseando cinco perros por la calle o educando a cinco niños, me digo “esto no es para mí”. Pero nunca he intentado escalar ni tan siquiera la montaña más modesta que rodea la ciudad donde vivo, nunca me he sumergido en alta mar más allá de donde cubre, nunca he intentado limpiar la mierda de cinco perros en la calle, tampoco de de cinco niños en mi casa. Estas cosas no son para mi porque no las he probado, pero intuyo que no me van a gustar.

Un motivo que nos mueve a decir “esto no es para mí” es el aparente esfuerzo que requiere emprender nuevas aventuras. Cada año que pasa estamos más acomodados en nuestro escenario a pesar de que en nuestro perfil de Instagram pongamos eso de “carpe diem” o una frase de Mr. Wonderful del estilo “la vida solo pasa una vez: vívela”. Después la realidad nos golpea y nos obliga a recordad que lo más atrevido que hemos hecho en todo el año ha sido sugerirle a nuestro peluquero de confianza que corte dos centímetros más de lo habitual. Desconfiamos de las nuevas experiencias, pero no por nuevas sino por el esfuerzo que significa emprender un viaje del que desconocemos su final. O dicho de otra forma: solo lo haré si estoy convencido de que la recompensa será mayor que el esfuerzo.

Otro motivo que nos mueve a decir “estas cosas no son para mi” es la idealización que hemos hecho de cosas que nunca hemos probado. Una idealización basada muchas veces en la ficción, en noticias o en comentarios de bar. Nunca hemos conocido a nadie que haya escalado el Everest, pero aseguramos que no es para nosotros porque lo que sabemos del Everest es que hace frío, Glovo no llegá hasta ese remoto lugar y la gente muere. Nunca hemos practicado BDSM porque en nuestra imaginación hay dolor, humillación, abuso y una mazmorra que debe oler fuerte.

Los principales motivos que nos mueven a no despegar nuestros culos del sofá y probar cosas nuevas son el miedo y la apatía.

Ahora me vendréis con que vosotros no sois así, claro… por eso perdéis una hora un viernes por la noche navegando por todas las plataformas digitales buscando una buena película en vez de hacer paracaidismo nocturno o acudir a una pelea clandestina.

Vale, culpa mía. Lo reconozco: cuando escribo siempre me apoyo en las figuras más extremas. Como esos machistas que de repente le sueltan a una mujer en una discoteca “¿follamos?” y cuando ella contesta que no entonces ellos dicen a sus amigos en voz baja “menuda monja”.

De acuerdo, ni ángel ni diablo, intentaré ser más asertivo. Vamos allá: nos probamos cosas nuevas porque en esa balanza en nuestra imaginación siempre pesa más quedarnos sentados en el sofá. Esa es nuestra realidad y por mucho que leas esto y digas “No es mi caso”, reflexiona sobre cuantas cosas nuevas has probado este año. Aclaración a la norma: como cosas nuevas no valen el helado de judías pintas ni la ropa interior comestible. Hablamos de cosas que nos cambien, que nos estimulen, que nos hagan reír o llorar. Cosas que recordemos el resto de nuestras vidas.

Experiencias.

Y ahora, vuelve a reflexionar sobre todo esto y dime porque el BDSM no es para ti.

miércoles, 3 de julio de 2024

Objetividad Vs Subjetividad





Cualquier texto que leáis (este o cualquier otro de cualquier otro autor en cualquier otro lugar) casi siempre es fruto de la subjetividad. En historiadores, jueces, médicos o cualquier otro empleo donde la objetividad, la ciencia o la norma son imprescindibles, permanece cierta subjetividad. El punto de vista propio tiene más peso específico que la norma ajena. No quiero decir con esto que no exista una verdad, sino que la verdad absoluta no existe.

Cuando dicen que la justicia es ciega pretenden dar a entender que no existe  diferencia entre ricos y pobres, no diferencia razas, sexos ni delitos. La justicia es diferente dependiendo de quien la aplique porque la justicia es cualquier cosa menos ciega, incluso puede que no sea ni tuerta. La aplicación de la justicia depende de quien la aplique, como la aplique, donde la aplique o sobre quien se aplique. A igualdad de delito, los veredictos son diferentes. Y eso tiene mucho que ver con el punto de vista (en este caso del juez). Lo mismo sucede con los médicos y sus diagnósticos, con los historiadores y sus conclusiones… con un taxista y el trayecto, con un policía y la falta, con un maestro y sus alumnos.

