viernes, 27 de junio de 2025

Por qué el BDSM no siempre es sexo (y por qué eso no lo hace menos intenso)

 



Cuando alguien escucha por primera vez la palabra BDSM, su mente se dispara hacia direcciones opuestas. Una dirección apunta a una película con guion lamentable y actuaciones cuestionables (sí, esa que empieza con “Cincuenta sombras… ”)  y la otra dirección apunta a una lóbrega mazmorra llena de látigos, cuero, y un nivel de sudor que haría palidecer el de cualquier gimnasio. En ambos casos, todos imaginan que incluye un encuentro sexual.

Pero hay otra gran verdad: el BDSM no está necesariamente ligado al sexo.

Lo repetiré por si alguien se atragantó mientras leía esto bebiendo su tercera kombucha del día: muchas prácticas BDSM no incluyen sexo en absoluto. En absoluto.

“¿Cómo que no hay sexo? ¿Entonces qué hacéis?”  te preguntas mientras corres a la cocina a coger una fregona... menudo desastre, todo el suelo lleno de kombucha.

Os contestaré: hacemos sudokus y cocinamos cupcakes... ¡Pues claro que no! Al margen del sexo hacemos muchas cosas, desde atar con cuerdas durante horas sin quitarse ni un calcetín (es decir, con la persona sumisa completamente vestida) hasta juegos de obediencia donde la única fricción es la emocional. El BDSM, lejos de ser un simple preámbulo al sexo, es una forma de relación, de juego, de poder y entrega, que puede O NO tener un componente sexual explícito. De hecho, para muchas personas (entre las que me incluyo) el foco está en la dinámica, no en los genitales.

Cosas que cuentan cómo BDSM sin sexo (y son intensas igual o más) pueden pasar por el control absoluto, por ejemplo: ordenar a la otra persona no hablar. ¿Quién necesita sexo cuando el silencio es tan erótico? También juegos de roles, desde sirvientas desobedientes hasta profesores estrictos. ¿Sexo? No siempre. Azotes, bondage, restricciones: la piel se enciende, pero eso no significa que haya penetración de ningún tipo. Obediencia, castigo y recompensa. Domesticación, servicio, rituales (a veces planchar una camisa puede ser más erótico que desvestir a alguien).

¿Os parece ridículo? A mi no, y no quiero decir con esto que me excite que una sumisa me planche las camisas vestida de colegiala. Para nada. Pero no por eso, pienso que sea ridiculo. Cada cual con cada que.

¿Entonces no hay excitación? Muchas prácticas BDSM son sexualmente estimulantes. Pero eso no significa que concluyan en sexo explícito porque nuestro cerebro es más complejo. Hay personas que tienen orgasmos con presión emocional, con dolor placentero, con sumisión profunda, con el juego mental. A veces, lo físico se queda corto frente a lo psicológico. He visto muchas veces a una sumisa llegar al orgasmo solo con tocarla, solo con ordenarle algo, solo con estar inmovilizada. ¿Alguna vez habéis alcanzado un orgasmo cuando os frotaban los pezones? Reconozco que el símil es burdo, pero por ahí van los tiros. ¿Es tocar los pezones de alguien tener sexo? A eso me refiero.

Incluso para otras personas, la excitación sexual (sin sexo) ni tan siquiera es parte de la ecuación. Puede ser espiritual, emocional o simplemente una forma de conexión íntima que no pasa por lo genital.

Decir que todo BDSM lleva al sexo borra una parte de la sociedad que practica BDSM como pueden ser las personas asexuales que aman el BDSM sin deseo sexual. O las parejas que han descubierto una nueva dimensión de su vínculo a través de la disciplina o el protocolo. O los practicantes que disfrutan del poder, la entrega o la contención sin necesidad de un clímax tradicional.

Es importante comprender que el BDSM no siempre es sexo porque rompe con esa idea de que todo lo que sea BDSM y no termine en una relación sexual, no es válido. Pero lo es. Y mucho. A veces el BDSM es más ropa, no menos. En vez de desnudar el cuerpo se desnuda el alma, el ego y el deseo de control o entrega. Y eso, es mucho más íntimo que el sexo con luces apagadas y sábanas revueltas. Así que la próxima vez que alguien diga: “¿BDSM? Ah, eso es sexo perverso ¿no?” podéis decirle con una sonrisa y una ceja levantada: “tú eres tonto, chaval”. O “tonta”, seamos igualitarios. O tonte, vale.

miércoles, 25 de junio de 2025

¿Que es el "after marks appreciation"?


