sábado, 25 de febrero de 2023

Soy idiota


No soy perfecto. Bajo el prisma de la objetividad puede que no alcance a ser una persona de casi bien. Tengo mis defectos que son muchos y eso combinado con una edad que no es poca, me convierte en alguien con la misma férrea voluntad de una persona a dieta frente a una pizza sin piña. El ansia y la desidia se mezclan en nuestra forma de ser y cuando algo apetece, apetece mucho pero, de la misma manera que perdemos el interés rápidamente. Y eso sucede con segundos de diferencia tan solo. Como un bipolar que no sabe donde ha guardado la medicación. 

No soy perfecto, y eso quizás (o seguro) afectará a quienes me rodean. Siempre he intentado evitar que la gente se sienta incómoda, incluso durante una sesión de BDSM aunque esté tirando del pelo e insultando a otra persona. Incluso en esos momentos, intento ser buena persona porque estoy firmemente convencido que se puede ser perverso desde la bondad y la generosidad sin que eso pueda interpretarse como que me he convertido en una nube de algodón donde los unicornios vomitan arcoíris. En un ejercicio de puro egocentrismo (lo que es este blog, vaya) he de decir que puedo proporcionar experiencias únicas a los demás y el creerme con este poder cuasi infinito (como un Thor del marca blanca del Mercadona) hace que, en ocasiones, la frustración barnice todas y cada una de mis palabras. Como ese villano con risa exagerada que dice "no sabéis quien soy yo" antes de apretar un botón y convertir una pequeña ciudad de Wisconsin en una ensalada César. 

No soy perfecto y eso también hace que la gente, charlando antes de una primera sesión, acaben viéndome como un amigo en vez de como a su amo y la sesión finalice antes ni tan siquiera de comenzar. Cuando conozco a una persona que quiere ser sumisa, cuando charlamos en persona antes de la sesión, siempre intento ver a esa persona como simplemente la persona y después permitir que la mazmorra nos ponga en nuestro lugar.

Revisando estos primeros párrafos me doy cuenta de que además de imperfecto, egocéntrico, o voluble, también puedo ser profundamente idiota. Intento convencerme a mi y a quien me lea que, a pesar de mis defectos, tengo tanto a aportar a la sociedad como el psicópata que asegura ante el juez "ella lo merecía". Así que huyamos de frases hechas para el descargo y vamos al turrón: soy imperfecto y me cuesta cambiar muchas cosas de mi mismo. Como amo debo contener la impaciencia y la frustración, como persona debo impedir la permeabilidad de cuanto me sucede como amo. Pero esto acaba convirtiéndose en la pesadilla que se muerde la cola (esta bien escrito: pesadilla, no pescadilla) porque, como soy imperfecto, también soy incapaz de que las emociones del amo no afecten a la persona... y viceversa. Durante las sesiones, estoy focalizado y nada me afecta, en esos momentos el amo es una máquina perfecta de generar un entorno donde ambos obtenemos cuanto deseamos. Pero en el mismo instante que el amo sale de la habitación sigue siendo el mismo idiota. ¿Por que cuando estoy dentro de la mazmorra soy una persona diferente que cuando estoy fuera? Con los años he descubierto que ese es mi punto débil porque fuera de la mazmorra, aunque siga pensando como un amo, también soy esa persona imperfecta que se equivoca constantemente. Y lo que los demás perciben es a un amo ansioso, voluble y egocéntrico.

Quizás debería vivir siempre dentro de la mazmorra. Este texto, quizás sea la forma de pedir disculpas a todas esas personas a las que fallé siendo amo antes o después de las sesiones. Porque esas personas seguían viendo al amo y, fuera de la mazmorra, a veces puedo ser un idiota y eso les hace imaginar que no quieren comenzar o continuar con un amo idiota, con un amo ansioso o que no es capaz de manejar la frustración.

