Cuando dices que te gusta el BDSM, algunas (o muchas) personas fruncen el ceño al tiempo que mueven la cabeza de un lado a otro en un gesto de evidente desaprobación. Como colofón de esta actuación digna de un Oscar de Hollywood, me preguntan si me gusta hacer daño a las mujeres o humillarlas. Se cuestionan como puedo sentir placer con esas cosas, dando por sentado que es eso lo que hago, dando por sentado también que el consenso es la utopía de un unicornio rosa que vomita arcoíris. Nunca respondo. Voy a ayudaros a comprenderlo: la vida es demasiado corta para perderla rompiendo prejuicios ajenos. Así de simple es mi argumento.
Otras personas también fruncen el ceño para, a continuación, preguntar (con cierto respeto) acerca de que significa realmente el BDSM. Quizás también juzguen como las otras personas, pero no lo verbalizan y quieren saber más. A estas personas podría contestarles que el BDSM es "lo de 50 sombras de Grey" pero tampoco quiero mentir a gente que se interesa por el tema. Es entonces cuando contesto que el BDSM es un juego de rol donde uno es dominante y el otro dominado.
Y vuelven a fruncir el ceño imaginando que me encuentro con una persona en un sótano para tirar unos dados y derrotar a dragones o a magos. "Esto va a ser difícil", me repito. "No debería haber utilizado la palabra ROL para definir el BDSM", vuelvo a repetirme.
Quizás lo mejor sea explicar en este texto, de manera simple y comprensible, lo que es el BDSM. O lo que hacemos (de forma general) quienes practicamos BDSM.
Para simplificarlo: imaginad alguien que siente placer (de eso se trata: placer) en el acto de dominar a otra persona. A continuación imaginad a otra persona que siente placer en el acto de sentirte sometida, de sentirse servil, de no pensar, sino actuar. ¿Hay personas así? Según los últimos estudios aproximadamente un 15% de la población práctica BDSM y siente placer (de eso se trata: placer) sometiendo o siendo sometida. "¿Entonces BDSM son dos personas que se juntan para tener sexo donde una de ellas hace lo que quiere con la otra?", acostumbran a preguntarme a continuación.
"Esto va a ser, pero que muy difícil", me repito.
En el BDSM la clave es el consenso. Cuando dos personas se juntan para hacer algo desde su libertad, poco importa lo que hagan, Y nunca tenemos coartada moral para juzgar eso. ¿Qué importa que una persona sienta placer padeciendo dolor y otra sienta placer infligiendo dolor? Tanto masoquistas como sádicos tienen derecho a hacer esas cosas siempre que lo hagan desde su libertad y con consenso. Porque, de nuevo, hablamos del placer, hablamos de que ambos sienten placer haciendo eso, uno a cada lado del espectro.
"¿Entonces BDSM es dolor?"
Pues no, tampoco es sexo, tampoco consiste en arrodillarse y ofrecerse para cualquier cosa.
BDSM es todo y es nada. Porque lo que BDSM propone es un conjunto de prácticas alternativas, sean las que sean, donde dos personas desde su libertad y de forma consensuada, deciden juntarse para pasarlo bien. Da igual lo que haga, olvidad las etiquetas, las películas o cuanto imagináis que es. BDSM es aquello que vosotros queréis que sea y es tan BDSM el atar a la otra persona a una cama como en ser esclavo de alguien los 7 días de la semana y las 24 horas al día. Porque, cuando etiquetamos, siempre corremos el riesgo de ponerle puertas al campo. BDSM es lo que vosotros acordéis, una práctica alternativa al sexo donde una persona adopta el rol de dominante y la otra el de dominado. Y todo lo que podamos englobar dentro de esta frase, es BDSM,
No os equivoques, practicar BDSM no es decir si a todo ni tampoco consiste en ordenar cuanto te apetezca. Recordad siempre: consenso y límites. Todo debe estar consensuado y debe estar dentro de nuestros límites. Y todo lo que no sea eso: no es BDSM.