jueves, 30 de septiembre de 2021

El BDSM en 666 palabras

Por qué hay personas que practican eróticas “sadomasoquistas”? |  mujerhoy.com

Cuando dices que te gusta el BDSM, algunas (o muchas) personas fruncen el ceño al tiempo que mueven la cabeza de un lado a otro en un gesto de evidente desaprobación. Como colofón de esta actuación digna de un Oscar de Hollywood, me preguntan si me gusta hacer daño a las mujeres o humillarlas. Se cuestionan como puedo sentir placer con esas cosas, dando por sentado que es eso lo que hago, dando por sentado también que el consenso es la utopía de un unicornio rosa que vomita arcoíris. Nunca respondo. Voy a ayudaros a comprenderlo: la vida es demasiado corta para perderla rompiendo prejuicios ajenos. Así de simple es mi argumento.

Otras personas también fruncen el ceño para, a continuación, preguntar (con cierto respeto) acerca de que significa realmente el BDSM. Quizás también juzguen como las otras personas, pero no lo verbalizan y quieren saber más. A estas personas podría contestarles que el BDSM es "lo de 50 sombras de Grey" pero tampoco quiero mentir a gente que se interesa por el tema.  Es entonces cuando contesto que el BDSM  es un juego de rol donde uno es dominante y el otro dominado. 

 Y vuelven a fruncir el ceño imaginando que me encuentro con una persona en un sótano para tirar unos dados y derrotar a dragones o a magos. "Esto va a ser difícil", me repito. "No debería haber utilizado la palabra ROL para definir el BDSM", vuelvo a repetirme.

Quizás lo mejor sea explicar en este texto, de manera simple y comprensible, lo que es el BDSM. O lo que hacemos (de forma general) quienes practicamos BDSM.

Para simplificarlo: imaginad alguien que siente placer (de eso se trata: placer) en el acto de dominar a otra persona. A continuación imaginad a otra persona que siente placer en el acto de sentirte sometida, de sentirse servil, de no pensar, sino actuar. ¿Hay personas así? Según los últimos estudios aproximadamente un 15% de la población práctica BDSM y siente placer (de eso se trata: placer) sometiendo o siendo sometida. "¿Entonces BDSM son dos personas que se juntan para tener sexo donde una de ellas hace lo que quiere con la otra?", acostumbran a preguntarme a continuación.

"Esto va a ser, pero que muy difícil", me repito.

En el BDSM la clave es el consenso. Cuando dos personas se juntan para hacer algo desde su libertad, poco importa lo que hagan, Y nunca tenemos coartada moral para juzgar eso. ¿Qué importa que una persona sienta placer padeciendo dolor y otra sienta placer infligiendo dolor? Tanto masoquistas como sádicos tienen derecho a hacer esas cosas siempre que lo hagan desde su libertad y con consenso. Porque, de nuevo, hablamos del placer, hablamos de que ambos sienten placer haciendo eso, uno a cada lado del espectro.

"¿Entonces BDSM es dolor?"

Pues no, tampoco es sexo,  tampoco consiste en arrodillarse y ofrecerse para cualquier cosa.

 BDSM es todo y es nada. Porque lo que BDSM propone es un conjunto de prácticas alternativas, sean las que sean, donde dos personas desde su libertad y de forma consensuada, deciden juntarse para pasarlo bien. Da igual lo que haga, olvidad las etiquetas, las películas o cuanto imagináis que es. BDSM es aquello que vosotros queréis que sea y es tan BDSM el atar a la otra persona a una cama como en ser esclavo de alguien los 7 días de la semana y las 24 horas al día. Porque, cuando etiquetamos, siempre corremos el riesgo de ponerle puertas al campo. BDSM es lo que vosotros acordéis, una práctica alternativa al sexo donde una persona adopta el rol de dominante y la otra el de dominado. Y todo lo que podamos englobar dentro de esta frase, es BDSM,

No os equivoques, practicar BDSM no es decir si a todo ni tampoco consiste en ordenar cuanto te apetezca. Recordad siempre: consenso y límites. Todo debe estar consensuado y debe estar dentro de nuestros límites. Y todo lo que no sea eso: no es BDSM.


jueves, 16 de septiembre de 2021

Que nadie se entere

CÁLLATE Y ESCUCHA : EL SILENCIO

Cuando alguien comienza a interesarse en el BDSM, lo primero que viene a su cabeza es "que nadie se entere". No voy a volver a explicar aquí el porcentaje de población que practica BDSM porque no me gustaría que pensaseis que vuestros vecinos se visten de cuero y se azotan y no poder volver a subir con ellos en el ascensor. Que nadie se entere ¿no? Lo entiendo perfectamente, llevo más de 35 años en el BDSM y sigo pensando "que nadie se entere". Y este prejuicio a ser prejuiciados no es malo, es algo natural que forma parte del sentido de supervivencia. Como el camaleón que se mimetiza con su entorno para no ser reconocido.

El otro día una persona me dijo "BDSM es eso de las sombras de Grey donde un hombre maltrata a una mujer ¿no?". Como podéis comprender, pasé ni tan siquiera de contestarle porque no tengo ganas ya de entrar en discusiones donde alguien utiliza un argumento que es la suma de desconocimiento y prejuicio. Hubo un tiempo en que el ego me movía a ser didáctico e intentar explicar a los demás lo que es el consenso en el BDSM, la seguridad y el respeto. Pero al final siempre acababa cabreado y, en cierta manera, frustrado por el fracaso de no ser comprendido.