Y después de este ejercicio donde me he golpeado con un cilicio con púas, he de decir que no creo que todo sea malo porque, a pesar de que no tengo edad para cambiar muchas cosas de mi, tengo la edad de reflexionar y evitar las piedras en el camino. Aunque siga tropezando en algunas.

Hablo mucho, escribo mucho, en ocasiones puedo parecer demasiado intenso. Soy consciente de ello. Y, lo mas curioso de todo, es que esa intensidad no pertenece a la persona ni al amo sino a ese proceso donde la persona se convierte en el amo de otro.

Si eso os ha afectado, os afecta u os afectará... pido perdón, intento cambiarlo. Pero a veces parezco un idiota, lo se.


viernes, 24 de febrero de 2023

Tu sumisa del futuro (relato)

 

La mujer esta arrodillada sobre una cama, desnuda. Un hombre, tras ella, está follándola con fuerza. Esta situación, mas o menos normal, comienza a tomar otro cariz cuando observamos que la mujer tiene manos y pies inmovilizados por una especie de esposas de tela, otro hecho diferencial es que el hombre tira con fuerza del pelo de la mujer mientras la insulta, le da golpes por todo el cuerpo, la abofetea y la humilla sin compasión. La mujer parece un juguete en manos de ese hombre. ¿Sigue siendo normal? Dos horas antes ni se habían visto las caras. Habían quedado en un bar cercano a la casa de él. Habían estado hablando antes de como sería ese primer encuentro, ella vestiría falda y medias por eso la mujer había llegado al encuentro vestida con unos tejanos rotos y una camiseta vieja. No quiere demostrar que va a suceder nada. Lo que la ha movido a vestirse así ha sido una mezcla de orgullo, de miedo, de todas esas dudas que nos empuja al laberinto de la indecisión del que ya nunca conseguiremos escapar. La primera vez que ella ve al hombre sabe de inmediato, que de no ser un amo y ella pretender ser sumisa, nunca se habría acostado con él. Un punto mas a su favor, puede utilizar eso como excusa. Sin piel no hay sexo. ¿Pero ha venido en busca de sexo o de una experiencia como la que ahora mismo, dos horas después, está sufriendo?

-¿Quién eres? -pregunta el amo sin dejar de follarla.

-Me llamo L. -contesta ella.

De repente, el amo suelta un bofetón que hace que el rostro de la mujer gire hacia un lado sin descontrol. Esta follándola boca arriba y ella puede ver la cara del amo, impertérrita, mientras su pene entra una y otra vez en la vagina.

-¿Quién eres? -repite el amo

-Tu puta, tu perra, tu juguete… -contesta ella.

El amo sonríe mientras agarra su garganta y aprieta con fuerza. El aire comienza a entrar con dificultad en sus pulmones.

-Eres una inútil -continua él- que solo sirves para que me corra dentro de ti. Tienes tan poca personalidad que permites que un desconocido te folle por todos lados. Y sin pagarte… si, eres una puta, la más barata de la ciudad.

Dos horas antes, cuando después de saludarse en la puerta del bar con dos castos besos en la mejilla, ella ha pensado que era un hombre amable, atento, alguien con quien conversar tranquilamente. No ha visto a un amo, a su amo. Después han comenzado a charlar y una cosa ha llevado a la otra. La desconfianza se ha tornado en confianza, pero también el deseo se ha transformado en una inocua confortabilidad. De hecho, prefiere seguir charlando tranquilamente con ese hombre a que la use como sumisa. No porque no lo desee sino porque ahora mismo y allí mismo, solo desea seguir charlando. Lo que ella no sabe es que eso siempre sucede las primeras veces: la gente espera percibir el rol en la persona cuando rol y persona suceden en dos momentos diferenciados. Ella, sentada en el bar y bebiendo cerveza con aquel tipo, es incapaz de reconocerle como su amo con lo que ella es incapaz de reconocerse como sumisa.

¿Qué les ha llevado a acabar siéndolo dos horas mas tarde?