Hay gente que cree que, en las prácticas BDSM, siempre acaba alguien con alguna marca física. Y en el 99,99% de los casos creen que es la persona sumisa quien sufre esas heridas en su piel. Estoy de acuerdo en que si alguien acaba marcado en una sesión (casi) siempre será la persona sumisa... a no ser que la persona dominante se golpee la rodilla con la esquina de una mesa. Aunque, la realidad es que existe hay mucha gente sumisa que huyen del dolor que acaba en marca. Otras personas prefieren, por motivos evidentes, no volver con marcas a casa. Sea por dolor o por discreción... no aceptan ni tienen marcas.

Por supuesto, hay otras personas que si aprecian el dolor y las marcas, e incluso para algunos otros, esas mismas marcas tienen un significado especial. Podríamos traducir el "after marks appreciation" como “valorar las marcas que quedan". Una importancia que va más allá de lo puramente visual.

Para muchos practicantes, las marcas son testigos silenciosos de ese vínculo de confianza, entrega y control que se estableció durante la sesión. Mirarlas juntos después es un momento de orgullo (por haber llegado juntos hasta ese lugar de entrega y control), de cuidado (revisar que todo esté bien físicamente), de conexión emocional (reforzar el vínculo) e incluso de ternura (acariciar las zonas marcadas con suavidad).

Para el dominante, puede ser una forma de admirar el resultado de su control físico y emocional; para el dominado puede ser una forma de sentirse validado en su entrega y resistencia. Las evidencias de su obediencia.

¿Y como se “aprecian” estas marcas que quedan después de la sesión? Puede ser de muchas formas: fotografías privadas o artísticas (muchos lo consideran parte del arte erótico del BDSM), también en forma de caricias suaves sobre las zonas marcadas. O comentarios de orgullo o ternura (“Mira lo preciosa que ha quedado esta marca, eres increíble”). Incluso para algunas parejas BDSM, esas marcar sirven para registrar un progreso, llevando diarios de sesiones con las fotos de las marcas como memoria de su evolución.

Pero no solo eso, seamos lógicos: el “after marks appreciation” también sirve para revisar que no haya hematomas demasiado profundos, comprobar la salud de la piel (en prácticas como el bondage o los azotes), aplicar cuidados: cremas, masajes, hielo si es necesario. 

Para algunos, las marcas son casi sagradas, para otros, es simplemente un detalle visual. Algunas personas no quieren marcas visibles; otros las desean intensamente como prueba de entrega.

En resumen, el “After Marks Appreciation” es un ritual más dentro del BDSM que combina admiración, cuidado, memoria y conexión emocional. Es mirar el cuerpo del otro como un lienzo donde quedó impresa un momento compartido. Las hendiduras de la cuerda aun marcadas en la piel, la rojez donde han habido azotes, marcas de látigos y castigos mucho más duros.

Pero  BDSM no es dolor (si no lo deseamos), tampoco es apreciar esas marcas (si no queremos que queden en nuestro cuerpo). BDSM es hacer lo que nos apetezca (de forma consensuada) dentro de un rol. 

No son mejores dominantes ni dominados los que practican la violencia dentro de la sesión (e incluso luego admiran esa marcas). Simplemente son personas que hacen lo mismo que tu, aunque de forma diferente.

lunes, 23 de junio de 2025

El Amo 2.0 (o el BDSM en la era de la inteligencia artificial)



El los últimos tiempos, el BDSM ha dejado de ser un tema tabú para convertirse en un fenómeno cultural cada vez más aceptado, debatido y estudiado. Pero esos nuevos tiempos también nos han traído, además de inodoros inteligentes conectados a Alexa o traductores de ladridos perrunos, a un nuevo actor que ha transformado de manera radical las dinámicas tradicionales de poder y sumisión: la inteligencia artificial. También conocida como IA o como "dime que cuanto mide de altura Brad Pitt".