Por eso, ese "que nadie se entere" forma parte de muchos de los que vivimos el BDSM. Así que no os preocupéis porque mientras vosotros tengáis claro lo que quereis hacer y con quien, el resto importa bien poco.

lunes, 13 de septiembre de 2021

Paciencia Vs Impaciencia

CONJUNTA] brochas de caballo Zenith (ENTREGANDO SEGUIMIENTOS) - La Barbería  - Sin Corte no hay Gloria: Afeitado clásico y cuidado del caballero

El BDSM no es un mundo fácil, sobre todo en la parte que toca las relaciones personales, no me refiero a la técnica ni al valor ni a esos ridículos trajes de cuero con una cremallera en la  boca. Porque nada es fácil en las relaciones personales sean del tipo que sea. Pero es que resulta que en el BDSM todo es más difícil. Aunque también puede ser (muy) fácil. ¿Cuál es la verdad entonces? Galimatías introductorios aparte, debo reconocer que no soy una persona fácil cuando conozco a alguien en mi faceta como amo. Pero también puedo ser terriblemente fácil. Me explicaré: con ciertas personas, desconozco el motivo, siempre llego a un punto de no retorno. Y no porque el cohete ya haya alcanzado la estratosfera sino porque se ha estrellado contra el suelo. Sería idiota si no reconociese mi parte de culpa. No obstante, con otras personas, todo fluye y es fácil. ¿Soy yo o son ellas? Creo que cuando el cohete se estrella antes de partir a otros mundos, el problema es que no soporto la bipolaridad ajena. Años atrás, yo era de otra manera, era más tolerante a los cambios de opinión de los demás. Pero hoy en día no soporto esas mentes binarias donde todo es negro o todo es blanco. Quizás porque cada vez son menos los años que me quedan por vivir y tampoco soporto la idea de perderlos con gente que no parece tener claro lo que quieren. Para la gente con problemas de comprensión lectora he de aclarar que he dicho "gente que no PARECE tener claro lo que quieren", no gente que no lo tiene claro. Antes veía esos miedos ajenos, me armaba de infinita paciencia y recibía los embistes cuál aguerrido caballero medieval, esperando momentos mejores  en el combate. Pero ahora tengo la armadura abollada y la paciencia agotada. Podéis pensar que me he vuelto insensible, que soy inflexible, que no comprendo a los demás... puede que tengáis razón, O no. Lo único que se es que ahora quiero vivir tranquilo y que otros los que se arriesguen a comer los yogures caducados (nueva nota para la gente con dificultad de comprensión lectora: a esto se le llama metáfora).

domingo, 12 de septiembre de 2021

Olvido, pero no perdono

NO PUEDES DECIR ADIOS? TAL VEZ ESTO SEA PARA TI | Emos/Scene/Góticos/Raros  Amino Amino 

En algunas ocasiones, ya sea por un golpe de aire o porque entramos en un laberinto del que no sabemos salir, nos agobiamos y tomamos decisiones instantáneas que condicionan nuestras vidas. Definimos esta acción como "hablar sin pensar" cuya mejor cura debería ser "antes de hablar, mejor consúltalo con la almohada". Pero dejemos a un lado todas estas frases echas. La realidad es que todo cuanto decimos tiene consecuencias en nuestras vidas. No podemos tomar una decisión y a los cinco minutos arrepentirnos de lo que hemos dicho. Porque no vivimos en una isla desierta. Nuestros actos tienen consecuencias entre quienes nos rodean. Cuando alguien abre la boca debe asumir las consecuencias de sus palabras. Ya sean fruto de una reflexión o de un miedo pasajero. Y debemos asumirlo precisamente porque no vivimos en una isla desierta,

No acostumbro a cuestionar las decisiones ajenas porque desconozco si son fruto de una profunda reflexión o de un instante de locura. Pero lo que SIEMPRE hago es respetar esas decisiones aunque la persona que las haya tomado, después se arrepienta. Vivir consiste en asumir los errores, integrarlos y seguir caminando. En ese blog he defendido por pasiva y por activa la cultura del error: debemos equivocarnos para aprender y evolucionar. Pero también debemos asumir que esos errores, siempre tienen consecuencias.

Como decía un amigo mío (de pocas luces): "yo olvido, pero nunca perdono" 

Menuda estupidez todo... incluida la frase de mi amigo.


Pd. Editado para personas con problemas de compresión lectora: decir que una situación que se repite en la vida es una estupidez no es llamar estúpido a nadie.

viernes, 10 de septiembre de 2021

Las fotos (relato)

El probador de María Blog de Moda 

La mujer envía cada día una foto a un hombre. El hombre recibe cada día en su móvil la foto de la mujer. Ambos actos, además de ser uno consecuencia del otro, suceden con la exactitud de un reloj suizo. La imagen que envía la mujer podría parecer siempre la misma, pero no. La realidad es que son diferentes imágenes reflejando un mismo instante. Como mirando fotograma a fotograma un celuloide antiguo.

Aunque algo clon exacto de un otro algo, siempre hay pequeñas diferencias que lo hacen único. Y la foto de aquella mujer, día tras día, aunque parecía siempre la misma, siempre era diferente. ¿Por qué enviarle una foto parecida día tras día al hombre? Porque le apetecía, principalmente. 

La foto era la de una mujer, completamente desnuda, recién salida de la ducha, con una toalla alrededor de su cabeza, casi siempre sonriendo.

La mujer enviaba la foto y continuaba con su cotidianeidad.

El hombre recibía la foto y admiraba cuando de cotidianeidad había también en esa foto.

Ella era sumisa, él era un amo. 

Y, no obstante, aquella foto no llegaba cada día al teléfono del hombre como consecuencia de una orden. 

Y, no obstante, aquella foto que el hombre observaba con detenimiento, a pesar de no contener ningún elemento propio del BDSM, hacía que el hombre desease someter a aquella mujer como nunca había deseado antes a nadie. ¿Por qué? La mujer le había enviado también algunas fotos de ella en alguna sesión, vestida a modo de catálogo fetichista o utilizando algún instrumento propio de esa época en la que la tortura era tan común como sentarte a ver la película recién estrenada en Netflix. Y pese a que era una foto cotidiana, el hombre veía en esas fotos algo que no era capaz de ver en las otras fotos que reflejaban sesiones BDSM. Y era la misma mujer. 