La respuesta a esa pregunta son cientos de enigmas. Porque el cerebro humano es imposible de comprender y aun menos de controlar.

Ella buscaba una experiencia, el buscaba una sumisa. Al final, algo les ha movido a arriesgarse pese a que no eran del todo capaces de ver en el otro a quien deseaban ver. ¿Qué podía salir mal? Muchas cosas, la mas inocua que a los cinco minutos parasen porque no funcionaba. Y es entonces cuando el deseo entra en la ecuación, un deseo de experiencias nuevas que nos hacen perder la razón.

El hombre sigue apretando el cuello de la mujer mientras ella llega al orgasmo, apenas puede moverse por los grilletes, pero su cuerpo se convulsiona mientras nota como el hombre afloja la presión. Por unos instantes ha estado a punto de perder el conocimiento, su rostro está rojo pero lo que le arde es el coño. El hombre saca el pene de su vagina, se mueve unos centímetros y lo mete en su boca. El pene sabe a sus propios flujos, es, en cierta manera, tan asqueroso como excitante. Ella le confesó al hombre que el sexo oral no es lo que mas le apasiona. Por eso ahora él está follándola la boca. Porque eso que a ella no la vuelve loca, en este nuevo contexto, es algo a lo que no puede negarse como sumisa.

Mientras el amo eyacula en su boca y mientras ella hace esfuerzos por no vomitar mientras intenta tragarlo todo, una idea pasa por su cabeza: ser sumisa es la excusa perfecta, así de simple.

Dos horas antes el amo le preguntó por que quería ser sumisa y ella solo supo contestar que siempre lo había querido ser, como si eso pudiese considerarse una respuesta. Si su yo del futuro hubiese viajado en el tiempo para ayudarla a contestar, ella se habría visto desnuda, con manos y pies atados, sudorosa y diciendo “eres sumisa porque es la excusa perfecte” mientas un hilo de semen escapa por la comisura de sus labios.

Y es que no hay mejor ánimo que el dejarse sorprender, a pesar de que tu yo del futuro sea una sumisa usada, humillada y golpeada.

jueves, 23 de febrero de 2023

Decidirse


En este mismo blog he escrito mucho sobre ese impredecible milagro que nos mueve a traspasar una línea imaginaria y adentrarnos en el mundo del BDSM. Y digo milagro porque la razón impone que el cruzar esa línea signifique adentrarse en la locura. 

Pasamos mucho tiempo en nuestro amable sofá, viendo series de Netflix, quedando con amigos, viendo a nuestros hijos correr por el comedor, tomando una caña en el bar de la esquina, odiando los lunes cuando entramos a trabajar. Hemos metido todo eso (y mucho mas) en una batidora para convertir nuestras vidas en algo cotidiano donde sentirnos cómodos. Porque la cotidianeidad es control. La cotidianeidad es conducir con el cinturón de seguridad. 

Entonces, algo escarba en nuestras fantasías y soñamos (una vez mas) con la idea de convertirnos en dominantes o dominados. En escapar de esa rutina. En adentrarnos en algo que desconocemos. Pero hemos escuchado , leído, visto e imaginado tantas veces sobre el BDSM que volvemos a nuestro mullido sofá porque la otra opción parece demasiado extrema. Y así una y otra vez. He conocido a personas que con sesenta años tuvieron su primera sesión, otras lo hicieron siendo menores de edad. El abanico es tan grande como la propia vida consciente. E incluso cuando ya hemos levantado el culo del sofá y hemos comenzado a caminar hacia esa luz que parece oscuridad, en algún momento sacudimos la cabeza de un lado a otro y volvemos al sofá.

¿Pudiendo estar calentito viendo una serie en televisión quien quiere estar en una habitación estando desnudo, usado o incluso humillado? La respuesta es sencilla: esa cotidianeidad debe romperse en mil pedazos para poder recomponerse. Porque la mayoría de las veces, el hecho de que alguien comience en el BDSM no es por voluntad sino por pura necesidad. Necesidad de huir, de conocer, de reinventarse... necesidad de placer, dolor, humillación o poder.