Dentro de la práctica BDSM, la figura del "Amo" (Dominante) representa el control, la autoridad y la capacidad de guiar, cuidar y explorar los límites consensuados de la persona sumisa. La figura del dominante implica no solo conocimiento técnico, sino una sensibilidad emocional y una comunicación constante para garantizar el bienestar físico y psicológico de ambos. 

De repente, con la llegada de tecnologías cada vez más sofisticadas, algunos practicantes empiezan a explorar una alternativa inédita: los “Amo Artificiales”. A diferencia de un humano, la IA no se cansa, no improvisa mal, no olvida límites de seguridad y ofrece una constancia implacable. Para algunas personas, especialmente aquellas con experiencias negativas previas o con dificultades para encontrar un dominante que se adecúe a sus características, o simplemente viva cerca, el dominante IA ofrece un entorno seguro, predecible y absolutamente controlado. Además, permite explorar fantasías sin el componente de vulnerabilidad emocional que supone la interacción humana. Y lo mejor de todo, si no te gusta apagar el ordenador o el teléfono móvil y te pones a ver un nuevo capítulo de "Los Bridgerton", sin resentimientos, sin culpas, sin traumas. La IA minimiza las malas experiencias (básicamente porque es una "falsa experiencia". Sin embargo, esta "perfección algorítmica" también genera debate: el BDSM no es solo técnica, sino también una compleja relación emocional y psicológica. La voz firme del dominante, el contacto visual, el vínculo afectivo, la complicidad no verbal... son aspectos que, al menos por ahora, una inteligencia artificial no puede replicar del todo. Lo hará, de eso estamos seguros, pero ese dia, la humanidad habrá puesto la primera piedra de su extinción. Y mira que hemos visto decenas de veces "Terminator", pero no aprendemos.

Por otro lado, surgen preocupaciones sobre la deshumanización, adicción a experiencias controladas y pérdida de habilidades sociales así como esa negociación (esas conversaciones) que son esenciales en las dinámicas BDSM. ¿Prefieres tener un amigo IA si puedes tener un amigo real? ¿Prefieres tener una pareja IA pudiendo tener una pareja real? La IA es una solución temporal y segura pero no es la solución, Desde mi punto de vista, para comenzar a conocer el universo BDSM y también para jugar solo en casa con prácticas que te sugiera esa IA... funciona. 

Pero para mi el BDSM es piel, sudor y firmes susurros. El debate está abierto. El Amo Artificial es una herramienta complementaria, útil para sesiones en solitario o para explorar aspectos concretos de la sumisión pero representa un riesgo de transformar el BDSM en una experiencia desprovista de su esencia: la humanidad en su perfil más honesto emocionalmente.

La revolución tecnológica que estamos viviendo propone cuestiones éticas, psicológicas y emocionales en prácticas donde, hasta ahora, el elemento humano había sido imprescindible. Dentro de poco tendremos sartenes con sensores y Bluetooth que nos dirán cuándo darle la vuelta al filete (o lo harán por si mismas). O un robot que busque por la casa los calcetines desparejados que han salido de la lavadora.

La inteligencia artificial ha llegado al BDSM. Y como siempre, ese nuevo poder está en manos de quienes decidan utilizarla. ¿Mi recomendación? Si queréis ser sumisos/as y no tenéis experiencia real, puede ser una alternativa, la IA os servirá para encontrar información sobre BDSM e incluso para convertirse en ese dominante virtual que os proponga tareas que os servirán para analizar vuestra reacción a las mismas. Pero eso NO es BDSM, siento ser tan rotundo. 

Debemos recordar siempre que ayudar no significa sustituir.

domingo, 22 de junio de 2025

Existe el "unicornio" en el BDSM (y no es un animal mágico)


En el complejo universo de las relaciones afectivas y sexuales contemporáneas, entre las que podemos incluir a algo tan alternativo pero tampoco contemporáneo como es el BDSM, ha surgido una nueva palabra que está ganado especial notoriedad. Nos encanta ponerle palabras a todos. Y si es en otro idioma, mejor, que así pareceremos todos lo inteligente que no somos. La palabra es unicornio. Pero es solo una palabra, como todo el mundo sabe, el unicornio es una figura de ficción, una criatura mítica que va siempre con el cuerno por delante y vomita arcoiris. 