La cotidianeidad es algo que debería permanecer cuando practicamos BDSM. No es necesario que una persona dominante o dominada, se disfrace o acuda a todos los inventos de Q (Bond dixit) para convertir el BDSM en una película digna de la mente más retorcida. Porque el BDSM nada tiene que ver con látigos ni correas, tampoco con potros ni mazmorras. Porque el BDSM es algo que tiene que ver con pervertir lo cotidiano, convertirlo en algo único sin la necesidad de acudir a una tienda de disfraces ni comportarnos como si fuésemos los protagonistas de "Ilsa, la loba de las SS".

Ilsa, la loba de las SS (Ilsa: She Wolf of the SS)

Porque una sola foto de aquella mujer, recién salida de la ducha, reflejaba mejor lo que significa desear someter a alguien que cientos de fotos hechas en cientos de mazmorras con cientos de dominantes y dominados.

Prácticas: la violación fingida

 I Follow My Feet — The Red Room in the Back (M)

Hay personas que disfrutan fingiendo una violación. Antes que nada debo decir que no tenéis que juzgar aquello que hacen dos personas si lo hacen desde su absoluta libertad. 
 
CONSENSO
 
Fingir situaciones diferentes de las cotidianas es algo habitual en cualquier relación sexual, sobre todo cuando buscamos nuevas vías para escapar a la rutina de la pareja. El problema (o la contradicción) viene cuando fingimos algo que rechazamos. Rechazamos sin paliativos que en una fantasía tenga cabida la violencia o todavía peor… una violación. Quizás cuando rechazamos esa idea deberíamos también hablar con la gente que tiene esta fantasía y verían con qué naturalidad y libertad la viven. No hablamos de violencia doméstica ni de violación real. Del mismo modo que cuando vemos una película no pensamos que el asesino de la pantalla es realmente un asesino. Fingir una violación es actuar ante un auditorio que somos nosotros mismos.

Tanto si estáis en el mundo del BDSM cómo si no, disfrutad de este tipo de fantasía (no de esta en concreto, de cualquier fantasía) y llevadla a cabo pero, sobre todo, hacedlo con cuidado. Fingir es fingir y del mismo modo que un mal actor estropea una película, si no sabemos hacer las cosas de la manera adecuada, estropearemos la fantasía. Y aquí sí que viene el peligro porque fingir una violación no es fingir que somos cocineros famosos. No es lo mismo que se te queme un lenguado a que una persona se sienta realmente violentada.

¿Entonces deberíamos prohibir que la gente finja una violación? Si hiciésemos una rápida encuesta saldrían respuestas del tipo, "eso no es aceptable" o "quien fantasea con eso es un enfermo". Y no son respuestas erróneas, porque una rápida encuesta provoca una rápida respuesta. Y toda respuesta inmediata es algo visceral, no intelectual.

Sed sinceros y honestos con la otra persona antes de empezar esta práctica, pactad límites tanto emocionales como físicos, habladlo absolutamente todo y hacedlo tan solo si confiáis plenamente en la otra persona.

Y, por encima de todo, parad inmediatamente si pensáis que algo no va bien. Aunque solo sea una vaga sensación.

Del mismo modo que sucede en el BDSM, nuestra estabilidad esta para encima de nuestras fantasías. Cuestión de prioridades. Si controláis todo esto… adelante y olvidaos de juicios morales propios o ajenos.

martes, 7 de septiembre de 2021

Prácticas: Sexo anal

Qué le pasa a tu cuerpo cuando tienes sexo anal – jovenEshacerpolitica

Algunas personas creen que algunos hombres (o todos) estamos obsesionados con el sexo anal. Obsesionados con que el único lugar donde queremos introducir nuestro pene es el culo de una mujer (o de otro hombre). Cuando estas personas se meten en el mundo del BDSM protestan a los cuatro vientos “por el culo también ¿no?". Quizás deberíamos comprender antes la diferencia entre el sexo anal convencional y el sexo anal en el BDSM. Si hablamos del acto físico, no hay grandes diferencias porque resulta que esa diferencia, de haberla, está en la cabeza, no en el culo.

El sexo anal siempre ha sido considerado una práctica “contra natura”. Para la iglesia, el acto sexual solo tenía una finalidad: la reproductiva. Para esos señores con anillos de oro y togas de colores, el acto de introducir tu pene en el ano de otra persona (hombre o mujer) está prohibido (o es pecado) porque, a día de hoy, nadie se ha reproducido por esa vía. Aunque no perdamos la esperanza. Y puestos a confiar, confiemos también en que la iglesia católica actualice un poco su software. Otro apunte: hasta el año 2013, en Estados Unidos (ese lugar que presume de libertades) aun quedaban nueve estados donde el sexo anal era delito penado por la ley. Tuvo que haber un fallo de la corte suprema para que se derogaran todas esas leyes propias de personas que gobiernan con un sombrero de papel de plata en sus cabezas.

En el siglo XXI el sexo anal continúa siendo una práctica "no bien vista" (por razones éticas y religiosas) pero extendida en las relaciones de pareja.  Como siempre, la realidad va unos cuantos pasos por delante de lo que decimos que es la realidad.

En el sexo anal convencional, la pareja se preocupa por que el otro se sienta cómodo, no interpreta la sodomización como un castigo ni cómo aprovecharse del otro, es solamente un acto donde los dos disfrutan sin pensar demasiado ni darle ningún otro significado.

El sexo anal en el BDSM es utilizado como herramienta para demostrar quién manda, para humillar o como castigo. Sentimientos todos que suceden dentro de la mente de la sumisa, no dentro de su culo. La sumisión física y psicológica que comporta esta práctica es el gran atractivo que tiene frente a la penetración “normal”, practiques o no BDSM.