¿En que momento nos decidimos a tener nuestra primera sesión? Es el mismo momento en que firmamos una hipoteca, le pedimos matrimonio a alguien o decidimos cambiar de trabajo. Son momentos que, pensados con absoluta frialdad, nos llevaría a no hacerlas. Porque en el sofá se sigue estando calentito.

Pero después existen esos otros momentos donde deseamos que nos rompan por dentro, necesitamos explotar de placer, necesitamos un espacio donde todo sea posible, donde abandonarnos y gritar con fuerza. Ese espacio al que querremos volver porque esa rotura dota de cierto sentido a la cotidianeidad.

Algunas personas se adentran en el BDSM por puro placer, placer físico incluso. Otras se adentran por una necesidad que desconocen. Otras lo hacen por curiosidad o porque siempre fantasean con ello mientras tienen sexo con otras personas o se masturban. Pero todas abandonan el sofá para volver después a él.

Tomar decisiones no es fácil, tomarlas a la ligera es aun más difícil. Porque cuanto menos pensamos mas culpables nos sentimos. Nos han enseñado que debemos ser responsables y debemos actuar dentro de cierta moral. El BDSM parece ir contra eso. Una locura donde cuanto sucede es reprobable entre dos personas. algo que nos hará sentir culpables. 

Cuanto todo se tuerce necesitamos una salida, cuando todo se estanca también. El BDSM no es una solución a ninguna de esas cosas. Pero tener la necesidad de ser dominado o dominante y no ejercer (o ni tan siquiera probarlo) es como ir al mejor restaurante del mundo y saltarnos los postres porque engordan.


La fantasía previa (relato)


L se pregunta si está haciendo bien. Una pregunta que se repite varias veces al día por muchos motivos diferentes al actual. La mayoría de esas veces nunca obtiene una respuesta porque todas esas preguntas son en realidad dudas tan etéreas como una pluma de oca en un día de fuerte viento. Pero hoy y ahora, en la cama, desnuda e intentando conciliar el sueño, se pregunta si realmente está haciendo bien. Realmente. Ya no es una duda etérea sino una pregunta que la obligará a tomar una decisión. Una decisión que quizás ya haya tomado involuntariamente Durante toda su vida ha fantaseado con la idea de convertirse en sumisa, de ser usada, humillada y golpeada. Esas fantasías que funcionan cuando se quedan en ese indefinido espacio entre el sueño y la realidad. Pero ahora podría ser realidad. Ha estado toda la mañana hablando con un amo en Tinder y después de la conversación, sin poder conciliar el sueño, algo le dice que la fantasía podría ser real, pero también le asusta. 

L se pregunta si desea convertirse en sumisa o debería olvidarse de todo. Aunque pueda confiar o desconfiar de ese hombre, en realidad la única de quien desconfía es de si misma. Sabe que en cualquier momento puede darse la vuelta y salir corriendo. Pero le excita tanto la situación... Se conoce, ha llegado el momento y necesita de toda esa dureza con control. Necesita cerrar los ojos y abandonarse.

L desnuda en su cama, alarga la mano y coge el consolador que guarda en el cajón. Lo pone en marcha y lo desliza entre sus piernas. Necesita imaginar todo cuanto han hablado, necesita sentir que, desde la fantasía, es real. Imagina a ese hombre usándola, humillándola, golpeándola, follándola por todos lados, corriéndose en su cara. Todo le da miedo y todo lo desea.

L mueve el consolador hasta su culo. Nunca ha disfrutado del sexo anal pero quiere volver a probarlo. Y desde ahora mismo va a entrenarse para ello. Incluso el consolador, delgado en su extremo, le duele, pero sigue empujando un poco mas mientras con la otra mano frota su clítoris. Dolor y placer. ¿Y no es eso lo que desea? 