¿Y en el argot? Un unicornio es aquella persona dispuesta a incorporarse como tercer participante en una relación BDSM ya establecida. En la mayoría de los casos como persona sumisa.

¿Por qué llamarla Unicornio? La respuesta no debería sorprendernos: el unicornio es un animal extremadamente difícil de encontrar. Suele pasar con los animales que son inventados. 

Encontrar un unicornio en el mundo BDSM requiere de una combinación de factores poco frecuentes: disposición, intereses compatibles, atracción por ambos miembros de la pareja, una comprensión de las dinámicas afectivas no convencionales y un conocimiento del BDSM. Además de todo eso, muchas parejas no solo busca un deseo físico en el unicornio sino que también esperan de ese animal mítico una férrea discreción, límites claros y una comunicación impecable, lo que restringe aún más las posibilidades.

En plataformas de citas, foros especializados y comunidades, abundan los anuncios de parejas en busca de su particular unicornio. Algunas aplicaciones incluso permiten filtrar específicamente por personas que buscan ser ese tercer elemento. ¿Es fácil encontrar un unicornio? Por supuesto que no... y menos aun en el entorno BDSM.

En una pareja ya establecida (dentro del BDSM) se debe incorporar al unicornio en las sesiones considerando por delante de todo los deseos, límites o bienestar emocional del recién llegado. Es decir, evitar incorporar al unicornio como quien se compra un látigo nuevo o un animal de compañía. De ahí la importancia de un enfoque ético y consensuado que haga que el recién llegado esté en igualdad de condiciones en todos los términos. Aunque haya llegado el último debe ser un igual desde el primer minuto. No hablamos del trío convencional sino de alguien que se incorpora en una relación BDSM ya establecida y construida con el tiempo. Y eso debe manejarse con extremos cuidado por todas las partes.

Siempre han existido los trios y puede que el ponerle una etiqueta a esto sea una tontería más propia del siglo XXI donde cualquier cosa se transforma en un hastag. Pero también es verdad que el auge de las redes sociales y la apertura hacia formas alternativas de sexualidad y relaciones; por otro, visibiliza los retos del consentimiento y la objetivación dentro de estas prácticas. Para muchas persona, la experiencia de ser el tercer recién llegado puede ser liberadora y divertida, pero requiere  de una madurez emocional, capacidad de negociación y mucha comunicación.

El peligro de encontrar un unicornio es, básicamente, caer en el error de trivializar a esa persona recién llegada y que se lo tome como un simple juego. EL BDSM, para que funcione, además de divertido, ha de ser algo que, durante las sesiones, nos lo tomemos como un juego real donde todo cuanto sucede, aunque estemos dentro de un rol, sea tan intenso como auténtico.

El unicornio en el BDSM, un mito moderno que, como en los cuentos, solo aparece cuando las condiciones son excepcionales.

sábado, 21 de junio de 2025

Baby Dom Vs Veteran Sum

 


¿Que significa "Baby Dom Vs Veteran Sum"? Como traducción literal la solución sería el enfrentamiento entre una persona dominante (pero novata) y una persona sumisa (con experiencia).

Dos personas, dos roles, dos vivencias.

Por definición, un Baby Dom tiene poca (o nula) experiencia real. Está aprendiendo técnicas, comunicación, control emocional, protocolos, límites y todo cuanto cree que un dominante debe conocer. Tiene ilusión por tener su primera sesión pero sus ideas son teóricas (pierde media vida buceando en internet e intentando aprender). Carece de experiencia real lo que le llevará a cometer errores como un exceso de confianza o de nervios. Es decir, cree que lo controla todo cuando en realidad es incapaz de controlar ni a su propio teléfono móvil.

En el otro lado, el Veteran Sub es alguien que lleva tiempo en la escena BDSM, ha probado distintas dinámicas, prácticas, dominantes, estilos de juego. Incluso puede que haya probado a ser dominante en algún momento de su experiencia en el BDSM. Conoce perfectamente sus límites, sus necesidades, los riesgos, las practicas, el respeto... absolutamente todo. Para alguien experimentado en estas prácticas, una comunicación clara es vital. Y, lo más importante: sabe detectar rápidamente a alguien inexperto. Es decir, el Veteran Sub reconoce al Baby Dom en una primer vistazo.