¿Qué opino yo de todo esto? Si habéis leído mis relatos sabréis que el sexo anal es algo que utilizo a modo de "punto de no retorno" en  cualquier narrativa BDSM. Aparte de esto, es algo que (como amo o no) me gusta hacer. ¿Soy por eso un pervertido o un egoísta? Ya os contesto yo: sexo anal aparte, por supuesto que soy un pervertido y un egoísta. Todos, en cierta manera, lo somos. Pero no nos equivoquemos de agujero (que fino estoy hoy), el sexo anal me gusta por lo mismo que me gusta el BDSM o el arroz con leche. Aquí hablamos de gustos, más allá del subtexto. Nunca lo he exigido como parte imprescindible de una sesión, pero me gusta. No es imprescindible, ni necesario, ni excluyente... pero sigue gustándome.

Soy consciente que he simplificado en demasía el tema, ya hablaremos en profundidad (nunca mejor dicho) más adelante, ahora solo es una anotación a pie de página.

¿Me podéis dar un aplauso por el aluvión de dobles sentidos? De nada.

Ingenuidad Vs Experiencia

Claves para dominar el miedo y que nada te frene nunca más | Entrena Salud 

Creemos que la vida es algo infinito. Cuando somos jóvenes levantamos la vista al frente y nos forzamos a imaginar que nos quedan miles de cosas por hacer por delante. ¡Qué maravilloso momento el de la juventud! Después pasan los años (tic, tac, tic, tac), cumplimos o rompemos nuestros sueños en mil pedazos y llega un momento en que echamos la vista atrás y caemos en la cuenta de que hemos vivido más de lo que nos queda por vivir. Y es entonces cuando asumimos que muchas de esas cosas que no hemos eso, esos sueños rotos, seguirán ahí, inmóviles o esparcidos por el suelo, sin que nunca más podamos recuperarlos. 

Aunque todo esto no es malo porque vivir consiste precisamente en eso. 

Tengo la firme convicción de que los sueños rotos son los que construyen nuestra personalidad. Aprendemos más de los errores que de los aciertos (la cultura del error) y, cuando llega ese momento, echas la vista atrás y te das cuenta de que ese demonio imparable que es el tiempo, además de ser imposible de frenar, es impecable. Entonces te enrollas la toalla a la cabeza y decides salir desnudo a la calle después de la ducha, sin importarte lo que digan, sin importarte tampoco los juicios que puedas hacer sobre ti mismo.

Aquí debería haber uno de esos carteles luminosos de "¡Alerta!", para avisarnos de que, a pesar de que decidamos caminar con paso más firme, siempre aparecerán los mismos miedos, errores e inconvenientes del pasado. Aunque nos reinventemos, aunque cojamos aire y la valentía se apodere de cada uno de nuestros actos, eso no nos asegura el éxito. Porque la vida es finita pero también profundamente imperfecta.

La única diferencia es que cuando éramos jóvenes y teníamos la vista clavada al frente, imaginando, nos equivocábamos y éramos incapaces de continuar caminando. Ahora, cuando el color gris pinta nuestros cabellos y cada vez cuesta más recuperarnos de una noche de fiesta, tenemos la capacidad de manejar esos errores, capaces de continuar a pesar de los problemas. Aun y así, con el paso de los años hemos adquirido una nueva habilidad también (que contradice a la anterior): la de cerrar el libro y comenzar una nueva narrativa.

¿Pero sabéis que sucede? Que, con toda seguridad, la nueva novela nos llevará a errores parecidos. Porque la vida es profundamente imperfecta, ya que nosotros somos imperfectos y eso que llaman "experiencia", en la mayoría de los casos, es una milonga.

lunes, 6 de septiembre de 2021

Excusas

 CONCILIACIÓN LABORAL: ¿Por qué inventamos excusas para salir antes del  trabajo? | EL MUNDO

Son demasiadas las personas que dudan de sus capacidades y en este ejercicio hacen gala de una nueva y recién adquirida incapacidad. Intentaré explicarme mejor: dudan que puedan llegar a ser quienes aspiran a ser, pero no porque se vean incapaces sino porque valoran más otros condicionantes de sus vidas que a su propia persona. Por ejemplo, apenas disponen de tiempo libre y creen que una sumisa lo ha de ser a toda hora, siempre dispuesta, como un servicio de atención al cliente 24 horas. Creen que si, en algún momento, su amo pretende disponer de ellas o preguntarles algo y no pueden contestar inmediatamente, son malas sumisas. Creen que una tarea que tardan en completarla, las convierte en malas sumisas. Otro ejemplo donde se impone la duda por encima de la realidad es que muchas creen que nunca estarán a la altura de las circunstancias: ¿y si decepcionan a su amo? Es curioso, deciden no comenzar algo solo por el miedo a un eventual fracaso. No obstante, conocen a gente, se enamoran, cambian de trabajo, prueban una nueva receta de cocina o montan en moto, asumiendo que el fracaso forma parte de la vida (el fracaso no les frena).

No tengo tiempo… seguramente te decepcionaré… no sé qué quiero realmente… ¿Qué son todas estas frases? Excusas, por supuesto. Y no culpo a nadie porque yo también me excuso cuando deseo algo con todas mis fuerzas: se llama temor al fracaso. Cuanto más lo deseas, más miedo tienes y más te frenas. Nosotros somos nuestros propios enemigos. Y en este ejercicio, acabamos ahogados en ese mar embravecido que se llama "frustración".