L, con el consolador en su culo, se corre como pocas veces antes sin poder dejar de imaginar que el hombre con quien ha estado charlado es quien está sodomizándola mientras la abofetea y le dice que es una auténtica perra enculable. 

L saca el vibrador y lo deja encima de la mesilla, después cierra los ojos y se queda dormida. Con la esperanza de que en sus sueños, cuanto acaba de imaginar, continúe. Con la esperanza de que cuando despierte, continúe en la vida real.



viernes, 17 de febrero de 2023

Confesar Vs callar


¿Deberíamos confesar a quienes nos rodean nuestros secretos mas inconfesables? Algunos dirán que eso sería una demostración de amistad, sinceridad o confianza. Mi análisis profundamente intelectual respecto a esto es: chorradas

En primer lugar, ser totalmente transparentes en todo es un error porque estoy convencido que la personalidad también se forja con eso que llaman "secretos", todo lo inconfesable que guardamos y que, por definición, no confesamos a nadie. En segundo lugar porque, el hecho de que alguien sea nuestro amigo no significa que compartamos con él la forma de ver la vida. 

No nada pero que descubrir que la amistad puede cimentarse también en los prejuicios.

Que no os vendan frases de esas que se estampan en tazas con colores pastel porque la transparencia está sobrevalorada. No sucede absolutamente nada si ocultáis a quienes os rodean algunos secretos porque eso, aparte de salvar situaciones incomodas, también nos enriquece, aunque parezca lo contrario. Quien dice "yo no tengo nada que ocultar" es quien más a ocultar tiene.

Por supuesto que tenéis derecho a guardarle secretos a vuestras parejas, amigos, familia, compañeros de trabajo  y/o mascotas. Es mas: deberíais. Y eso no significa que seáis mentirosos porque el silencio no es mentira. A no ser que seas un politico de derechas entrevistado en El Hormiguero...

miércoles, 15 de febrero de 2023

El culo de la señora F. (relato)


La señora F está desnuda, a 4 patas encima de la cama de matrimonio de su casa, ella misma se ha colocado con cuidado una venda en los ojos, sonriéndose pícaramente en el espejo antes de dejar de ver. Ha anudado con fuerza el pañuelo tras su cabeza. La señora F tiene el pelo corto y negro, también tiene ojos de niña que acaba de hacer una travesura. La misma travesura que está a punto de hacer. Ha puesto la calefacción de la casa, va a estar un buen rato desnuda, lo sabe, lo desea. También ha dejado la puerta entreabierta, justo después de que el hombre que viene a usarla oprimiese el botón de su piso en el portero automático, después ha dejado toda la casa a oscuras a excepción del dormitorio, iluminado tenuemente con velas. Porque lo sucio también puede ser romántico, o viceversa.

La señora F está temblando, involuntariamente, aunque incluso ese temblor es algo agradable. Acaba de entrar en ese estado donde el miedo, el dolor, la duda o cualquier otra sensación objetivamente negativa se convierte es subjetivamente positiva. En puro placer. Ese es el poder de adoptar el rol de sumisa: entrar en un mundo donde no debe pensar en nada, donde todo es excitante. Si un cliente entrase en su establecimiento y la abofetease, posiblemente se echaría a llorar y llamaría a la policía, el trauma duraría semanas. Si su amo la abofetea ella alcanza el orgasmo.

De repente escucha la puerta de la entrada cerrarse, unos pasos en el pasillo y a su amo entrando en la habitación. En realidad no es su amo, es un amo con el que antes tuvo alguna que otra experiencia excitante. ¿Qué es lo que convierte a un amo en tu amo? ¿La continuidad? ¿El compromiso? Eso le da igual ahora mismo. Es mas, lo prefiere así, saber que esa persona, de vez en cuando, puede usarla y devolverla a una ficción donde todo parece negativo pero todo es positivo.