Sabemos que no hay una norma única y que todo funciona dependiendo de quien esté en un lado u otro. Cuando hablamos de la moral, de lo que está bien o mal o de lo que deberíamos hacer o no, nos juzgamos a nosotros mismos con una severidad que ni tan solo los jueces aplican, temerosos de que un rayo nos fulmine por salirnos del camino o temerosos de quedar mal ante los demás. Somos nuestros peores enemigos, somos nuestro juez más estricto y somos nuestro cura mas extremista. No dejamos pasar ni una y cuando la dejamos pasar nos gusta criminalizarnos y entramos en una espiral de culpa de la que ya no sabemos salir.

Pero a vida también es trivialidad, la vida también consiste en no ser productivo, podemos ser egoístas o podemos pecar de la forma mas impensable. Podemos llevar a cabo nuestras fantasías más inconfesables y debéis saber que ningún rayo nos fulminará. Nadie nos juzgara por nada que hagamos de forma tan severa que como nos juzgamos nosotros mismos. Y esto es lo que nos hace permanecer inmóviles sentados en el sofá y lamentándonos de la triste vida que nos ha tocado vivir. Sin darnos cuenta de que ni es tan triste ni tan inflexible ni tan aburrida.

Portarse bien y intentar ser justos, correctos y obedientes está bien, eso nos ayuda a dormir y hace del mundo un lugar mejor.

Pero portarse mal, ser incorrectos y desobedecer la norma está aún mejor siempre que sepamos que es algo ocasional. Policías, jueces, taxistas, médicos, científicos, cocineros y deportistas se equivocan porque la subjetividad es aleatoria. Si esto es así... ¿por qué nosotros nos empeñamos en hacerlo todo de forma perfecta y si eso no sucede creemos que la vida es una mierda?

Puede que la vida sea una mierda, pero si cometes locuras acabas dándote cuenta de que la locura forma parte de esa vida y contribuye a hacerla menos mierda. La locura y la trivialidad no harán de nuestra vida algo peor pero seguro que la endulzarán.

sábado, 29 de junio de 2024

La primera vez de Alba (relato)

 



Hemos quedado en el bar de un céntrico hotel (donde también he reservado una habitación toda la noche). Ella se llama Alba y va a ser su primera sesión como sumisa. Eso si es que se decide. Primero charlaremos con una copa delante para ver como fluyen las cosas. Ambos estamos decididos a hacerlo, pero necesitamos aterrizar todas esas conversaciones nacidas desde el bajo vientre y entender, desde la lógica, lo que nos disponemos a hacer. La veo aparecer por el fondo del local, lleva un vestido negro de tul ajustado con escote, medias negras y tacones. No creo que acostumbre a vestir así en su día a día, de lo cual me alegro porque eso significa que, en cierta forma, se está liberando, aunque solo sea su vestimenta. Desea estar hermosa para su amo, lo cual también es una señal de que desea servirme. Al llegar a mi altura intercambiamos dos besos mas castos de lo necesario y tomamos asiento en sendos taburetes frente a la barra, al hacerlo, su falda se desliza y alcanzo a ver que las medias son de medio muslo. Perfecto, se las dejaré puestas durante parte de la sesión. Alba está nerviosa, es lógico, así que decido llevar la conversación de la misma forma que llevaré la sesión. No me importa tomar el control de las situaciones, mi ego no se infla por eso ni se desinfla tanto si soy el rey de la pista como si soy el ultimo mono del circo. Simplemente es algo que hay que hacer en determinados momentos. Ahora, por ejemplo.

La conversación discurre por temas triviales, no hablamos acerca de la sesión porque ya hemos pactado todo cuanto sucederá. Alba sonríe tímidamente. Me gusta esa sonrisa, la sonrisa de alguien que lleva mas de cuarenta años comportándose como le han dicho que se ha de comportar, negándose fantasías que, desde varios frentes, le aseguraban que era algo cercano a la enfermedad mental. Hoy es el día en que se va a liberar. Muchas personas deben estar atadas durante parte de su primera sesión para que aumente su indefensión, su sumisión, sus sentidos, para que confíen en la persona que las ha atado. Y curiosamente, solo consiguen estar liberadas cuando están atadas.

-¿Subimos? -pregunto al cabo de media hora

-Si -contesta ella bajando la mirada tímidamente.