Por supuesto que no tienes tiempo, por supuesto que acabaras decepcionando a alguien, por supuesto que no sabes qué quieres realmente (ni tú, ni nadie). ¿Pero eso te va a frenar? Si yo no soy perfecto... ¿Por qué tú pretendes serlo? Si tú no eres perfecta... ¿Por qué pretendes que lo sea yo?

domingo, 5 de septiembre de 2021

La mujer que camina -y 5- (relato)


 

La mujer continúa atada a la cama, con aquel hombre desnudo, parado frente a ella. La mujer vuelve a escupir todo aquel semen que la ahoga mientras el hombre sonríe. La perversión puede llegar a ser tan sucia como hermosa. Ella vuelve a hacerse la misma pregunta: ¿por qué no la ha sodomizado? Le conoce, o cree conocerle. La realidad es que nunca acabamos de conocer a alguien, ni tan siquiera a quienes te rodean. Pero sabe que aquel hombre, cuando actúa como amo, adora el sexo anal por todo cuanto significa ese acto. ¿Puede que no le apetezca sodomizarla? La mujer alza la vista y le observa. En cierta manera, la mujer siente que su celebro bipolar se divide en dos: por un lado está aterrada que el sexo anal acabe en algo más doloroso de lo necesario, por otro lado está deseando ser sodomizada por él. Como cuando le dijo que quería que se viesen, pero luego, en el último instante se volvió atrás para luego arrepentirse de haberlo dicho. En ocasiones solo puedes salir corriendo cuando coges carrerilla, aunque no todo el mundo es capaz de comprender eso.

El hombre la desata, después sale de la habitación y vuelve con una toalla. Ella se limpia. El hombre sonríe y se tiene a su lado. Ella comprende que esa primera sesión ha acabado. Hoy no sucederá y ese cerebro bipolar llora y ríe al mismo tiempo, como esas máscaras griegas. Y es que la vida no es más que eso: tragedia y comedia, todo en uno.

Se quedan un rato charlando, ella debe irse. Se besan en la puerta y ella sale a la calle.

Había llegado hasta aquella casa vistiendo sin ropa interior, avergonzada y presa de un ataque de nervios. Camina de vuelta a casa vestida de la misma forma, pero con la cabeza alta, observando a quienes la observan, con una mirada casi desafiante. El astro sol, que baña a todos por igual, es ahora una extensión de sí misma. Los colores son más vívidos y ya nada de lo que diga nadie puede importarle. Ni tan solo lo que se diga a sí misma. La mujer camina con la súbita convicción de quien sabe que puede lograr cuanto se proponga, se lo proponga o no. Con el paso del tiempo ha aprendido que esa es la mejor de las consecuencias de entregar tu voluntad a otra persona: cuando la recuperas no hay nadie que pueda vencerte.

Dos semanas más tarde, ella vuelve a casa del hombre, a la cueva del lobo. Entra por la puerta y allí está él, esperándole. La mujer no dice nada, simplemente se arrodilla sobre el sofá , ella misma levanta su falda, se moja los dedos con salida y lubrica su ano. Puede escuchar a su amo quitándose la ropa.

La mujer cierra los ojos y aprieta los dientes.

Ahora si, ahora es lo que ambos desean.

Ahora ha llegado el momento.

-fin-

sábado, 4 de septiembre de 2021

La mujer que camina -4- (relato)

Mientras dormimos | ᴛᴇʀʀᴏʀ ᴘᴀʀᴀɴᴏʀᴍᴀʟ Amino

El hombre ha permitido que ella se lave el rostro, mientras lo hace, él sigue hurgando con un dedo dentro de su culo. Ella le observa a través del espejo, en cierta manera es la primera vez desde que supo de él que tiene miedo, el sexo anal es lo único que le causa verdadero terror porque su búsqueda consciente del dolor puede llevarla a ese terreno donde, cuando debes parar, ya es demasiado tarde y el daño está hecho. Y esto no es ninguna metáfora. Después de secarse la cara, el hombre saca el dedo con cuidado, la coge del pelo y la arrastra hasta un dormitorio, con una gran cama. La mujer puede ver unos grilletes de tela encima de una silla, también un tubo de lubricante, una fusta y un látigo pequeño. También un collar sin estrenar, el collar que le prometió. El hombre saca el collar de su envoltorio y lo coloca alrededor de su cuello, la mujer mantiene la mirada clavada en el suelo. Está acostumbrada a no mirar directamente a los ojos de quien la domina. O así le han dicho que debe comportarse. Del collar salen dos cadenas con dos pinzas en sus extremos. El hombre coge esas pinzas y se las coloca en los pezones. Un doloroso placer, orgullosa de estrenar ese collar para ese hombre.

Sus miedos han desaparecido, ahora nada le apetece más que quedarse en la cueva del lobo todo el tiempo que sea posible. Ya no tiene miedo, Ha olvidado todo cuanto la rodea. Ahora solo desea placer y dolor. Desea ser humillada y usada. Por fin ha conseguido sacar la cabeza del agua y tomar aire.

-¿Quieres que te ponga el antifaz? -pregunta el hombre

-Lo que usted desee, señor -contesta ella.

El hombre le propina una nueva bofetada que la tumba sobre la cama. La cara le arde. Ese calor maravilloso que sucede al golpe. Debe esforzarse por olvidar cuanto ha aprendido. ¿Qué ha hecho mal? Debe esforzarse, incluso en una simple respuesta. 

-Sí, amo.

El hombre coloca de nuevo ambos antifaces sobre su rostro. 

Lleva tanto tiempo acostumbrada al mismo amo que ha olvidado que una pregunta es una pregunta y una orden es una orden. Debe olvidar la condescendencia mutua y  centrarse en la esencia de cada acto a partir de ahora. Si aquel hombre le pregunta algo, ella debe contestar. Olvidándose de todo. Y responder con una velada pregunta no es una contestación. Porque decir "lo que usted desee, señor" es como preguntar "¿qué desea usted, señor?". Y aquel hombre ha preguntado directamente. No está acostumbrada a que le pregunten. 

El amo la hace estirar boca arriba en la cama, con las manos atadas, después aquel hombre coloca las piernas de ella sobre sus hombros. La mujer inspira. Siente los dedos de él, llenos de lubricante, mojando su culo, entrando dentro. De momento no es doloroso, quiere que lo sea, pero tampoco quiere perder el control.

-Si te duele demasiado, avisa -ordena él.

-Si señor.