-Hola sumisa.

-Hola amo.

Las manos frías de su amo abren sus nalgas, seguramente está observando su culo. Ese amo (no su amo) parece obsesionado con follarle el culo. No lo ha hecho aun, estuvieron a punto, pero su culo continuó a salvo durante unos meses más. El amo escupe dentro de su culo y mete un dedo lentamente. El placer es inmenso, un placer mezclado con miedo que hace que su culo se cierre y el dedo parezca molesto, no es capaz de relajarse imaginando que ese tipo solo quiere y va a romper su culo. Lo desea pero le aterra. Y este miedo, a diferencia de los otros miedos, es bloqueante. Necesita mas tiempo.

El amo saca el dedo de su culo y lo desliza hasta su coño totalmente mojado, comienza a masturbarla. La señora F no puede evitar que los gemidos escapen por su garganta. El amo la coge con fuerza del cuello y la abofetea.

-No quiero que te corras -ordena el amo- estás en tu casa desnuda y a 4 patas para que yo utilice tus agujeros y me corra, no para que tu te corras.

Apenas puede respirar, ni hablar, la mano del amo atenaza su garganta. La señora F asiente con la cabeza.

Entonces el amo se estira en la cama y ella escucha como él baja la cremallera de su pantalón.

-Ahora haz eso para lo único que sirves, inútil.

La señora F intenta localizar el pene con sus manos, cuando lo hace lo engulle sin pensarlo. La mamada dura mas de media hora y cuando aquel hombre eyacula en su boca, la señora F sonríe sin sonreír, salta de alegría estando inmóvil y da gracias a la vida sin decir ni una palabra.

Porque ahora da igual todo.

martes, 14 de febrero de 2023

La vuelta de la señora F (relato)


La señora F vuelve a estar arrodillada en la entrada de su casa, como meses atrás. Han pasado demasiadas cosas y no todas han sido buenas. Quizás ese sea el motivo por el que está repitiendo esta rutina. Aunque eso la aterra y la entristece a partes iguales porque se convertiría en un motivo que dibuja a trazo fino una realidad donde las cosas no tan buenas seguirán ahí y solo podrán ser contrarrestadas por momentos de puntual locura. Como el de ahora.

La señora F vuelve a estar arrodillada y desnuda. Una desnudez que nunca la ha molestado. Le apetece mostrarse completamente desnuda a quien la va a dominar. Es como transmitir la idea de que, desnuda, nada puede ocultar.

La señora F vuelve a estar arrodillada, desnuda y con una venda en los ojos. Y esa sensación, o mejor dicho, la perdida de ese sentido es lo que le da sentido a absolutamente todo. Porque expuesta y, sobre todo, sin poder ver, genera una sensación de falta de control que es uno de los motivos que la ha llevado a volver a estar ahí. Todos esperan que ella, mujer fuerte donde las haya, solucione los problema del ecosistema que la rodea. Todos la ven como aquel quien tiene la fuerza necesaria para cambiar las cosas y tomar decisiones. Pero cuando la toma de decisiones implica daño o error, todos miran hacia otro lado y la señora F debe tragarse sus lágrimas en soledad. Por eso adora perder el control durante unas horas. No tiene que pensar, no tiene que tomar ninguna decisión que afecte a nadie. No hay riesgo. Solo placer y obediencia.

La señora F vuelve a estar arrodillada, desnuda, con una venda en los ojos y la boca abierta. Escucha como su amo, o al menos ese que lo fue, ha vuelto y está bajando la cremallera de su pantalón. Ella sonríe satisfecha, siente su sexo mojado y palpitando. La señora F solo quiere que aquel hombre la coja del pelo y le folle la boca mientras la abofetea, le castiga los pezones y la humilla porque para la señora F ese es el mejor momento del día, de la semana, del mes y quizás del año. El hombre mete su pene en la boca de ella y el circulo se cierra. Ahora solo debe cumplir su tarea, no hay mas pensamientos que ese.

