El sueño de esta noche tenía a una mujer por protagonista, alguien a quien no reconocí, pero que, al despertar, deseé que fuese una persona en concreto. Las trampas de la mente son algo en lo que siempre caemos. ¿Por qué les llamamos "trampas"? Porque alguna de esas trampas no son fosos con afiladas estacas sino que son procesos mentales que nos empujan con fuerza hacia donde no nos atrevemos a ir. Trampas necesarias para escapar a la lógica de lo que debe ser.
El sueño comenzaba conmigo (lógico) en la puerta de una casa que me era desconocida. Abrí la puerta y caminé hasta un comedor. Era un espacio nuevo para mí, pero, en cierta manera, sabía donde estaba cada cosa. No era intuición, era algo más. En el comedor hay una mujer, está sentada en un sofá, vestida y con los ojos vendados. Imagino que es su casa por el simple hecho de que no es la mía y de que imagino que nadie haría eso en una casa ajena. Había una silla frente al sofá en el que tomé asiento. La mujer sonreía, eso puedo recordarlo, mientras el comedor, a nuestro alrededor, se iba apagando hasta que todo fue oscuridad excepto la mujer en el sofá que parecía estar ahora iluminada con velas.
Le ordeno con firmeza que se ponga en pie. La mujer obedece. Le digo que se quite la falda o el pantalón, no recuerdo la prenda, pero sí que recuerdo que ahora está sentada en el sofá, desnuda de cintura para abajo. Y continúa con los ojos vendados. Le ordeno que abra las piernas y comience a masturbarse. Me obedece. Poco después ella alcanza el orgasmo y se detiene. Le reprocho que se haya detenido, nadie le ha dado permiso para detenerse. Ella continúa masturbándose.
Me acerco a ella y la observo, observo su sexo y sus dedos moviéndose sobre él, entrando en él. Una de mis manos se desliza por sus piernas, evito su sexo y subo por encima de lo que parece un jersey hasta tocar sus pechos por encima de la ropa. Después la agarró con fuerza del pelo (tiene el pelo largo, eso si) y le pregunto a quién pertenece. La mujer vuelve a alcanzar el orgasmo. Después contesta a mi pregunta.
Entonces, sin escuchar la respuesta, quizas sin recordarla... me despierto.