Entonces el hombre la penetra. Pero, para su sorpresa, no se la mete en el culo, sino que ha introducido su pene mojado de frío lubricante en su vagina. La mujer se estremece. ¿Por qué no la está sodomizando? ¿Es un breve paréntesis? Que puede importarle eso. El placer comienza a apropiarse de su estómago, sus muslos, subiendo hasta su cabeza y apropiándose de su cerebro. Las manos del hombre están sobando con dureza sus pechos, cogiendo con fuerza su cuello, mientras la folla con fuerza. De vez en cuando la abofetea, aprieta las pinzas de sus pezones, le escupe en la cara y la insulta mientras sigue follándola. ¿Puede correrse? Es algo que no han hablado antes. ¿Debe pedirle permiso? Quiere correrse en ese momento, siendo usada con fuerza, humillada. Ojalá el hombre saque el pene de su vagina y se lo meta en el culo. Ahora si, lo está deseando.

En vez de eso, el hombre saca el pene de su vagina, y se coloca encima de ella, metiéndosela en la boca, follándole esa boca hasta descargar de nuevo. El semen sale por las comisuras, incluso por la nariz. El hombre la mete hasta el fondo provocándole una arcada. No puede respirar, siente que va a perder el conocimiento. 

Entonces el hombre saca su pene y ella tose, escupiendo parte del semen, recuperando el aire.

¿Qué ha sucedido? Sabe que aquel tipo lo que más deseaba era sodomizarla... ¿Por qué está esperando tanto?

-continuará-

viernes, 3 de septiembre de 2021

La mujer que camina -3- (relato)

baalkiss05 Tumblr blog with posts - Tumbral.com

La mujer abre la boca para permitir que el pene del hombre se introduzca en ella. Le ha ordenado que no use las manos, que no se mueva. Simplemente debe permanecer arrodillada y con los brazos en la espalda. Puede hacerlo, no es la primera vez que se ve en una situación así, le encantan las situaciones así, de hecho. Pero ahora es diferente. Aquel hombre es diferente y, por vez primera, siente que ha perdido todo el control. Y eso le encanta. El hombre empieza a entrar y salir de su boca, primero de forma suave, después el ritmo sube, cada vez más rápido y más adentro. Algunas arcadas la hacen doblarse, pero el hombre vuelve a cogerla con fuerza del pelo y sigue su tarea. De repente, el hombre saca el pene de su boca y ella siente una repentina bofetada cruzándole el rostro. Siente dolor, un maravilloso dolor. Quien asegure que el dolor nunca puede causar placer debería sentarse con alguien masoquista y escuchar sus experiencias, apartando de su cabeza todo juicio moral.

-Ten cuidado con los dientes, perra -dice él-, abre mejor la boca. 

La mujer abre la boca todo lo que es capaz y después cierra los labios alrededor de su pene. ¿Qué se supone que está haciendo? Un desconocido al que nunca ha visto antes la ha hecho pasear casi desnuda cerca de su casa, se ha metido en su cabeza y no puede dejar de pensar en él en todo el día, incluso cuando está con otros hombres, incluso cuando sirve la cena a sus hijos. Y ese hombre, a quien nunca ha visto antes y que ha puesto su vida del revés como un calcetín al que le han dado la vuelta, está ahora follándole la boca, insultándola, abofeteándola. ¿Qué se supone que está haciendo? Aunque lo que más le asusta no es que su voluntad haya sido doblegada para permitir eso. Lo que verdaderamente le asusta es que lo desea con todas sus fuerzas. Y desea que se convierta en algo más sucio aun, más humillante, más duro... ¿Qué importa todo lo demás? Es en esos momentos, cuando un hombre la está usando de esa forma, cuando se siente más libre que nunca. Su mente se queda en blanco, no tiene que preocuparse por nada, los problemas cotidianos se desvanecen en el aire. Como si estuviese en una solitaria playa del Caribe estirada sobre la arena mientras el sonido de las olas llegan hasta sus oídos.

-Utiliza la lengua, la tienes para algo -dice el hombre.

Puede sentir el sol bañando su rostro, su cuerpo, ahora nada importa, estirada en esa playa donde nadie va a venir a molestarla. ¿Cuánto hace que no tiene un momento de relax como aquel?

Una de las manos del hombre la coge de la barbilla, la otra mano de la cabeza. Su boca se ha convertido en un mero receptáculo. No es la primera vez hace algo parecido, tampoco será la última. Aunque esta vez es diferente, porque ese hombre es diferente pero, sobre todo, porque ella tiene a otro amo esperándola. El hombre coge con fuerza su cabeza y hunde la polla hasta la garganta. La mujer tose y escupe, su cara y su vestido están llenos de sus propias babas. O eso imagina. El ritmo se intensifica, con la pulsión propia de quien va a llegar a ese lugar donde todos queremos permanecer. Entonces el hombre saca el pene de su boca y la mujer puede sentir el semen caliente cayéndole sobre el rostro, sobre los labios, sobre su nariz y su pelo, también sobre el antifaz. Después el hombre vuelve a meter el pene en su boca y la ordena que le limpie con la lengua.  Ella lo hace, orgullosa.

Cuando ha acabado, el hombre escupe en su rostro, varias veces. La insulta y la humilla. Después la coge del pelo y la obliga a levantarse, la arrastra hasta un espejo y quita su antifaz.

La mujer ve por primera vez el rostro del lobo, sonriendo de forma maliciosa tras ella. También ve su propio rostro, manchado de semen y babas (de ambos). Es la imagen más sucia y más hermosa que ha visto desde hace mucho. Mientras observa esa perfecta estampa nota un dedo del lobo introduciéndose lentamente en su culo. La mujer sabe lo que vendrá a continuación. Y le asusta. Pero no desea nada más en este mundo que aquel tipo lo haga.

Que haga lo que quiera con ella, en realidad.

