¿Cómo enfrentarte a una primera sesión de BDSM con alguien que conoces desde hace tiempo?
Por partes: comencemos especulando con que te gusta el BDSM, sientes curiosidad o ya lo has practicado antes. De repente, descubres que alguien de tu entorno también lo practica y sientes la mínima complicidad o curiosidad para sugerirle que podríais tener una sesión. ¿Cómo decirlo equivocarte? Ese es otro problema. Imaginemos entonces que los dos estáis interesados y ambos sois consciente de esa atracción (cómo hemos llegado hasta aquí es lo de menos), y esta curiosa realidad plantea un escenario que lo cambia todo.
De repente esa persona con la que habías compartido unas risas, una cerveza o una confidencia, esa persona de tu entorno te va a someter o tú te vas a someterla a ella. ¿Conseguireis meteros en el rol sin que se os escape una sonrisa? Podéis. Es más, posiblemente va a funcionar mejor que si fueseis dos desconocidos. Porque el problema no es la primera vez con un conocido sino los días posteriores. El momento funcionará de maravilla ¿pero después? La realidad es que os volveréis a encontrar fuera del rol con familia, amigos o compañeros de trabajo. Y esa persona que os sometía o a quién os habéis sometido, vuelve a ser esa persona de risas, cervezas y confidencias. ¿Podréis seguir comportándoos como siempre?
Complicado responder a eso porque es vuestras dinámicas habrán cambiado después de la sesión (o sesiones). La complicidad entre vosotros se habrá multiplicado exponencialmente, igual que la atracción. Y eso, si podéis manejarlo, es maravilloso. Es una sensación genial estar rodeados de personas, cruzarte una mirada con tu dominante o tu dominado y esbozar una media sonrisa cómplice. Algo que solo os pertenece a vosotros.
Resumen: funciona.^
Pero en todo cuento con final feliz hay siempre un villano: la cosa se complica cuando existe cierto componente “peligroso“ en la ecuación del tipo "soy el dominante o el dominado de la pareja de alguien que conozco".
De acuerdo, ese no es el mejor de los escenarios, ahí debemos tener más cuidado, tanto por pasiva como por activa. Pero ojo: también es MUCHO MÁS divertido. Lo reconozco, soy un amoral. Y a mucha honra. Vosotros también. Aunque os esforcéis en asegurar lo contrario. La fidelidad está sobrevalorada.
¡Toma ya!