¿Qué sucede cuando estos dos perfiles se encuentran? Algo curioso porque el Baby Dom quiere "mandar", pero está nervioso, titubea, o no tiene aún la firmeza o claridad necesaria. Mientras que el Veteran Sub sabe perfectamente lo que necesita para que esa sesión discurra como debe pero desde su rol, no debería marcar los pasos de la sesión. Lo cual nos lleva a la paradoja de que la persona sumisa es quien guia, manda o educa a la persona dominante.

El BDSM, contrariamente a lo que la población cree, no consiste tan solo en "yo mando, tú obedeces"- Esa demostración de poder sin experiencia, madurez y autoconocimiento es algo que cualquier idiota puede hacer. Muchos veteran subs disfrutan ayudando a formar a Baby Doms si ven humildad, ganas de aprender y, sobre todo, buen feeling. Es decir: el sumiso educa al amo porque el Veteran Sub ya ha sido sometido por muchos, y sabe exactamente cómo debe ser controlado pero, para ello, debe intuir algo en el Baby Dom que le empuje a ayudarle.

Y todo esto os lo cuenta alguien que aprendió como ser amo de la mano de una sumisa experimentada. Hace demasiado de eso, pero aun lo recuerdo como una experiencia enriquecedora. La mejor forma de comenzar: el descubrimiento de esa persona que estaba dentro de ti y que has estado anulando durante años. Dejar salir esa persona es importante, si lo haces de la mano de una persona sumisa, no tiene la menor relevancia. Son solo roles, lo importante consiste en aprender de los demás para, luego, compartir lo aprendido con el resto. 

Evidentemente también se puede producir el encuentro entre dos novatos o entre dos veteranos... pero eso ya es otra cosa...

viernes, 20 de junio de 2025

La casa que duerme (relato)

 


La casa duerme. Su pareja duerme también, el deber de dormir juntos, el insoportable peso de la normalidad. Todo descansa bajo la manta gruesa de la rutina.

No es su caso, ella está con los ojos abiertos, en otra habitación, ardiendo desde dentro. Su cuerpo reclama lo que la vida niega. Una vida que ha escogido ella, de acuerdo, pero no siempre aciertas. Ella fantasea, cada noche, con ese hombre que no tiene rostro, pero sí que tiene unas manos firmes y decididas, que no piden permiso. En su mente, escucha la orden que siempre la estremece, aunque sea solo una fantasía.

-Desnúdate.

Ella obedece. Frente al espejo del dormitorio de invitados, con su pareja roncando en la otra habitación, la mujer se despoja lentamente de la tela que cubre su piel, como si los ojos del desconocido estuvieran posados sobre cada centímetro de su cuerpo. Siente cómo los pezones se endurecen al roce del aire frío. Se imagina cómo él los acariciaría, comienza con los dedos, luego con la lengua, mordiendo justo lo necesario para arrancarle un gemido ahogado.

Pero no es solo la caricia lo que la enciende. Es la entrega. La absoluta renuncia al control. El dejar de ser ella misma para ser completa. El entregarse para ser libre.

Se arrodilla en la alfombra, las rodillas separadas, la espalda recta. Sus propias manos simulan las cuerdas que imagina recorriendo sus muñecas, sus muslos, su cuello. Respira hondo mientras deja que un dedo trace el camino desde su cuello hasta su sexo. La humedad la delata. En su fantasía, él la coge con fuerza del pelo, la obliga a alzar el rostro, a mirarlo a los ojos.

-Me perteneces -susurra él.

La palma invisible estalla en su imaginario sobre su nalga. La mujer siente el ardor en la piel, como si realmente lo hubiera recibido. Su mano acaricia su clítoris con movimientos lentos, precisos, aprendidos en tantas noches iguales en solitario. Aumenta el ritmo, el calor sube, su respiración se entrecorta. Se imagina la lengua de él devorándola, después imagina la polla de su amo dentro de su boca mientras ella, con los ojos vendados, exprime su alma y su lengua para darle placer. Poco después su amo está dentro de ella, empujando sus límites, su boca en su oído ordenándole no correrse aún. Pero ella está al borde, atrapada entre el control de la fantasía y el orgasmo que le trepa como un animal salvaje por la columna. Cuando finalmente se deja ir, el espasmo la sacude entera. Se muerde los labios para no gemir, sabiendo que a pocos metros duermen el testigo inocente de su vida normal.