-continuará-

jueves, 2 de septiembre de 2021

La mujer que camina -2- (relato)

facu-covi - Tumblr blog | Tumgir

Un zumbido proveniente de la puerta indica que alguien la ha abierto. La mujer empuja con fuerza y entra en una especie de pasillo pintado de buzones de correos. Al fondo hay unas escaleras y también puede verse la puerta de un ascensor. ¿Y ahora qué? Aún está a tiempo de darse la vuelta e irse. ¿Qué consecuencias podría tener este acto de cordura y rebeldía? Que curioso... en su mente, cordura y rebeldía siempre han sido antagónicas, como si la cordura fuese conformismo y la rebeldía, inconformismo. ¿Es ella conformista o inconformista? Si hubiese sido conformista nunca habría llegado a donde ha llegado. Pero también sucede que está en un momento de su vida que prefiere el conformismo, la rutina, el mantener todo cuanto ha logrado. 

El problema es que pragmatismo y conformismo, acaban aburriendo también. 

Debería darse prisa y no permanecer ahí quieta, en la entrada del edificio, mientras el hombre espera arriba. ¿Escaleras o ascensor? Ni tan siquiera es capaz de tomar esa decisión. Mejor escaleras, así tardará un poco más, además siempre puede darse la vuelta y bajarlas corriendo para volver a su refugio. La mujer comienza a subir las escaleras mientras escucha una puerta abrirse un piso más arriba. Es él. El lobo. Si al final se decide a entrar en la guarida solo espera una cosa: que el lobo no sea condescendiente con ella. Ya que ha decidido romper su estabilidad, al menos que sea por una buena causa. Bueno, también espera otra cosa: placer.

La mujer está frente a la puerta entreabierta. La empuja y ve un pasillo. Al fondo un comedor iluminado. No hay nadie. Un paso más y ya habrá entrado en la guarida. No habrá marcha atrás.

A la mierda...

La mujer empuja la puerta, entra y la cierra a sus espaldas. Puede ver un antifaz encima de una caja. Saca su propio antifaz y se lo coloca, luego coloca el segundo antifaz sobre el primero. Ahora es una realidad (ojalá dolorosa):  ya no hay vuelta atrás.

-Ya estoy preparada, señor -dice en voz alta.

¿La habrá oído algún vecino? No puede dejar de pensar en los demás: los vecinos del lobo, su familia, sus amigos, sus compañeros de trabajo, la gente de la calle, conocidos y saludados.

La mujer escucha unos pasos acercándose a ella. Por fin puede olerlo, sentir su presencia. La mujer está temblando por primera vez desde hace mucho.

Eso es precisamente lo que llevaba tantos meses buscando: salir de la rutina y volver a temblar, esta vez de emoción.

El lobo coge su cabeza con las manos y la besa. Un beso largo y delicado, nada sucio ni perverso. La mujer se muere por oír su voz. Cuando el lobo acaba de besarla, comienza a tocarla por encima de la ropa, los pechos, el culo, toca sus piernas y sube la mano por el interior de sus muslos hasta su vagina completamente mojada. Entonces mete un dedo. El placer es indescriptible, un placer nacido en su cabeza. El hombre retira las manos y mete el dedo en la boca de ella. La mujer saborea sus propios flujos, algo entre salado y ácido. No es la primera vez que lo hace, pero ahora chupa ese dedo como si fuese el manjar más delicioso jamás conocido.

-A cuatro patas -ordena el hombre.

Por fin... su voz. La mujer deja caer su bolso y se pone a cuatro patas, sin dudarlo. Entonces el lobo la guía por la casa, ella gateando como la perra en la que acaba de convertirse, hasta llegar a lo que imagina que es aquel comedor iluminado. Huele a incienso y una suave música de jazz suena de fondo. Lo perverso no está reñido con lo hermoso, piensa. ¿Aún está a tiempo de volver a casa? 

A la mierda, se repite. Por fin ha conseguido vencer todas sus dudas. Ahora solo espera obtener el placer. Placer en la servidumbre, placer en aquellos dedos o su pene entrando y saliendo de su cuerpo, placer en el dolor y la humillación. Obtener placer de cualquier forma, pero placer, siempre placer. ¿O acaso no ha entrado en la cueva del lobo en busca de placer?

Quizás debiese hacerse esa pregunta, pero ya es demasiado tarde porque el lobo la ha ordenado arrodillarse y abrir la boca.

-continuará-

miércoles, 1 de septiembre de 2021

La mujer que camina -1- (relato)

 Dime como caminas y te diré cuantos orgasmos has tenido

La mujer camina por una calle repleta de gente, lo hace con la vista clavada en el suelo y los brazos cruzados sobre el pecho. Lleva un vestido negro y corto, aunque la vergüenza que la obliga a caminar de esta forma nace en algo que nadie puede ver, ni tan siquiera adivinar. Ella está instalada en el convencimiento de que todos se han dado cuenta. De haberlo escogido, nunca habría salido a la calle sin llevar ropa interior, menos aún en su propio barrio. ¿Y si se cruza con algún vecino, un padre del colegio o algún cliente? Definitivamente se ha vuelto loca, ese tipo de enajenación que te empuja a continuar, como si no fueses consciente de cuanto te rodea.

Tiene frío, pero está sudando, también siente cierta humedad que comienza a crecer en su entrepierna en el mismo proceso que hace crecer el tamaño de sus pezones. Eso no es una buena noticia. Seguro que alguien se dará cuenta. ¿Y si gira sobre sí misma y vuelve a casa? Apenas lleva dos calles y el lugar adonde se dirige está a tres. Su cerebro hace un rápido cálculo: menos recorrido que por recorrer. Es el momento de recuperar la cordura y darse la vuelta. No porque vaya sin ropa interior sino porque siente que está entrando en la cueva del lobo sin protección, sin una antorcha con la que manejarse por el lugar, Carece de armas ni pertrechos. Está a su merced. 