La señora F vuelve a estar arrodillada, desnuda, con una venda en los ojos, la boca abierta y la polla del amo dentro.

lunes, 13 de febrero de 2023

La construcción de eso que llaman felicidad


En alguna ocasión me ha sucedido encontrarme con una persona con la que tuve una sesión y ella estuvo toda la sesión con los ojos vendados. Es decir: que nunca nos habíamos visto en persona. Lo de una sesión a ciegas es más habitual de lo que imaginamos. Una vez vencido el miedo y la desconfianza, el hecho de no ver ni conocer el rostro de la persona con la que vas a tener un momento de fantasía (des)controlada se convierte en un momento irrepetible. Hay que vencer ese miedo, obvio. Otros lo llamarían "locura". Puede que tengan razón.

Cuando me encuentro con esa persona con la que he tenido momentos de intimidad, este nuevo momento acaba siendo tan emocionante como los momentos previos a la sesión. A veces, después de una sesión a ciegas, quedamos en un bar para charlar como dos completos desconocidos obviando todo lo que acaba de suceder. En otras ocasiones ese encuentro es puro azar.

El secreto de la felicidad es comprender que la felicidad no existe sino que es la suma de pequeñas emociones que nos hacen puntualmente felices, intentando equilibrar una balanza donde siempre existirán los contratiempos. Y charlar cara a cara con alguien a quien no has visto antes pero con quien has compartido piel, sudor, fluidos y placer... es una de esas emociones que suman mas que restan.

Podéis pensar que quienes actuamos así estamos completamente locos, que nadamos contracorriente o que tomamos el camino equivocado. Lo asumo. La vida tiene cientos de caminos y todos son equivocados o no dependiendo del tipo de caminante que emprenda la aventura. Y muchas veces esa perspectiva nace de la moral o del miedo. Podéis argumentar que esa sesión y ese encuentro son un gran de arena que no forman una playa. Y posiblemente tendréis razón. Pero tampoco es una piedra en el zapato. Y yo he aprendido a vivir de forma que casi todo lo que no sea una piedra en el zapato me suma.

No os estoy diciendo que quedéis con desconocidos a ciegas para tener un momento de (des)controlada fantasía y luego toméis un café con ellos cara a cara sin haberles visto antes el rostro. Ese camino hay que saber y querer tomarlo. Y, con toda seguridad, no es vuestro camino. No lo defiendo. Solo expongo que cada uno construye sus momentos de emoción como buenamente puede, intentando construir eso que parece una utopía: la felicidad.

Realidad Vs Prejuicio


Arrodillada, con una venda en los ojos, desnuda y con la boca abierta. Así quiero tenerte y así quieres esperarme. En los tiempos que vivimos cualquiera podría decir que mi deseo es machista e incluso enfermo, podrían asegurar también que tu deseo está manipulado o que tienes alguna carencia emocional que te empuja a eso. Juzgar es fácil, es rápido y nos permite pasar página rápidamente. Son ya demasiadas las veces que he escuchado eso de "yo no quiero rollos raros". Como si llevar a cabo tu fantasía desde el respeto y el consenso fuese algo "raro". Frente a este tipo de (pre)juicios yo me atrevería a contestar que el problema no lo tiene quien espera desnuda arrodillada en el suelo sino quien interpreta eso como algo raro, anómalo o enfermo. Nadie que no sea esa persona arrodillada es capaz de transmitir el placer que siente al escuchar a su amo acercarse, acariciar su pelo y meterle el pene en la boca. 

Podéis pensar que defiendo esto porque soy hombre y quiero que me pongan las cosas fáciles y no hay nada más fácil para el placer que el hecho de que una mujer me espere arrodillada, desnuda y con la boca abierta. Soy un enfermo ¿verdad? Me aprovecho de las mujeres, posiblemente lo haga porque tengo algún déficit emocional, soy un egoísta y un abusador. ¿Verdad que si?