Al terminar, permanece de rodillas unos segundos más, con los dedos aún húmedos, el pecho agitado, el deseo aun no saciado.

Mañana será igual. Y pasado. Y el mes que viene.

No es capaz de reunir el valor para buscar a ese hombre fuera de sus pensamientos. Pero también sabe que, mientras respire, lo buscará cada noche dentro de sí.

martes, 17 de junio de 2025

La rendición de Ester (relato)



Ester nunca habría imaginado que el deseo tuviera nuevas formas ni que esas formas fuesen tan contradictorias. Durante toda su vida había buscado activamente el control: en el trabajo, en sus relaciones, incluso en el sexo. Siempre arriba. Siempre firme. Siempre segura. No podía permitirse el lujo de que los demás creyesen que aquella mujer rubia y simpática era una presa fácil.

Pero esa noche, de pie, con las muñecas atadas sobre su cabeza, la venda sobre los ojos y el corazón golpeando contra su pecho, comenzó a descubrir el abismo que se abría bajo sus pies. La vertiginosa fascinación de asomarse a lo desconocido. 

Sintió el roce del cuero antes de escucharlo. El primer golpe fue suave, casi una caricia caliente en la curva de su espalda. El segundo fue más firme, más decidido, como un aviso. Ester respiró hondo. Su cuerpo respondió con un estremecimiento involuntario. El tercero la sorprendió. El golpe sonó seco, llenando la habitación de un chasquido limpio. El escozor inmediato le hizo tensar los músculos, pero, en lugar de angustia, una corriente densa, espesa, empezó a reptar por su vientre. Era dolor, sí, pero teñido de una extraña dulzura. Una escalofrío que se transformaba en calor entre sus piernas.

—Muy bien, —susurró él, —escúchate. Siente cómo el cuerpo te habla.

El cuarto impacto la hizo gemir. No de sufrimiento. De repente era otra cosa. Un sonido gutural, primitivo, que brotó desde un lugar que jamás había visitado. El ardor de las marcas encendía su piel y, al mismo tiempo, encendía su centro, palpitante, húmedo, ávido.

Cada golpe parecía atravesarla y liberar algo que había estado anudado dentro de ella durante años: el miedo, la vergüenza, la represión. Aquí, atada, ciega, expuesta, no había máscaras, solo el cuerpo desnudo revelando su naturaleza más salvaje. De repente, sintió que podía ser ella en su esencia más simple, sin coartadas morales, disfrutando del dolor. Disfrutando de todo cuanto se había negado.

—¿Quieres que continúe? —preguntó él, deteniéndose junto a su oído, su aliento cálido sobre la piel enrojecida.

—Sí, —jadeó Ester, —por favor… sigue.

Sintió el chorro de adrenalina mezclarse con la excitación. Sus pezones, duros, reclamaban ser tocados. El peso de su deseo la desbordaba. Cada latigazo era un pulso que la empujaba más allá de lo que creía soportar. Y, sin embargo, quería más. Necesitaba más. Era ahora o nunca.

Cuando él deslizó una mano por su abdomen hasta su sexo, la humedad desbordante de Ester impregnó absolutamente todo, el temblor ansioso de una persona rendida. Los dedos hábiles comenzaron a dibujar círculos sobre su clítoris inflamado, mientras el cuero seguía escribiendo líneas de fuego sobre su espalda. Dolor y placer, entrelazados hasta volverse indistinguibles. ¿Por qué?

—Así me gusta, —murmuró él—. Por fin lo descubriste: el dolor es la llave.

Y ella, con el cuerpo al borde del abismo, descubrió la dulce y brutal verdad: no era el castigo lo que la encendía, sino la entrega. La renuncia voluntaria al control. La rendición absoluta.

El orgasmo la arrasó sin aviso, como una ola violenta. Un grito escapó de sus labios, libre, puro, mientras el mundo se disolvía en una marea de fuego, de calor, de alivio.