Cuando suele hacer balance de su vida (que es cada día y varias veces) ella siente que ha alcanzado casi todo a cuanto puede aspirar cualquiera. Llegar hasta ahí ha sido un proceso doloroso, un acto de introspección donde ha tenido que observar con detenimiento dentro de sí misma y asumir ciertas cosas que no le gustaban o que otros le habían dicho que no eran correctas. Sea como fuere, ahora se siente razonablemente feliz, si es que la felicidad existe. Aunque, a pesar de que estaba en el sendero correcto, de  repente se ha desviado y ahora se encamina hacia  la boca del lobo. No lo hace con paso firme ni decidido, pero continúa caminando. Esa cabeza tan estructurada y pragmática que sostiene sobre los hombros es la misma que le dice que no debería poner en peligro nada, también es la que la obliga a continuar caminando. Porque nada desea más que entrar en la cueva y ser devorada. Porque solo cuando sangras es cuando te das cuenta de que sigues viva. Eso es lo que le dice su yo salvaje a su yo pragmático a cada paso que da en el convencimiento de que, en el último momento, podrá darse la vuelta y retornar todo lo deprisa que sea capaz hasta el refugio de su hogar. O no, unos pasos más, a ver que sucede.

La gente la observa, todos, sin excepción. Aunque eso no es nuevo, cuando la ciudad es azotada por el más frío de los inviernos conocidos, la mujer se abriga como un oso polar que se ha vestido con la piel de otro oso polar. Y aun y así, siguen mirándola. Siempre ha atraído las miradas de los desconocidos. Ahora es diferente, ella imagina que lo que sucede es que todos adivinan que no lleva ropa interior, que está excitada o que va al encuentro del lobo. Sigue tan y tan perdida en esta espiral mental que no ha advertido cuenta de que ya está frente a la puerta del edificio donde vive el hombre que la ha ordenado salir vestida de casa de esa manera. O casi desnuda.

La entrada a la cueva del lobo.

¿Qué piso era? La mujer revuelve su bolso en busca del móvil y ve el antifaz que él le ha ordenado que traiga. También ve objetos que la devuelven a su segunda vida: un pintalabios, una galleta mordida, su monedero o un gracioso llavero que le regaló uno de sus hijos. El pecho se le encoge y se le seca la garganta. ¿Qué es ese calor que siente en las mejillas? ¿Dónde nacen esas sensaciones que hace tanto que no sentía? ¿Será esta emoción el motivo que la ha empujado hasta la puerta de la cueva? ¿Y si se está equivocando? ¿Y si se trata tan solo de una fantasía de lo que le gustaría que fuese, pero no debe ser?

Cientos de preguntas y ninguna respuesta. Esa es la clave. No debería estar ahí, pero con toda la voluntad de su alma desea estar. Aunque sea una única vez, solo por romper la rutina, por tomar aire o por ver si aún queda lugar para la sorpresa en su vida. De nuevo, la misma persona que le dice que no debe continuar es quien le dice que desea entrar en la cueva. Su yo pragmático y racional luchando contra la humedad de su vagina.

La mujer saca su teléfono  móvil y revisa el último mensaje que le ha enviado el lobo. Después inspira con fuerza, llenando sus pulmones de todo el valor que  es capaz y oprime el botón del portero automático.

-continuará-

Atracción física

 Dr. Jekyll and Mr. Hyde Movie Review | Movie Reviews Simbasible

¿Podemos practicar BDSM con alguien por quien no sentimos atracción física o no nos gusta de manera especial? La primera respuesta cae en el mundo de las etiquetas. Si habéis etiquetado el BDSM como una práctica principalmente sexual o física, entonces puede sea, además de definitoria, definitiva. La segunda respuesta es otra pregunta... ¿Queréis un amo experto por el que no os guste especialmente o un amo inexperto que os atraiga mucho físicamente? Ya sé cuál es vuestra respuesta: quiero un amo (o una sumisa) experto/a que sea atractivo/a. De acuerdo, acepto la respuesta, pero entonces debo dejar este consejo para otro día porque yo quiero un Ferrari Testarossa, pero conduzco un Kia así que saldré a buscar el Ferrari, si me lo permitís. Eso sí, cuando conduzco mi Kia llego a todos lados. 
 
Imagino lo que viene  a continuación: aseguraréis que no es difícil encontrar un amo que os atraiga y que por ello no os vais a conformar con menos. De acuerdo, es vuestra decisión. Jugar en un equipo de futbol de primera división no es tan difícil, pero antes debéis haberos dejado las rodillas en campos de tierra de categoría regional. ¿Pensáis que exagero? De acuerdo, buscad un ideal de relación, es vuestra decisión. Yo continuaré con los pies en tierra. Para cada argumento que tengáis yo tendré uno contrario (e incluso puede que mejor). Es solo cuestión de decidir cómo quieres comenzar a caminar. No es cuestión de conformarse con menos, es cuestión experimentar más.
 
¿Me ha de gustar físicamente mi amo o mi sumisa? Si alguien me lo pregunta de esta manera tan simple la respuesta será “sí, debería” pero todos sabemos que las primeras respuestas siempre se dan sin pensar, una respuesta primigenia que sale de nuestro cerebro de Neandertal que nos obliga a acercarnos a la persona más hermosa porque inconscientemente creemos que es la persona más indicada para perpetuar la raza humana. Aparte de la explicación científica del porqué siempre tendemos a mirar a la persona que nos parece más atractiva (explicación que me ahorraré), hemos de plantearnos si el atractivo es el hecho primordial. Después conoceremos a la persona e incluso puede que no parezca tan atractiva en cuanto abra la boca y comienza a hablar.

Si me paro a pensar cuando alguien me pregunta si me ha de gustar físicamente la persona con quien voy a practicar BDSM, mi respuesta final sería “no necesariamente”.

Intentaré explicarme: no podría ser amo de una mujer que me causase un obvio rechazo físico. Pero con el paso de los años he aprendido que en el BDSM, el físico es algo secundario en comparación con la inteligencia, la actitud o la experiencia. Me decanto por alguien que no me atraiga especialmente en el apartado físico, pero que quiera aprender todo de manera sana y abierta. El interior se impone sobre el exterior casi siempre en el BDSM.

Pero ya sabemos que cada persona ve el BDSM a su manera. Esta es mi manera de verlo.