En el ascensor deslizo una de mis manos por debajo de su falda, subiendo por el interior de sus muslos. Su sexo esta completamente mojado. A Alba este gesto le ha cogido por sorpresa, muestra incredulidad y cierta vergüenza. Huelo mi mano impregnada de sus fluidos y le sonrío. Su sexo huele a sumisa.

Una vez en la habitación coloco una venda sobre sus ojos, esa es la parte que menos le gusta y la que mas me ha costado convencerla, pero, como en toda negociación, hay una contraprestación. Hemos decidido que comenzaremos la sesión con ella con los ojos vendados, vestida, con las piernas abiertas y yo masturbándola. Alba quiere sentir lo que es el squirting o, como ella me dijo, quiere sentir como se mea corriéndose. Evidentemente el squirting es un fluido similar a la orina, pero no lo es.

Que una sesión comience con un amo masturbando a su sumisa parece un contrasentido, para mi no lo es. Si es lo que ella necesita y ha accedido a ponerse la venda en los ojos, que a si sea. Para mi, una sesión es una experiencia. No tengo porque ser amo cada segundo de esa sesión, solo necesito sentir que la otra persona entiende los roles y los asume. Necesito ver que la otra persona respeta el pacto al que hemos llegado.

Comienzo a masturbarla mientras con la otra mano manoseo sus pechos por encima de la ropa y la beso. Media hora mas tarde y después de tres orgasmos que han llenado la cama y la moqueta del hotel de los flujos de Alba, la desnudo completamente, solo le queda la venda en los ojos y las medias de medio muslo, la ordeno arrodillarse y meto mi pene en su boca. Ahora me toca a mi, ahora es el momento de educar a mi nueva sumisa como quiero que haga las cosas. Después de un buen rato, me corro en su boca y mientras la agarro del pelo le ordeno que se trague todo. Alba obedece.

-Buena sumisa -digo.

-Gracias amo.

La ayudo a estirarse en la cama y, de repente, meto mi cabeza entre sus piernas, lamiendo su sexo completamente depilado. ¿Por qué hago eso? Porque ella va a hacer muchas cosas nuevas para satisfacer a su amo y lo único que me ha pedido a cambio es que la ayude a “mearse” mientras tiene un orgasmo y que le coma el coño hasta saciarme de sus jugos.

Soy amo, pero puedo comerle el coño a mi sumisa si la situación lo requiere, tampoco tengo ningún problema con eso. Además, así podré recuperarme de mi orgasmo.

Quince minutos más tarde y después de beberme su corrida, la pongo a cuatro patas encima de la cama, me pongo un preservativo e introduzco mi pene en su vagina, mientras la agarro con fuerza de las caderas y la follo durante un buen rato, propinándole algún que otro azote, algún que otro insulto, algún que otro tirón de pelo. Sexo duro con alguien que sabes que está cuidando de ti, esa es la clave.

Al poco rato, mientras me follo a mi sumisa Alba, le meto un dedo en el culo. Ella gime, no parece estar cómoda, pero al poco rato su ano comienza a dilatarse y el dedo entra perfectamente. Un dedo en su culo, una polla en su coño. Una de las fantasías de Alba es la doble penetración. Hemos acordado que la haremos algún día, pero no con otra persona, ella quiere la polla de su amo en su culo o en su vagina y un vibrador en el otro agujero libre. He traído un vibrador, pero no creo que eso suceda hoy aunque lo que si que va a suceder es que sodomice a mi sumisa. Ella me lo ha pedido como parte de su fantasía, nunca ha follado por el culo antes.

Quito mi polla de su coño y pongo vaselina en su culo al tiempo que sigo introduciendo un dedo, después dos dedos. Alba gime de dolor y placer, al poco rato la penetro analmente, con suavidad. Alba esta algo incomoda, pero sabe que ha de aguantar unos minutos y esos músculos donde ahora esta mi pene se relajaran y se dilataran. La frontera entre el dolor y el placer es casi imperceptible en el BDSM, a veces incluso son la misma cosa. Al poco rato ya estoy sodomizándola sin problema. Sin aparente dolor, con mi polla en su culo probamos todas las posiciones, ella lleva una venda en los ojos aun, se la quito mientras estamos follando yo encima de ella, cara a cara, nos miramos y nos besamos.

-¿Dónde esta mi polla, sumisa? -le susurro al oído

-En mi culo, amo.

Al poco rato saco mi polla de su culo, lanzo el preservativo al suelo y me masturbo a escasos centímetro de su cara. Finalmente, el semen cae en sus labios, en su nariz, en sus mejillas, parte en su pelo.