Por primera vez, Ester comprendía la esencia del verdadero placer: ese goce oscuro y prohibido que la arrastraba al borde del pecado, como si cada gemido fuera un eco destinado al infierno. Y, sin embargo, sonreía en su interior; aceptando sin vacilar arder eternamente en los calderos del averno, si a cambio volvía a perderse en aquella abismal dulzura que era la frontera entre el dolor y el placer.. Al fin y al cabo —pensó—, convertirse en una pecadora ofrecía una magnífica recompensa.


martes, 10 de junio de 2025

La señora E



Hay algo en la manera en que la Señora E. sostiene la mirada que desarma. No es solo belleza, es presencia. Una forma de estar frente a ti que te envuelve sin esfuerzo, como una brisa tibia que roza apenas la piel, pero deja un escalofrío que dispara tu imaginación. Su mirada, pausada y segura, es un secreto a punto de revelarse, una invitación velada a cruzar un umbral donde la calma y el deseo se encuentran.

Su piel parece hecha para la contemplación y el roce, para el lenguaje silencioso de los dedos que exploran con devoción. El cabello, con destellos dorados, enmarca su rostro con una suavidad casi irreal. Y en cada movimiento suyo hay un ritmo lento, hipnótico, como si bailara con el tiempo, como si supiera que todo a su alrededor se detiene solo para verla. No puedo dejar de contemplar esos tatuajes
en sus antebrazos, esa mirada triste, esas rotundas caderas donde a uno le apetecería reposar la cabeza y quedarse profundamente dormido.

La Señora E. no necesita hablar para encender. Su sola presencia provoca una inquietud dulce, un anhelo que nace en el pecho y desciende con lentitud. Hay en ella una sensualidad elegante, que no se deja descubrir. Quizás cansada de que todos busquen lo mismo en ella. Y eso la hace aún más irresistible.

Estar cerca de ella es estar al borde de algo que no se nombra. Una mezcla de admiración y deseo, de respeto y hambre. Porque hay cuerpos que se miran y se olvidan, pero el de la Señora E. —su esencia, su aura, su forma de habitar el espacio— se queda. Se siente. Se desea.

domingo, 8 de junio de 2025

El amor sin motivo


A veces, raramente, como esos vientos suaves que vienen de lugares que solo recordamos en sueños, algo se enciende en mí, sin previo aviso, sin razón aparente. Es un destello leve, íntimo, casi sagrado. Veo a una mujer. No la conozco. Quizá es apenas un rostro al borde de una fotografía, o una aparición fugaz en una pantalla que no sabe de tacto ni de aliento. No es su belleza lo que me detiene, sino una vibración más honda: un misterio en la mirada, una ternura apenas insinuada en la curva de su boca. Algo que no puedo nombrar, pero que me sacude como si despertara en mí todos esos amores que aún no hemos vivido.

En ese instante que apenas cabe en el tiempo, me enamoro. No del cuerpo, aunque lo admire, sino de lo que ella evoca sin proponérselo: una melancolía que me es conocida, una calma fuerte, una inteligencia que no necesita pronunciarse. Me enamoro no de lo que es, sino de lo que intuyo que podría ser. De la idea de ella, sentada frente a mí, sonriendo como quien ya conoce el final de esta historias.

No sé su nombre. No he oído su voz ni he visto su manera de mirar cuando nadie la observa. Pero su imagen, un pequeño eco visual, continua hablándome como si leyera partes de mí que ni yo comprendo, como si hubiera en ella algo que ha pertenecido a mi vida antes incluso de que llegara. Y cuando su figura se pierde, algo mío queda allí, colgado de un hilo invisible, como un suspiro que no ha encontrado el valor de salir, ahogado para siempre.

Sigo adelante sabiendo que, con toda seguridad, jamás la veré, pero también sabiendo que hay presencias que, aún ausentes, son capaces de inclinar suavemente el eje de una vida. Porque hay encuentros que no necesitan cuerpos. Hay deseos que arden sin tocar. Y hay mujeres que sin saberlo, desde el ese lado silencioso, habitan un rincón secreto del alma... aunque nunca crucen la calle hacia mí.