Pero acostumbra a suceder que las realidades son algo diametralmente opuestas a los prejuicios.

Arrodillada, con una venda en los ojos, desnuda y con la boca abierta. Así quiero tenerte y así quieres esperarme.  Y eso no tiene nada de anómalo, ni de enfermo ni de egoísmo. Eso es placer, emoción, alegría, consenso, cariño y... sobre todo... intelectualidad.

Ahora podéis seguir prejuzgando.


domingo, 12 de febrero de 2023

Un desahogo


Practico BDSM desde hace más de 35 años lo que no significa que lo practique con regularidad ni tampoco que lo practique con la misma intensidad, intención o emoción. Que algo tenga continuidad en el tiempo no significa que sea un continuo de la misma cosa, como repitiendo un día tras otro mientras vemos a la marmota Phil salir de su madriguera. Puedo estar años sin practicar de la misma forma que puedo tener cuatro sesiones en una semana. Porque la vida no es regular y nuestro rol lo incorporamos a una parte de nuestra vida (y no al contrario).

Algunas personas creen que practicar BDSM significa estar toda la semana dando latigazos en una mazmorra mientras respiras a través de una mascara de cuero que oprime tu cabeza como el retractilado de los cogollos del Mercadona. Pero va a ser que no.

Primero deberíamos definir que es BDSM y comprender que hay cientos de prácticas dentro del BDSM y que podemos sentir que lo estamos practicando desde la situación mas cotidiana como practicando sexo donde una persona asume un rol mas pasiva que la otra hasta eso de la mazmorra y el retractilado del Mercadona. Personalmente siempre he defendido el BDSM como un marco donde todo cabe desde el respeto y el consenso. Un lugar donde nuestras fantasías pueden ser llevadas a la realidad siempre que encontremos a alguien que desee lo mismo y lo contrario (al mismo tiempo). 

Practicar BDSM (el tipo de BDSM que sea, eso da igual) puede meternos en el pozo pero también sacarnos de él. Pero eso no solo sucede con el BDSM, también pasa con los discos de Alejandro Sanz o tu equipo favorito de fútbol. Porque lo emocional es algo incontrolable y cuando algo nos gusta y nos toca la fibra, nos emociona pero cuando sucede lo contrario, nos derrota.

Y no obstante siempre he defendido el BDSM como un salvavidas de esos que no sirvieron de nada en el hundimiento del Titanic. Porque el BDSM (o la fantasía llevada a la realidad) nos puede rescatar en nuestro peor momento teniendo en cuenta dos premisas: nunca solucionará un problema pero si que nos proporcionará momentos de placer (felicidad) puntual que nos ayudará a seguir aferrados al salvavidas esperando que llegue pronto el barco de rescate mientras nos preguntamos porque Rose no dejó subir a Jack en el trozo de madera si había espacio para los dos.

Si todo va mal, ponerte una venda en los ojos no mejorará la situación, pero si que hará que tu vida sea un poco menos mala en ese preciso instante.

Luego hay otros que defienden que para practicar BDSM tienes que estar centrado, tienes que tener paz, todo tiene que ser un remanso de unicornios rosas en tu corazón. No puedes practicar BDSM si estás mal porque eso solo empeorará las cosas. Supongo que son las mismas personas que defienden que cuando estás mal no puedes comerte una pizza para sentirte mejor, tomar dos cervezas mas de la cuenta para olvidar los problemas o ver una serie coreana de drama en Netflix para llorar a moco tendido y desahogarte.

Porque de eso estamos hablando: de desahogarnos. Y un desahogo no es una solución pero tampoco empeora las cosas. No os explicaré ahora ni aquí la justificación científica que explica que una sesión de BDSM (o de sexo) nos hace liberar oxitocinas que inhiben el estrés (aunque acabo de hacerlo).

Dejémoslo simplemente en eso: un desahogo.