La llevo hasta el baño y la hago mirarse reflejada en el espejo, ese rostro lleno de semen y su culo aun abierto de par en par.

-¿Qué ves? -le pregunto.

-A una sumisa -responde ella- Tu sumisa.

-Es esto lo que querías Alba.

-No lo quería amo, lo necesitaba, pero no lo sabia.

-¿Y ahora que?

-Quiero mas amo, probar más cosas, pero otro día, estoy agotada.

Nos duchamos y bajamos al bar del hotel a tomar otra copa, ya no somos dos desconocidos, ahora somos amo y sumisa, hay una profunda conexión entre ambos y eso se refleja en la conversación. Alba esta relajada y sonríe, se siente liberada de muchas cosas, pero, sobre todo, a aprendido a no juzgarse a si misma sino a disfrutar sin pecado ni culpa.

Ayer Alba era una mujer insegura, asustadiza y con sentido de culpa por dejarlo todo para el día siguiente. Hoy, esta noche, Alba parece una mujer segura, confiada y alegre por no haber dejado la sesión para el día siguiente. Puede que mañana los miedos vuelvan a Alba, pero se enfrentará a ellos  porque ahora sabe que puede repetir lo que acaba de suceder, ahora sabe que hay alguien que la comprende, la escucha y no la juzga. Alba es ahora una sumisa por decisión propia y aunque esa no es la solución a nada, es un alivio tan agradable que lo único que se le pasa por la cabeza es porque no lo probó antes, con todas esas fantasías en su cabeza que se quedaron en culpabilidad solo por el hecho de haberlas imaginado. 

En realidad, la vida no tiene solución, es un conjunto de blancos y negros a los que solo podemos enfrentarnos de la manera en que Alba se ha enfrentado esta noche: olvidándose de quien es y poniendo todo su esfuerzo en quien quiere ser.

Comenzando por ser sumisa. 

Mi sumisa.


Todo es accidental

"La cruz de hierro", Sam Peckinpah, 1977


Hace más de quince años que murió una de las personas que más quería. Se marchó de forma sorprendente (por la sorpresa), víctima de un accidente. Lo que más recuerdo de esa persona es que nos despedimos tres días antes con un insulto a modo de reproche (que es como nos gustaba despedirnos, a modo de broma). Ese cómplice despido, a diez metros de mi casa, se ha convertido en algo que me persigue como si yo fuese el peor de los asesinos. El recuerdo que tengo es el de no habernos podido despedir acorde a lo que sucedería a continuación. El recuerdo que tengo es de ese insulto divertido que siempre nos decíamos como si ahora fuese que insulté a esa persona antes de perderla.

En las pérdidas nos quedamos con las frustraciones, las propias, sin darnos cuenta que la persona que hemos perdido le gustaría ser recordada por todas las cosas buenas que vivisteis juntos. La persona que perdí tenía cosas malas, como todos, pero las cosas buenas superaban a las malas por una goleada épica. 

Me ha costado años reescribir esa despedida, olvidar ese instante que me conduce a la frustración y hacer de las cosas buenas de esa persona un conjunto que se acaba conformando en un maravilloso recuerdo.

Lo peor del hecho de que un ser querido se marche sin avisar es que no sabemos como enfrentarnos a eso. Pero sucede lo mismo con los seres queridos que se marchan avisando de su partida. Somos los que nos quedamos quienes tenemos que lidiar con el duelo. Ellos no. Y somos nosotros los únicos que podemos convertir nuestra frustración o nuestra inevitable pena en un recuerdo maravilloso. Recordando todo lo bueno que nos aportó esa persona, valorando también todo aquello con lo que no comulgábamos, dando cada día las gracias a esa persona aunque no esté ya con nosotros. Obviando la frustración de la despedida abrupta.

He aprendido, después de muchos años, que culpar a todo cuanto nos rodea de lo que no somos capaces de solucionar por nosotros mismos es la peor forma de continuar en el mundo porque en ese ejercicio incluso somos capaces de culpa a quien se ha ido por haberse ido demasiado pronto o sin despedirse.

Tan solo hay que saber que en esa vida, la gente viene y se va. Y de la misma forma que esas llegadas son fruto de la casualidad, las partidas también. La vida es bella y apenas controlamos nada respecto a esa hermosa vitalidad. Pero si algo podemos controlar es el hecho de comprender que todo es accidental.

"Todo es accidental. Accidental por las manos. Las mías, las otras. Todas sin mente. De un extremo a otro y ninguna funciona, ni funcionará jamás. Aquí estamos, en la tierra de nadie, tú y yo" ("La cruz de hierro", Sam Peckinpah, 1977)

miércoles, 19 de junio de 2024

¿Una piedra en el zapato o un gigantesco meteorito en el cielo?

 


Hay mañanas en las que la vida nos sonríe, quizás con una mueca de desaprobación, puede que esa sonrisa sea una burla. Hay otras mañanas en que ese mítico pie izquierdo es el primero en tomar tierra y todo se tuerce de tal forma que al final del día lo único que deseamos es que un gigantesco meteorito se dirija hacia la tierra y no haya ningún Bruce Willis de turno para evitarlo.

Después de la mañana llega el mediodía. Imaginemos un idílico mediodía donde todo ha salido a pedir de boca. Un idílico instante donde todos los políticos han desaparecido y donde el aceite de oliva ha vuelto a los precios de las olimpiadas de Barcelona 82. Sonreímos felices, nada puede estropearnos esa sensación de lúcida y transitoria felicidad. De repente, mordiendo una manzana, se nos rompe un diente y media hora mas tarde la lavadora hace un ruido extraño y fallece dejando escapar ríos y ríos de agua. Es entonces cuando toda esa felicidad se torna tragedia. Como el negativo de una fotografía. Un gigantesco nubarrón gris se instala sobre nuestra cabeza y volvemos a desear que Bruce Willis no salve a la humanidad. Esta sensación puede alargarse días, semanas e incluso meses. Deseamos con tanta fuerza que todo sea de nuestro gusto (porque asociamos eso a felicidad) que las pequeñas e inevitables piedras en el camino convierten la travesía en la crónica de una muerte anunciada.

Y es que a lo largo de tu vida se te va a romper mas de un diente y más de una lavadora. Eso es inevitable. El problema no es que suceda, el problema es que, si sucede al mismo tiempo, caemos en la tristeza. Confundimos mala suerte con incapacidad. 

Puede llegarte una terrible enfermedad, claro que la muerte está ahí a la vuelta de cada esquina o que el desamor, el fracaso y la inseguridad están a la orden del día. Y es por eso por lo que alimentar las grandes tragedias griegas con pequeños problemas cotidianos lo único que consigue es que vivamos siempre en una obra de Shakespeare.

¿Cómo superar eso? En primer lugar, mirando alrededor y dejando de imaginar que todos los que nos rodean son mas altos, mas guapos y tienen mas dinero que nosotros. Puede que sea verdad, pero no por eso serán más felices. Nuestras inseguridades hacen que imaginemos que estamos siempre fuera de lugar, que los demás hacen las cosas bien y nosotros no. Pero tenéis que saber que a los demás también se les rompen las muelas y las lavadoras y sufren por ello igual o aún peor que vosotros.

Y eso forma parte de la condición humana.

¿Cómo escapar? Yo intento trivializarlo todo hasta el punto de la inconsciencia. Como bien dicen, si un problema tiene solución, hazlo, pero si no… olvídate. No me gustaría ser como uno de esos gurus de la autoayuda que tienen perfiles de Instagram donde dan consejos apoyados por música motivadora, grandes letras de colores y la intensidad de quien ha desayunado cereales con cocaína.

Trivializar. Pensar que las tragedias forman parte de todas las vidas, no solo de la nuestra. Si un problema se puede solucionar, hacerlo, aunque sea poco a poco. Y si no se puede solucionar abrid otra cerveza y mirad la puesta de sol.

¿Qué más se puede hacer? Siempre he defendido que practicar BDSM es la mejor de las terapias porque nos ayuda a distanciarnos de nosotros mismos al tiempo que somos mas nosotros que nunca. Cuando practicamos BDSM nos tomamos unas vacaciones de esa persona angustiada y preocupada por todo y dedicamos un rato a ser nosotros en esencia, disfrutando y explorando. El BDSM no es la solución a las pequeñas tragedias cotidianas pero es un grandioso bálsamo.

Porque la realidad es que no hay solución a eso porque lo que nosotros percibimos como tragedias griegas son, en realidad, una minúscula piedrecita en el zapato. 

Detente, quítate el zapato, sacude la piedra y sigue caminando. Recuerda que los demás son como tu y, sobre todo, mira al cielo a ver si se acerca un gigantesco cometa que acabará con todos porque, en ese caso, no pierdas el tiempo sacándote la piedrecita del zapato.